Los colegios de los barrios más desfavorecidos de Córdoba se enfrentan estos días al avance galopante del absentismo escolar, una realidad para la que la Consejería de Educación aún no ha dado instrucciones que regulen la excepcionalidad del momento. El miedo al covid está haciendo que las aulas de colegios como el Antonio Gala, en Moreras; el Albolafia, en el Sector Sur, o el Duque de Rivas, en Palmeras, se queden a diario medio vacías mientras los equipos docentes se afanan por convencer a las familias de que las instalaciones, con una ratio mucho más baja que la media, son un lugar seguro para sus hijos y les recuerdan que la presencialidad es obligatoria.

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«Hay muchas casuísticas diferentes, hay quienes temen por sus hijos si estos son vulnerables por alguna enfermedad, familias extensas en las que conviven hijos, padres y abuelos en pocos metros y que no quieren exponer a los mayores, y quienes simplemente tienen miedo y no tienen la necesidad de conciliación de otras familias porque no tienen trabajo», explica Isabel Bernal, directora del CEIP Antonio Gala. A eso hay que sumar los casos de absentismo crónico. Sin una norma específica que rija el momento actual, marcado por la pandemia, los docentes se están viendo obligados a abordar todos los casos siguiendo el protocolo establecido cuando se acumulan 5 faltas injustificadas. La dificultad estriba en determinar qué se considera falta justificada y quién debe justificarla. Según Auxiliadora Blasco, directora del CEIP Duque de Rivas, «el miedo al contagio no se considera razón suficiente para no traer a un niño a clase». El resultado es que todos esos niños, la mitad o más de la población escolar de estos centros, tampoco reciben formación online «porque de hacerlo, legitimaríamos las ausencias injustificadas», señala Blasco, que asegura que los docentes se sienten solos, sin guía en muchas de las cuestiones que están teniendo que paliar en este momento de máxima incertidumbre.

Algunos servicios como el aula matinal apenas reciben usuarios. «Si no vienen a clase, mucho menos van a venir al aula matinal», explica Bernal, que no quiere renunciar al servicio, con la esperanza de que la situación revierta poco a poco.

Para Ximo Roig, director del colegio Albolafia, donde la asistencia de alumnos ronda el 25-30%, lo que se está viviendo en estos centros es alarmante. «Durante el confinamiento, hicimos un esfuerzo extraordinario para evitar que la brecha digital afectara al alumnado, pero el absentismo puede tener un efecto devastador sobre estos menores y hacer que todos los avances que se habían conseguido en los últimos años caigan ahora en saco roto», comenta preocupado.

Sin instrucciones alternativas, a los directores no les queda otra que intentar convencer a las familias al tiempo que se pone en marcha un protocolo que puede acabar en los juzgados. «Luchar contra el miedo es muy complicado y más en familias donde hay ciertas carencias culturales que les llevan a no dar la importancia a la educación que tiene para otras y, además, en casa no hay trabajo ni necesidad de conciliación», comenta Roig, que asegura vivir los últimos meses «con un nudo en el estómago permanente». Para los directores, «no ha habido previsión sobre qué hacer en estos entornos desfavorecidos» y ahora no hay herramientas para atraer al alumnado. Por su parte, la Delegación de Educación indicó el miércoles que el viernes enviaría una circular a los colegios aclarando las dudas, pero al cierre de la jornada escolar no habían emitido tal documento.