Durante años y años, pasear por la ciudad de Córdoba y encontrar en los rótulos de las calles el nombre de una mujer no era tarea fácil. Los escasos nombres femeninos que se podían leer eran los de santas, mártires y vírgenes a las que los hombres que durante siglos han marcado el paso en el devenir de la historia no les costaba homenajear: Santa Cecilia, Santa María de Gracia, Santa Eufemia, Santa Rafaela del Sagrado Corazón, Santa Marta, Santa Emilia de Rodat, Santa Inés, Santa Rosa, la Virgen del Perpetuo Socorro, la de la Salud, de las Angustias, la de Linares, del Romero, Nuestra Señora de la Merced siguen nombrando espacios de la ciudad y son muestra de esa época en la que para tener una calle había que ser poco menos que santa, monja o beata. Otros nombres como Concepción, Consolación o Encarnación dan fe del ensalzamiento vía callejero de las virtudes que debían adornar a las mujeres de bien, en detrimento de aquellas que pretendieran tener un nombre propio con el que denominar, en igualdad de condiciones, una glorieta, un pasaje o un callejón. En alguna ocasión, hubo quien se decidió a rotular una calle con el nombre de una mujer sin tener muy claro quién era. Es el caso de María Isidra Quintana de Guzmán y de la Cerda, la primera mujer que ostentó en España el título de doctor y la dignidad de académico de la lengua, fallecida en Córdoba en 1803, cuya calle prescinde de su nombre y lo sustituye por el de la doctora de Alcalá. En la rotulación de la glorieta Académica García Moreno, situada en el entorno de la avenida de la Arruzafilla, la cosa fue peor. Quien quiera que encargara la placa de la rotonda debió pensar que el título de académica no podía corresponder a una mujer y, al no figurar el nombre propio, escribió Académico García Moreno. Poco después, hubo que cambiar el título tras la protesta de los solicitantes del homenaje.

En el 2006, anteayer en términos históricos, los hombres seguían ganando por goleada en el mapa local. 800 calles con nombres de ellos, 70 con nombres de ellas. Ese año, el Pleno del Ayuntamiento aprobaba la incorporación de tres nombres femeninos al callejero local, el pasaje de María Cañas Pavón, voluntaria cordobesa de la Asociación Española contra el Cáncer fallecida cinco años antes; el de Candelaria Heredia Pérez de la Lastra, impulsora de la asociación Talía, y el parque Madre Coraje, en recuerdo a María Elena Moyano, asesinada por el grupo terrorista Sendero Luminoso. Era el resultado de un trabajo participativo que permitió rendir tributo a tres mujeres, dos de ellas protagonistas del movimiento asociativo cordobés. En las dos últimas décadas, varios colectivos han empujado fuerte para intentar equilibrar una realidad deliberadamente parcial en la que los méritos de las mujeres brillantes no han contado con el reconocimiento oportuno. Desde entonces, las cosas han ido cambiando poco a poco incorporando a más y más mujeres en distintas zonas, pese a lo cual la balanza sigue pesando más del lado de los hombres.

Después de ese hito, una de las primeras iniciativas que lograron visibilizar a un grupo numeroso de mujeres en el callejero cordobés tuvo lugar en el nacimiento de la zona conocida como María la Judía. Fue a propuesta de una comisión de mujeres de distintos colectivos, que elevó una serie de nombres ilustres sin nexo de unión profesional o temático, para denominar a distintas calles y que recibió el visto bueno del Consistorio. De ahí surgieron rótulos como el de las policías locales Marisol Muñoz y Mª Ángeles García, asesinadas en el atraco al Banco Santander, María Callas, Alfonsina Storni, María Zambrano, Dolores Ibarruri, María Malibrán, Analista Ada Byron, María Montessori, Margarita Xirgu o Bailarina Ana Paulova.

Rafael Castejón, portavoz del grupo de trabajo Con nombre de mujer, de la asociación Lola Castilla, cuenta que nunca fue intención de esta entidad que hubiera barrios con nombres exclusivamente femeninos, sino aprovechar las oportunidades que iban surgiendo en la ampliación urbanística de la ciudad para introducir a la par nombres de mujeres importantes. Desde que nació la asociación, hace más de 20 años, ha asesorado en la incorporación de más de 80 vías con nombre de mujer, entre ellos, los de cordobesas como el de la escritora Rocío Moragas o Isabel de la Cruz, noble cordobesa comprometida con la educación de las niñas huérfanas y pobres que vendió sus posesiones para comprar la casa que ahora ocupa el colegio de la Piedad y que ella convirtió en lugar de acogida donde educar y formar a estas niñas hasta su muerte. La sociedad cordobesa y los gobiernos locales, de distintos signos políticos, pusieron a veces palos en las ruedas en ese propósito. Recuerda Castejón cómo en el nacimiento del barrio de Mirabueno se propuso un listado de nombres de cantaoras y bailaoras de flamenco para denominar a una serie de vías en esta zona, iniciativa que fue rechazada por la asociación de vecinos. «Les pareció que los nombres artísticos o apodos con los que se conoce a estas mujeres en el ámbito flamenco, como Juana La Macarrona o La Serneta, como se conocía a la madre de la soleá, Mercedes Fernández Vargas, no eran propios de un barrio residencial sino que pegaban más en un sitio más popular». El gerente de Urbanismo de la época planteó incluso a la asociación que a nadie le haría gracia decir que vivía en la calle La Paquera de Jerez, con lo que había sido en Córdoba La Paquera, mujer transexual conocida por sus actuaciones en el carnaval. El machismo que rezuma tal afirmación, en un momento en que la lucha por los derechos de las personas transexuales está sobre la mesa, se mezcla con el clasismo de pensar que hay nombres dignos en unos barrios e indignos en otros. El hecho es que aquella propuesta, que ya había obtenido el visto bueno del consejo rector de la Gerencia de Urbanismo, fue retirada y el barrio acabó teniendo nombres de flores.

