Hablar del aborto en primera persona en pleno siglo XXI sigue siendo un tema tabú. Se trata de una experiencia por la que pasan muchas mujeres de distintas edades y que, en la mayoría de los casos, se guarda en algún rincón de la memoria que solo se abre en círculos muy cerrados donde están seguras de que no se les juzgará. Encontrar testimonios de mujeres que se hayan sometido a una interrupción voluntaria del embarazo recientemente para conocer qué pasos siguieron y cómo se sintieron no es tarea fácil, ni siquiera recurriendo a las asociaciones de mujeres, ni siquiera con la promesa de que se mantendrá el anonimato. "No conozco a nadie", es la respuesta que se repite una y otra vez. Encontrar a hombres que recorrieron el camino junto a ellas y que quieran contar lo que pasaron aún es más complicado. La escritora británica Caitlin Moran relata en su libro Cómo ser mujer su experiencia con el aborto, que llevó a cabo para no tener un tercer hijo (ya tenía dos) intentado desdramatizar una cuestión que a menudo exige poco menos que secreto de confesión para poder ser revelada. "Puedo decir con sinceridad que el aborto fue una de la decisiones menos difíciles de mi vida", afirma, "tardé muy poco en decidir que no estaba preparada para ser responsable de un futuro ser humano el resto de mi vida porque sabía que hacerlo de nuevo, forzaría con seguridad mis facultades y la idea de quién soy y quién quiero ser y lo que quiero y necesito hacer". Por eso, añade, "la idea de que en otra época o en otro país podría no haber tenido elección me parece una barbaridad psíquica y emocional".

Las que se atreven a contarlo, tienen como salvaguarda el margen del tiempo que establece una barrera de lejanía con lo que vivieron. Es el caso de Blanca, una cordobesa de más de 50 años que abortó hace más de tres décadas y aún recuerda aquel episodio de su vida como algo oscuro. «No me arrepiento, no podía tener ese niño, pero fue espantoso», asegura, «ocurrió en los años 80 cuando el aborto estaba prohibido y tuve que viajar a Londres». Lo que pasó la ha acompañado toda la vida como un secreto. «Mis padres no lo supieron entonces y nunca se lo he contado», afirma, «conseguí las 100.000 pesetas, una fortuna en la época, haciendo una colecta entre amigas y gracias a que una prima me consiguió un billete de avión en el que la mitad del vuelo eran mujeres de distintas edades que iban a lo mismo que yo, teníamos miedo, ni siquiera hablábamos inglés y nos íbamos a meter en un quirófano». En su caso, falló el método anticonceptivo del momento, la marcha atrás. «Los preservativos ni siquiera se conseguían fácilmente», explica, «y las que abortaban en España se arriesgaban a morir en el intento». Según su experiencia, «fue algo traumático, de aquella clínica no salió nadie riendo, quienes piensan que abortar es algo sencillo se equivocan», asegura.

Berta tiene 40 y tantos y abortó en los 90, en una clínica de Málaga. «Tuve la suerte de contar con mis padres, que me ayudaron en todo el proceso», relata, «yo tenía 20 años y me quedé embarazada después de practicar sexo con un amigo en una noche en la que bebimos más de la cuenta». Él se enteró meses después del aborto, que le costó 50.000 pesetas porque «por la Seguridad Social no era posible abortar aún». No se arrepiente de lo que hizo, pero como Blanca, solo habla del tema en su círculo más íntimo. «Me dieron un ansiolítico y me metieron en el quirófano, las enfermeras hicieron todo lo posible por quitarle hierro al asunto», asegura, «pero este tema sigue siendo tabú, algo de lo que simplemente no se habla». En la provincia de Córdoba, solo la clínica Gynetrisur (https://www.clinicagynetrisur.com) tiene concierto con la Seguridad Social para realizar interrupciones voluntarias del embarazo hasta las 14 semanas de gestación en todos los supuestos previstos por la ley, tanto en mujeres derivadas por la Seguridad Social como a quienes lo solicitan de forma privada. Ningún hospital público de Córdoba realiza este tipo de intervenciones en la provincia. Hasta las siete semanas, se pueden practicar abortos farmacológicos que no requieren pasar por el quirófano y a partir de las catorce semanas, por dilatación y aspiración. Hoy en día, el SAS financia las intervenciones (información, en 900850100).