De sobra es conocido que el papel de los cocineros está más reconocido en la actualidad que hace veinte años. Reconocimiento que, bien por casualidad o por coincidencias de la vida, llámese como quiera, siempre suele recaer sobre una figura masculina. Es por eso que aun existe una tarea pendiente en el mundo de los fogones, y es el dotar de prestigio a las cocineras o, al menos, más del que se le concede hoy en día.

Al igual que de cocineros (hombre), el buen hacer de unas manos en la cocina también suele recaer sobre un restaurante. Sí, sobre un edificio. Una puntualización que ayer hizo el presidente del Aula del Vino de Córdoba, Manuel López Alejandre, recordando que «está claro que un edificio, por muy bonito que sea, no cocina». A este olvido también se le une la marginación que muchas veces recibe la comida «de toda la vida» frente a las técnicas innovadores o vanguardistas entre fogones, tan de moda últimamente.

Por ello, y por mucho más, el Aula del Vino de Córdoba lleva 18 años poniendo en valor a las mujeres que «preparan esas tapas exquisitas que salen de la cocina de la taberna», señaló el presidente del aula ayer.

En esta ocasión, esta organización homenajeó a Antonia Cabello León, encargada de llevar tres tabernas a sus espaldas: Taberna Rafaé y Los Califas, en la calle Deanes, y la Vinoteca en Medina Corella, inaugurada en el año 2013. El reconocimiento comenzó recordando al fundador de los establecimientos, Rafael Ordóñez y a su esposa, Cecilia Galán, «magistral cocinera que siempre supo adaptar la cocina doméstica a la que requería la taberna» y maestra de la galardonada.

Cecilia, con su buen hacer, consiguió ser un referente en la restauración cordobesa, transmitiendo a Antonia, la homenajeada, todo su arte culinario, de tal manera que obtuvo el primer premio a la innovación en el concurso de tapas y también el de la Cofradía del Rabo de Toro. De esta guisa, nunca mejor dicho, Antonia, décimo octava Señora de las Tabernas, culminó el acto con sus tapas.