En Córdoba, unas 5000 personas sordas -según la Asociación Provincial de Personas Sordas de Córdoba (Appsc)- han visto afectada su capacidad para comunicarse durante la pandemia por el uso de las mascarillas. A priori, podría pensarse que la principal dificultad a la que se enfrentan es la imposibilidad de realizar una lectura bucofacial a causa de su uso y, aunque esto está ocurriendo, son numerosas las barreras a las que se está enfrentando este colectivo derivadas de su uso.

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Así, Leyre Andrés Ustárroz, logopeda, especialista en discapacidad auditiva, y Francisco López Benítez, coordinador del Programa de Implantes Cocleares, recogen en una formación impartida a profesionales del ámbito educativo --a través del Centro de Profesorado de Córdoba-- que se ha comprobado que las mascarillas reducen considerablemente la intensidad en la que se recibe el sonido. Este puede verse reducido hasta en 12 decibelios con el uso de las mascarillas FFP2 y, además, puede llegar especialmente distorsionado. Todo esto, incluso, puede notarse en las personas normo-oyentes.

Durante el confinamiento fueron numerosas las iniciativas para intentar resolver estas problemáticas, creando alternativas que facilitasen el día a día de las personas que padecen estas dificultades. Un ejemplo de esto fue Córdoba Inclusiva Cocemfe, que elaboró y distribuyó gratuitamente, mascarillas con una parte transparente. El mayor impulso para favorecer el uso de este tipo de mascarillas lo dio la Federación AICE de implantados cocleares, que envió desde el confinamiento mascarillas ya certificadas por laboratorio a todos sus socios gratuitamente.

Hay diferentes tipos de estas mascarillas especiales: las que incluyen una ventana transparente de plástico a la altura de la boca, comercializadas por empresas como Publies (AICE) o Mascarillas para Sonreír; las que son similares a las normales y que están hechas con fibras sintéticas semitransparentes, de Textil Artigas o Ilunion; y otras mascarillas inteligentes y accesibles que están siendo prototipadas por algunas organizaciones como Cliu.

Las principales problemáticas que se están encontrando en el uso de este tipo de mascarilla están relacionadas con la regulación y homologación de estas. Entidades como la CNSE están ya trabajando con ese tema. Actualmente, algunas empresas están acudiendo a laboratorios independientes para certificar que reúnen los mínimos de transpirabilidad y filtración del aire, pero no cuentan con una homologación oficial a pesar de la insistencia de las personas sordas.

Además, son mascarillas higiénicas, por lo que no protegen a las personas que la lleva puesta en el caso de, por ejemplo, trabajar en el ámbito educativo con niños menores de seis años que no la usan. A esto se le suma un precio elevado (las más baratas cuestan alrededor de 7 euros) y que se empañan con facilidad.

La comunidad sorda, explica Lucía Espejo, de Appsc, reclama otras cuestiones más allá de las mascarillas accesibles para favorecer la comunicación. «Tenemos muchos problemas con cuestiones como enfrentarnos a Salud Responde, que solo te puede atender por cita telefonía, o acceder a gestiones del empleo», explica. Por otro lado, hay que tener en cuenta que --explica Ruth López orientadora especialista en limitaciones auditivas-- no todas las personas sordas saben leer los labios. Así, fuentes de la Fundación Andaluza Accesibilidad y Personas Sordas corroboran la heterogeneidad del colectivo y sus necesidades.

Para atender a esta diversidad, el uso de estas mascarillas debe estar acompañando de otras medidas de accesibilidad a la comunicación como pueden ser el uso de la lengua de signos -si fuera la persona signante--, la incorporación de subtítulos, utilización de recursos técnicos como las emisoras de FM -para eliminar ruidos y acercar el sonido--, o intentar eliminar el ruido de los contextos, cuenta López.

RESPUESTA EDUCATIVA

Para combatir esta problemática, son 22 los docentes en atención específica a este alumnado en colegios e institutos (cotutoras de lengua de signos y profesorado de apoyo curricular), además de contar con intérpretes de lengua de signos para los institutos donde cursa estudios el alumnado signante; y se han dispuesto emisoras FM para todo el alumnado que se puede beneficiar de ellas. En este sentido, muchos centros educativos que escolarizan a alumnado con sordera, como el CEIP Albolafia o el CEIP Colón, han comprado, de forma independiente, mascarillas accesibles para el profesorado que atiende a este colectivo.