Dicen que la Navidad es un tiempo para compartir, disfrutar con los amigos y pasar tiempo en familia, y aunque el afán consumista a veces confunda la esencia de estas fiestas, el intenso programa de actividades que puebla la ciudad hace difícil que nadie pueda escapar al espíritu navideño. A falta de un alumbrado más lujoso al que mirar, el estímulo sonoro está garantizado, ya que no hay rincón en Córdoba donde no resuene un campanillero cantando villancicos en los estilos más diversos. Una animación democrática, porque a nadie cuesta un duro, y de lo más efectiva. Si por la mañana los Hermanos Moreno hacían las delicias de padres e hijos con su humor blanco y los músicos de la Familia Salazar cantaban al niño Jesús por sevillanas, por la tarde los patios institucionales abrían sus puertas con las voces de los Mochileros de Gaena y los de Llano del Espinar, y en la Casa de las Campanas, turistas y locales compartían potaje flamenco escuchando villancicos populares de La Zambomba del Campo de la Verdad. Algunos de esos villancicos resonaron también en el ciclo Los coros cantan a la Navidad en su recorrido por el centro, que transcurrió mientras El Cantarillo, en la iglesia de San Pedro, recibía a La Trini y el Coro Ziryab, y Valdeolleros, a Garito Teatro, con un espectáculo mezcla de flamenco y convivencia vecinal. Entre pitos y flautas, roscos y pestiños, compras y brindis, a Córdoba se le pasó el día y la noche de lo más entretenida. Hoy más.