Mientras Hisae Yanase daba clases de cerámica artística en la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria fue desarrollando su propia obra, en la que lo menos es más. En esa búsqueda de la simplicidad aparente, de decir lo máximo con lo mínimo, tan cercana al mundo oriental que dejó atrás, ha desarrollado una trayectoria firme y coherente en la que el virtuosismo técnico se conjuga a veces con el azar. Como en esas piedras salidas de sus manos que para ella son energía cósmica y acción, cantos rodados que siguen su camino.

--Durante un tiempo trabajó en la reproducción de la cerámica califal. ¿Cómo fue aquella experiencia?

--Fue muy interesante. Santiago Baena, un cura con mucha inquietud de La Fuensanta, me planteó que quería montar un taller de cerámica con un grupo de minusválidos, que luego fueron los talleres Alfar-Frapa. Pero a mí ya antes me gustaba mucho la cerámica califal, una de las cerámicas españolas más interesantes. Pero se había dejado de hacer en el siglo XII. Fuimos a ver restos arqueológicos a Medina Azahara, de diseño impresionante, y decidimos recuperar la cerámica califal.

--¿Costó mucho el proceso?

--Nos movimos rápido. Fuimos a hablar con Manuel Nieto Cumplido, del Cabildo de la Catedral, para contarle la idea. Y montamos el grupo. Yo creo que el taller sigue funcionando aún en La Fuensanta. Conseguimos matices satinados, con verde logrado con carbonato de cobre y manganeso. Luego continuó otra profesora, Yolanda Puche. Resultó una cerámica muy bonita.

--¿Se movió entre artistas desde el principio?

--Sí, porque yo conocía al Equipo 57, a Pepe Duarte, que para mí era el mejor pintor. También traté a Aguilera Amate. Era gente de mucho nivel. Pero en general me encontré con una pintura muy clásica, más bien cerrada y aún con menos información que mi país sobre lo que se hacía fuera. Conocer a Rita Rutkowski para mí fue una sorpresa y un respiro.

--Ahora, ya jubilada, tendrá tiempo para todo.

--Lo tengo y no lo tengo. Me piden colaboración desde muchos sitios. Como la economía está tan mal, todo el mundo quiere hacer algo sin dinero, y me llaman para que ayude. Lo mejor de la jubilación es que no tengo la responsabilidad de los alumnos, que es mucha.