La lluvia caída ayer durante toda la jornada deslució el Mercado Medieval, que este año está dedicado a las tres culturas (cristiana, musulmana y judía) que convivieron en Córdoba en la Edad Media. Los artesanos y comerciantes mantuvieron los 150 puestos del mercado abiertos todo el día, pero fueron pocos los cordobeses que se animaron a pasear por el entorno de la Calahorra y Miraflores. Alberto Almagro, coordinador de la empresa encargada de la organización, La Fragua de Vulcano, lamentaba ayer el mal tiempo y lo difícil que es que ninguna aseguradora cubra estas inclemencias. «Estos son los riesgos de trabajar en la calle», comentaba con la esperanza ya puesta en lo que pase hoy.

«¿Qué vamos a hacer? Nada, esperar a que haga un poco de mejor tiempo y que podamos recuperarnos un poquito», añadía Pati, un escultor de Alicante en su puesto de bisutería de metales, y que ayer se tomaba con filosofía la situación. «En días así, vamos a comprar a un comercio, nos hacemos unas costillas con patatas y confraternizamos. A estos --dice refiriéndose a sus vecinos de puesto-- los veo más que a mi familia», explica, porque habitualmente los mismos artesanos van haciendo los circuitos por toda España, Francia y Portugal.

La lluvia incesante obligó a suspender los 60 espectáculos que había programados, aunque el mercado decidió celebrar al menos el pasacalles desde la calle Capitulares para tratar de animar y atraer a los pocos cordobeses que se atrevieron a desafiar al agua. «Nos han dicho que aquí llueve dos días, y nos ha tocado uno de ellos», se quejaba una de las actrices, que temía que la lluvia estropease los disfraces.

Cristian Oliver, de Lord del Formatge, un puesto de quesos artesanos, también asumía con paciencia las inclemencias meteorológicas: «Tierra mojada, cajón seco. Mañana dan bueno, a ver qué pasa. Esto es, sencillamente, parte del trabajo en la calle. Yo creo que el domingo va a ser el día», comentaba optimista y vestido de cruzado en una zona donde reza: judería. «No me he enterado del cambio», comenta Cristian sobre las novedades temáticas introducidas en el mercado. «No tenía ni idea, y eso que yo vengo aquí desde que tenía pelo y mira cómo estoy (calvo). Se hacía en La Corredera, allí me gustaba más, era más cercano, todo más medieval por decirlo de algún modo», apunta mientras vende su producto: «Trabajamos las cuatro variedades que se han dejado ordeñar: vaca, búfala, oveja y cabra. Quesos suizos y españoles. Poca variedad, pero mucha calidad», concluye.

No todos, sin embargo, están contentos. Algunos artesanos, como Antonio Jurado, se quejan del precio que deben pagar por instalar un puesto a la empresa organizadora: «Este año para participar me pedían 500 euros, frente a los 286 que pagué el año pasado», critica. Y es que ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos.