«A mi madre se le fue la sonrisa el mismo día que desapareció mi hermana». Así resume Antonio Zurera cómo es el estado de ánimo de una mujer de 82 años que desde el 2 de marzo de 2008 no sabe nada de lo que ha ocurrido con su hija, Ángeles Zurera. «Ella solo pide que se la den, como sea, pero que se la den», afirma Antonio con la voz entrecortada. A él le toca la difícil tarea de llevar el peso de la búsqueda de su hermana, Angelines, como la llaman en casa y como todos la conocen en Aguilar de la Frontera, donde vivía y donde fue vista por última vez.

Angelines había ido a Córdoba con unas amigas y con la novia de su hijo para hacer unas compras y llegó a su casa de Aguilar en torno a las 21.00 horas. Lo siguiente que se sabe es que sobre las 01.20 de la madrugada recibe una llamada de su ex marido, que atiende y que dura dos minutos y medio. A partir de ahí, ni rastro de la mujer, que entonces tenía 42 años. El matrimonio se había separado a mediados del mes anterior y él se enfrentó a una condena de seis meses de cárcel por malos tratos cometidos anteriormente a la desaparición, si bien la pena llegó cuando ya no se sabía de su paradero. El único investigado ha sido este hombre, pero nada ha hecho concluir que tenga algo que ver con la marcha de Angelines. La familia tiene que verlo por el pueblo «y el corazón se pone a mil», reconoce Antonio, quien asume que por el momento no hay ningún culpable oficial de la desaparición de su hermana.

El caso fue archivado por la Audiencia Provincial pero las investigaciones no han cesado. «Estamos tranquilos en ese sentido, porque la Policía Judicial siempre nos ha dicho que cualquier indicio o prueba reabriría el caso», indica el hermano. Su esperanza está ahora puesta en dos teléfonos móviles cuyo contenido estudian en una empresa especializada de Madrid. En un principio solo se analizaron las últimas llamadas, pero la familia cree que los dispositivos pueden contener otro tipo de información valiosa para saber qué le ocurrió a Angelines, madre de dos hijos. Esa firme convicción viene avalada por un informe firmado por cinco criminólogos de un despacho de Madrid que colabora con las familias de desaparecidos. «Vamos a hacer lo que sea para encontrar a mi hermana», insiste Antonio cuando ya se han cumplido diez años y un mes de su desaparición. No obstante, las esperanzas de encontrarla con vida son más bien escasas. «A mi hermana la buscamos muerta, abriendo agujeros, debajo de agua, como sea, pero queremos que aparezca, porque es necesario que cerremos este duelo con el que no se puede vivir».

Antonio Zurera insiste en pedir que se usen los mismos medios para buscar a todos los desaparecidos, «porque todos los casos son igual de duros para sus familias y no puede haber desapariciones de primera y de segunda».