La urbanización de la Carrera del Caballo permitió dar otro empuje al callejero femenino de Córdoba, en este caso, con nombres de divas de la canción. Esa zona se rotuló con figuras como Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Concha Piquer, Edit Piaf, Marlene Dietrich, glorieta Lola Flores, Amalia Rodrigues, Estrellita Castro, Nina Simone, Renata Tebaldi, Imperio Argentina, que comparten barrio con Alfredo Kraus, Miguel de Molina, Luciano Pavaroti, Juanito Valdeerrama o Enrico Caruso. El desconocimiento o la dejadez de los responsables del momento permitió incorporar una calle a Aretha Franklin cuando en aquella fecha aún estaba viva, saltándose el protocolo establecido de que solo se puede dar nombre a una calle si el personaje ha fallecido al menos cinco años antes.

Parón por la crisis del 2008

Desde que empezó la crisis del 2008, la suma de calles nuevas con nombre de mujer ha sufrido un frenazo debido principalmente, según Castejón, al parón urbanístico que generó la explosión de la burbuja inmobiliaria. Pese a ello, se han sumado nombres de escritoras como el Jardín de Elena Fortún en la zona del Zoco y, en el área de Poniente Nuevo, nombres como Emilia Pardo Bazán, Teresa León, Maruja Mallo, Concha Espina y Carmen de Burgos. También ha prosperado alguna iniciativa concreta como la de la glorieta de Zenobia Camprubí, la que fuera esposa de Juan Ramón Jiménez, quien dejó dicho que no se le rindiera homenaje a él sino a ella, responsable en gran medida de su éxito. Su glorieta cordobesa se sitúa muy próxima a la calle del escritor.

Cierto tipo de clasismo también estuvo detrás del cambio de denominación de una glorieta, la de la libertadora Manuela Sáenz. En el barrio del Guadalquivir, donde se eligió a los libertadores como tema para dar nombre a las calles, esta mujer iba a ser la que nombrara a la rotonda de la entrada. Según relata Castejón, llegó a colgarse el nombre de ella, algo que se frenó por el rechazo de la zona, que pensó que sus viviendas, limítrofes con la avenida de Cádiz, perderían valor al vincularse por el nombre al resto del barrio del Guadalquivir. Finalmente, esa rotonda pasó a denominarse Ciudad de Córdoba y la libertadora Manuela Sáenz se trasladó a un pasaje más de interior.

La última iniciativa tuvo lugar en el 2019, cuando el consejo rector de Urbanismo dio luz verde a la denominación de cuatro calles con los nombres de la fotógrafa Gerda Taro, pareja profesional y sentimental de Robert Capa; Pepita Patiño, la mujer que inspiró al personaje protagonista de la novela La voz dormida, de Dulce Chacón; la musa de carne y hueso del pintor Julio Romero de Torres, Teresa López La Chiquita Piconera, y Muryan, que fue mujer del califa Abderramán III. Dos años después, los rótulos aún están esperando ser colocados y sus denominaciones no aparecen todavía en Google Maps.

Mujeres cordobesas

Aunque a fuerza de presión social, el callejero se ha ido poblado poco a poco con rótulos de mujeres que han escrito la historia de la humanidad tanto o más que sus contemporáneos masculinos, capítulo aparte merecen las mujeres cordobesas que han obtenido el reconocimiento popular en su ciudad. Una de las personas que más ha investigado al respecto es Inmaculada Serrano, licenciada en Filología Hispánica, arabista y profesora de Lengua y Literatura en el IES San Álvaro. Desde el 2007, trabaja en la creación de rutas por Córdoba con las que intenta visibilizar quiénes fueron esas mujeres con cuyos nombres nos topamos a diario y que forman parte del pasado común de los cordobeses sin que sepamos muy bien quiénes son ni qué hicieron.

