Con apenas 19 años salió de Córdoba para iniciar una búsqueda en el terreno artístico que nunca culminará para esta cantante, cantaora, bailaora, dramaturga, compositora y actriz que se mueve en un amplio abanico de géneros y que vive este año el momento más dulce de su carrera. Pese a que huye de grabaciones y de vídeos promocionales porque para Mariola Membrives --afincada en Barcelona, ciudad en la que es muy conocida y donde defiende actualmente el montaje Federico García-- la sinceridad radica en el directo y el contacto con el público, el éxito cosechado con su revisión en clave de jazz del revolucionario disco Omega de Enrique Morente, unido a su participación en el montaje de La Fura dels Baus Free Bach 212, la han acercado a la popularidad de manera natural. El recorrido ha sido largo y son muchas las colaboraciones con importantes músicos, salas, festivales y maestros que salpican su ya extensa trayectoria, que continúa en la actualidad con interesantes y poco comunes proyectos con los que sigue investigando y conociéndose a sí misma. Entre ellos, un próximo disco que se aleja un poco de su primer y único trabajo discográfico, Llorona, y una obra de teatro, La Reina Toro, donde ella asume la dramaturgia y la interpretación y que le encantaría estrenar en Córdoba, una ciudad a la que se siente «agradecida».

-Se marchó de Córdoba a Madrid con la intención de hacer carrera como actriz y, finalmente, su trabajo se ha desarrollado más como cantante. ¿Cómo fue el proceso?

--Un poco difícil, pero tenía mucha energía, muchas ganas. Yo bailaba desde siempre y lo de cantar lo dejaba para la intimidad, me daba mucha vergüenza, le tenía pánico. De hecho, hasta hace relativamente poco no salí totalmente del armario, algo a lo que la interpretación me ayudó mucho a dar el paso. Durante aquellos años, trabajé de camarera para pagarme los estudios, primero con Cristina Rota, donde coincidí con Fernando Tejero, después pasé por otra escuela, y allí una profesora me propuso cantar el coro de una obra griega que hacía una compañía gallega.

-Y puso rumbo a Galicia.

--Así es. Grabé la banda sonora, trabajé como ayudante de dirección y, al volver a Madrid, me proponen regresar a Galicia para trabajar como actriz en una compañía de teatro independiente. En aquel momento yo ya estaba trabajando en dos series, Aladina y La casa de los líos, pero aquello no me gustaba, yo quería hacer teatro y me marché de nuevo a Galicia, donde estuve dos años. La compañía se disolvió muy pronto y yo creé la mía propia, que se llamó Tatá Teatro por un tema de Vicente Amigo, pero yo llevaba mucho tiempo de lucha, me dio el bajón y volví a Córdoba. Me peleé con el teatro, me enfadé con todo lo que estaba pasando. En Córdoba me puse a estudiar diseño de joyería, pero un joven guitarrista me incitaba a cantar constantemente. Decidí volver a lo mío y empecé a estudiar música en el taller de Mayte Martín, que era de flamenco y jazz, y ahí empezó mi carrera como cantante. No fue nada fácil, he tenido que saltar muchos obstáculos, sobre todo personales, internos, y hoy, que no paro de trabajar, creo que los peores obstáculos que he tenido que vencer han sido contra mí misma. Tenemos la idea de que hay que luchar de una manera, y a lo mejor no es necesario tanto.

-¿Cuántas veces pensó en tirar la toalla?

--Muchas. Es muy duro, en este terreno de la música no puedes dejar de estudiar nunca y medirte mucho, competir con uno mismo.

-Ha estudiado Arte Dramático, flamenco con los mejores artistas, música, danza … Parece que vive en una constante búsqueda.

--Sí. Tal cual. Y me sigue pasando actualmente con todos los proyectos, con los músicos que me acompañan. Soy muy exigente, aunque reconozco que cada vez menos. Por ejemplo, con el flamenco, pese a haberlo estudiado y conocerlo, esa exigencia me viene por donde he crecido, tenía que hacerlo impecable.

-¿Ha encontrado su lugar?

--No me lo había planteado. Como artista, creo que sí; en el mundo, no. Creo que he conseguido llegar a esa fusión de disciplinas: teatro, música, danza, flamenco… Y sigo investigando. Ahora he escrito una obra de teatro, La Reina Toro, que quisiera estrenar en Córdoba. En ella, canto, interpreto, hay un bailarín... Se basa en textos de Max Aub y José Bergamín, y uso mucho la simbología del toreo, pero no como apología de la fiesta. Habla del comportamiento humano, de los miedos, de las búsquedas, Y ahí está todo. Es un dibujo que he hecho con textos de otros y es un acto de transformación.

-En marzo tuvimos la oportunidad de verla en el Teatro Góngora con su revisión en clave de jazz del revolucionario disco ‘Omega’, de Enrique Morente y Lagartija Nick. ¿Cómo surgió el proyecto? ¿No le dijeron que era muy osada?

--Fue una osadía total. Me lo propuso el director de El Dorado, una sociedad flamenca barcelonesa, cuando hicieron un ciclo sobre Morente. Al principio tuve dudas, pero finalmente le dije que lo intentaría. Empecé a llamar a músicos, todos ellos muy grandes, y lo enfrenté. Con un cuarteto no se puede ser muy fiel al disco, donde hay distorsiones, coros, palmeros, etcétera, así que me busqué la vida a mi manera para llegar, con una trompeta, una batería de jazz, una guitarra flamenca y un contrabajo, a la esencia que tienen estos poemas de Lorca y el sonido que Enrique quiso hacer. El espectáculo ha ido creciendo, las estructuras están muy abiertas y cada concierto suena diferente.

