Cuando en 1984 los padres de Violeta Villegas compraron su casa, el barrio del Potro rozaba la marginalidad. Hoy, 33 años después, es una de las zonas de moda en Córdoba, para el turismo y el ocio. «En esta misma calle vivían muchas familias gitanas, parte de la población autóctona que siempre tuvo el barrio, pero todas se han ido yendo. Vecinos que llevemos más de 30 años quedamos pocos», comenta Violeta, que explica cómo su vida se ha convertido en un infierno. «Me están amargando la vida y obligando a hacer lo que no quiero. Me echan de mi casa y de mi barrio y encima la mala soy yo, porque hay quienes piensan que lo que quiero al tratar de poner un apartamento turístico es especular. Especular no, quiero sobrevivir», afirma.

Violeta explica que ha tomado la decisión de irse porque es «insufrible vivir el día a día aquí». "El problema no es solo que haya bares y empresarios, que estén tratando de ganarse la vida, el problema es que la Administración no ha sabido gestionar el turismo. Esto es la gallina de los huevos de oro y están estrujándolo y a la larga no será sostenible", comenta. La presencia de bares con terrazas justo en las ventanas de su casa; la salida de la gente de los bares a las dos y de la discoteca, a las cuatro; gritos y peleas; a las tres, la retirada del mobiliario de los bares, y, por fin, el ruido de la carga y descarga, a las 7.

"Es imposible vivir aquí, pero no solo es un problema de ruido, que podrán tener otros muchos cordobeses en otros barrios, aquí hay que sumar muchos otros problemas más que la administración, local y regional, está creando al fomentar este tipo de turismo", añade. Además de la incomodidad que describe, explica que ahora no podría vender su casa, porque cree que «nadie querría vivir aquí», y menos al precio que considera razonable; y que a todo eso habría que sumar que por vivir en pleno centro paga 1.500 de contribución y se ve obligada a alquilar dos cocheras. A eso habría que añadirle, las dificultades de hacer incluso pequeñas obras como pintar la fachada, o circular en coche para llegar a casa.

Por todo, Violeta y su familia han tomado la «dolorosa» decisión de irse, y tratar de buscar la única salida que les queda: poner un negocio de apartamentos, algo que tampoco será fácil, ni barato. «Y encima, como te decía, la mala soy yo, porque quiero especular...».