En el 2019, Serrano elaboró dos rutas en un proyecto auspiciado por el Departamento de Mujer e Igualdad del Ayuntamiento de Córdoba en respuesta a la demanda del Centro de Profesorado de Córdoba para continuar con una iniciativa surgida diez años de realizar rutas con perspectiva de género por Córdoba. Esa ruta, recogida en la web http://mujerescallescordoba.es/, propone un recorrido por enclaves vinculados a mujeres nacidas o vinculadas a Córdoba en distintos periodos históricos como Ana María Vicent Zaragoza, directora del Museo Arqueológico de Córdoba durante 30 años; Helvina Albina La Menor, que apoyó con su dinero, en los siglos I AC, la construcción del Teatro Romano; Teresa García Moreno, catedrática de piano y secretaria del Conservatorio Profesional durante 30 años a principios del siglo pasado; Ángela Romero de Torres, intelectual eclipsada por sus hermanos pintores aunque tuvo un papel clave en la defensa del patrimonio historico-artístico de Córdoba; Argentaria Pola, escritora e intelectual romana esposa de Lucano y creadora de un salón literario de mujeres por la poesía; Leonor López de Castro, consejera de la Reina de Castilla Catalina de Lancaster en el siglo XV, o Rosario Vázquez Angulo, escritora, maestra de Primaria y precursora del feminismo en el siglo XIX.

Detrás de calles y plazas, hay historias dramáticas, como la de Antonia Sánchez, cordobesa tiroteada en mayo del 2001 por el padre de sus hijos cuando ella regresaba a casa con los niños; historias de renuncia como la de Isabel Losa, que llegó a ser doctora, pero al quedarse viuda se hizo monja de Santa Clara para entregarse a la vida piadosa; relatos de amor y ambición como el de la esclava Tarub y una de las favoritas del harén de Abderramán II, que logró introducir algunas reformas para mejorar la herencia de los hijos que parían las mujeres de su harén; y anécdotas históricas como la de Doña Aldonza (López de Haro) en el siglo XIV, madre de Alonso Fernández de Córdoba, que pidió a su hijo que no traicionara a su ciudad entregando a las tropas de Pedro I el Cruel con unas palabras que hoy dan nombre al barrio en el que ella tiene su calle: «En el campo se verá la verdad», le dijo.

Las vidas de todas ellas y muchas más conformaron la historia de Córdoba. Por eso, como los hombres, merecen rotular sus calles y perdurar en la memoria.

Solo ocho calles de mujeres en todo el Distrito Sur

Los alumnos de 2º curso de Pmar del IES San Álvaro han desarrollado durante el primer trimestre de este curso un estudio de las calles del Distrito Sur que tienen nombre de mujer. Inmaculada Serrano, profesora de Lengua y Literatura que ha liderado el proyecto con sus alumnos, explica que solo figuran los nombres de ocho mujeres: Luisa de Marillac, Carmen Olmedo Checa, Rocío Moragas, Pola Argentaria, Doña Aldonza, Pompeya Paulina, Santa Teresa y Sor Pilar. La investigación les ha llevado a profundizar sobre la historia de cada una de ellas. «Algunas están vinculadas a Córdoba y al barrio, como Doña Aldonza». También han estudiado el nombre literario y ficticio de Medea en el callejero «como personaje mitológico que encarna la mujer independiente y libre que lucha por sus objetivos». De algunas de las mujeres, hay muy poca información, lamenta Serrano. Es el caso de Rocío Moragas, perteneciente a la generación de los años 50 y relacionada con el grupo Cántico en Córdoba, lo que muestra el poco reconocimiento a lo largo de la historia de las mujeres que fueron destacadas, pese a su aportación al patrimonio cultural y artístico». El alumnado culminará su proyecto con carteles sobre cada una de las mujeres para difundir su legado mientras el grupo de 2º de Bachillerato prepara una exposición virtual que se difundirá en la web del centro y en las redes sociales.

Aún faltan muchos nombres

Aún queda mucho trabajo por hacer para completar el callejero y hacer justicia con las mujeres olvidadas. La asociación Lola Castilla confía en que se incorporen al callejero nombres como Ana María Vicent, Pilar Chofle, Francisca Pellicer, Amalia Ladrón de Guevara, Amalia Heredia, La Niña de Castro, Graciela Fernández Vergara, la escriba Fátima o Magdalena Jurado. Por su parte, Inmaculada Serrano propone, entre otros, el reconocimiento de la secretaria mayor de Alhakén II, Lubna, cuyo nombre se aprobó cambiar por el de Periodista Quesada Chacón y aún no se ha hecho; Qálam, música, historiadora y escritora del siglo IX, Zayda, princesa e intelectual cordobesa esposa de Alfonso VI, Ana María de Soto y Alhama, primera mujer infante de Marina en España, en el siglo XVI, María Luisa de Morales, pintora y grabadora o la escritora cordobesa Concha Lagos, «que tiene una calle muy en las afueras», para la que pide una vía más digna.