-¿Imaginaba el éxito que tendría este proyecto?

--No. En absoluto. Íbamos a hacer solo dos conciertos, pero la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes apostó por este trabajo dentro de un centenar de grupos de jazz muy buenos, con grandes trayectorias, e hicimos una gira.

-No cabe duda de que le gustan los retos.

--No me gustan, pero me los voy encontrando por el camino.

-¿Qué cree que le hubiera parecido a Morente? Al parecer, a Lagartija Nick le encantó.

--A Antonio Arias y el resto del grupo le encantó, y al productor de Omega, que lo vio en Málaga. Fue el tercer concierto y cuando ví a Antonio Arias con las lágrimas saltadas sentí que no lo había hecho mal, que había respetado el espíritu del maestro. En cuanto a qué pensaría Morente, en una de esas actuaciones me vio uno de sus grandes amigos y me dijo: «Ojalá lo hubiera visto Enrique». Esa noche soñé con él. Fue muy emocionante y todo ese surco que él marcó ha sido mi camino, es donde a mí me gusta estar.

-¿Sigue girando con este espectáculo?

-Sí. Esta semana lo hemos hecho en Ibiza y en el Festival Altaveu de Sant Boi, y hay cuatro citas más. Me gustaría que hubiera uno último en enero porque este proyecto ya ha tenido su recorrido, ya me ha enseñado mucho, y quiero despedirlo con un fin de fiesta.

-Si tuviera que definir su estilo, ¿cómo lo haría?

--No lo sé. Voy transformándome y creo que seguiré en constante evolución. Contar historias a través de la música, ya sea contemporánea, antigua, soul, jazz, flamenco o blues, es lo más cercano a esa definición.

-Parece que este año está siendo muy especial para usted. Incluso la hemos visto cantar junto a Chano Domínguez. ¿Cómo ha sido la experiencia?

--Fue algo muy especial. A la organización del Festival Mas i Mas se le ocurrió juntar a dos artistas que nunca habían trabajado juntos y pensaron en nosotros, aunque a mí me imponía mucho, Chano es otro maestro. Él tenía la agenda muy apretada, hicimos apenas un par de ensayos y desarrollamos un repertorio con clásicos latinos y españoles. Fue en el escenario del Grec ante más de 1.300 personas, y resultó muy bonito.

-Y siguiendo con maestros, recientemente la hemos visto en tierras cordobesas con ‘Free Bach 212’, de la Fura del Baus. ¿Cómo se trabaja con una compañía tan peculiar como esta?

--Llevamos más de un año con este montaje y es una maravilla. Es una gran compañía y el trabajo es muy creativo, muy abierto. Casi todas las melodías las llevo por donde quiero y aún ellos me dicen que si quiero improvisar, crear, lo haga. Seguimos de gira y tenemos un montón de fechas. El espectáculo es una locura. De repente, salgo cantando un martinete y el acompañamiento es una máquina de desgranar maíz.

-‘Llorona’ es su único disco y está muy lejos de lo comercial. ¿Va a seguir esa línea en su próximo trabajo?

-El siguiente disco lleva por título La enamorada y espero que salga el próximo octubre. Tiene una línea parecida al anterior en lo conceptual. Llorona fue una salida del armario, un parto, algo que había que hacer, aunque se realizó sin mucha maduración. Trabajé con un flamenco muy de base que fui deformando mediante un llanto. La enamorada se distancia un poco de esto, hay nostalgia, pero no hay drama, es un poco más rebelde, hay una guitarra eléctrica y se aleja del flamenco para acercarse al jazz, aunque hay una copla, una sevillana y un bolero flamenco. Es muy ecléctico, pero tiene una línea de decepción con esperanza y belleza. Es bonito.

-¿El hecho de tener solo este disco se debe a que a usted lo que le gusta es el directo? Tengo entendido que le tiene aversión a los vídeos, las redes sociales…

-A mí me importa, me interesa, el directo, aunque reconozco que últimamente me estoy dando cuenta de que la promoción es necesaria. Creo que se pierde el intercambio y pienso que al público hay que decirle que siempre es mucho mejor el directo. Prefiero sacrificar la popularidad, arriesgarme a que no me conozcan y que el día que me encuentren, el intercambio con el público sea sincero.

-¿Le gustaría tener más presencia en Córdoba?

-Eso siempre gusta. Y más en Córdoba, donde el público es exigente. Pero no me puedo quejar, nunca he llamado a la puerta de nadie y me han dicho que no, al contrario. Tengo la sensación de ser aceptada, de cariño, y me siento agradecida. Me encantaría presentar allí cada uno de mis proyectos.

-¿Cómo ve el panorama cultural de la ciudad?

--No estoy ahí, y algunos amigos me dicen que estoy equivocada, pero yo veo que se están haciendo cosas, quizá haga falta ampliar el abanico. Hay muchos y muy buenos artistas en Córdoba. Y sobre todo, noto mucha inquietud por crear.

-Vive en Barcelona, donde el terrorismo ha golpeado recientemente. ¿Cree que la música puede ayudar a luchar contra el terror?

-Totalmente. La música emociona y creo que une a un nivel superior, y los músicos, cuando se enfrentan al público, se liberan de todo lo demás. Cuando sucedió el atentado, estaba grabando en un estudio y al acabar todos nos sorprendimos al ver nuestros móviles llenos de mensajes y llamadas, nuestras familias llevaban horas intentando localizarnos, asustados. Cuando salimos a la calle, todos llorábamos al ver esa sensación de miedo, esas calles vacías. La música puede ser un arma para la paz y yo intento que lo sea.