«En casa hay días que no tenemos ni para comer, mi marido va por los contenedores y yo me he tenido que poner a pedir porque no encuentro trabajo y hemos estado meses sin cobrar ni un euro». Es el testimonio de una vecina de la calle Motril, de 29 años, madre de tres hijos «de sobresaliente en el colegio», presume. Ha dejado de coger chatarra «porque los vecinos no me dejan que la guarde en la puerta», explica, «las amigas me dan ropa, guardo lo que necesito y lo demás lo reparto a otras».

Manuel Sierra, presidente de la AVV La Mirada del Sur, recibe a diario mensajes de familias a las que les falta lo más básico. «La gente se cree que todo el mundo tiene las necesidades cubiertas, pero aquí hay personas que están pasando hambre», asegura. Francisca asiente a su lado. Ella, su marido y sus dos hijos menores viven con los 368 euros de la paga no contributiva de él, que sufre una grave enfermedad del aparato digestivo. «Te ves negra para pagar el alquiler, debo mucho dinero porque con 300 y pico euros, ¿cómo puedes vivir?». El viernes llamó a Manuel «desesperada, porque no tenía ni leche ni nada para darle a mis hijos», explica. «A mí me da vergüenza salir aquí y contar esto, pero es la verdad y no hay trabajo ninguno». El problema de los alimentos que, de vez en cuando reciben de alguna entidad, es que no sirven por sí solos para hacer un menú completo. «Si te dan botes de lentejas, tienes que echarles algo, si te dan un paquete de arroz igual, si te dan pasta lo mismo y, si no tienes dinero para comprar lo que te falta, por muchos paquetes de pasta que tengas...». Al final, acaban recurriendo a la comida basura. «Las patatas fritas o las salchichas te salvan la cena», comenta resignada.

La asociación, que no recibe comida del Banco de Alimentos, atiende las peticiones «con lo que nos dan vecinos, particulares, algunos comercios y donaciones que nos han llegado en momentos puntuales», señala Sierra, que se queja de la falta de políticas de formación y empleo en el barrio. «La gente no quiere una limosna, necesita trabajo, hacen falta escuelas taller para formarla, yo soy carnicero y me consta que faltan carniceros y cursos que enseñen el oficio», asegura.

La historia se repite una y otra vez. Luisa, madre soltera jubilada, vive con su hijo con una paga no contributiva de 330 euros. «He trabajado desde los 12 años, pero no tengo derecho a más pensión que esa porque en todos estos años no he cotizado apenas», explica, «haces malabares para por lo menos comer, pero si te viene un recibo o ahora que tengo que pagar 100 euros para poner el contador del agua, ¿de dónde lo sacas?». Inma y su marido están parados. No tienen hijos. En este momento, viven con 430 euros que recibe el marido por el salario social. «La hipoteca son 325 euros y 50 de comunidad», explica. Desde que murió el padre de ella, con cuya pensión iban tirando los tres, no han podido hacer frente a los pagos. Inma forma parte de la junta directiva de La Mirada del Sur y, pese a su situación personal, ayuda activamente al resto de vecinos. «Soy diabética y los asistentes sociales me dicen que no me pueden dar para la insulina, que son 11 euros, parece poco, pero cuando no tienes nada, ¿de dónde lo sacas? Pues me pincho un día sí, otro no...» Fany y Soraya son hermanas, las dos madres solteras de dos hijos cada una, sin vivienda, sin recursos y sin la pensión de alimentos que les corresponde del padre de sus hijos. María José, madre de tres hijos, está de ocupa en un piso después de que la echaran del suyo por no poder pagar, lo que le costó perder la custodia de sus hijos menores. «Me han cortado la luz porque el piso no es mío y, cuando he ido a ver a la trabajadora social del barrio, me han dado cita ¡para el 8 de octubre!»... Las historias continúan mientras Manuel Sierra pide ayuda urgente para el barrio. «Yo le pediría a la alcaldesa que viniera por aquí un día y hablara con la gente, esto está pasando, alguien lo tiene que oír».