El año de 2017 fue un periodo en el que se habló y escribió mucho de la figura de Manuel Rodríguez Sánchez Manolete. El motivo especial fue el cumplimiento de dos grandes efemérides: el setenta aniversario de la infortunada fecha de su muerte en la plaza de toros de Linares, y el centenario de su nacimiento en esta bendita su tierra de Córdoba. No habrá que insistir en decir sobre la figura de Manolete que tras su cogida ante el toro Islero, se convirtió en mito, y ha sido una de las personalidades taurinas de las que más se ha escrito en toda la historia.

Es lógico que a pesar de los muchos años que distan de su desaparición, se siga recordando su grandiosidad como torero y como persona. Así se hizo, a lo largo del año 2017, en el que para conmemorar dichas efemérides se programaron numerosos actos -de diversa índole- que se celebraron en todo el orbe taurino y especialmente -como no- en la tierra que le vio nacer. Muchos de estos actos fueron organizados con mejor voluntad que acierto, pero a fin de cuentas, con un resultado positivo. Se trataba de seguir dando gloria a aquel torero que con tanto orgullo y éxito paseó el nombre de Córdoba por toda España y gran parte de América; de seguir teniendo en cuenta que Manolete supuso, y es, un auténtico mito en la fiesta de los toros. Una figura inmortal.

Y como la cosa no puede quedar ahí, debido a la inmortalidad del mito, es por lo que nos permitimos continuar hablando de él en estos días en que se cumple el setenta y dos aniversario de su muerte, y volver ahora sobre el tema para ocuparnos de algunos pormenores de la instalación en nuestra ciudad de monumentos, que son las secuelas del recuerdo perenne de una madre que no debe olvidar nunca a un hijo tan preclaro.

Hoy vamos a centrarnos concretamente en el monumento que se erigió a Manolete en la Plaza de Conde de Priego, frente a la iglesia de Santa Marina. Para su realización se abrieron, desde la muerte del torero, varias suscripciones para recaudar fondos, en las que la respuesta popular no fue demasiado espléndida. La verdad es que la cantidad recaudada era insuficiente para poder levantar un monumento a nuestro ilustre paisano. Y fue entonces cuando surgió la idea del periodista José Luís Sánchez Garrido José Luís de Córdoba de embarcar en esta empresa a un gran amigo y compañero de Manolete, el matador de toros mexicano Carlos Arruza, al que dirigió una meditada carta pidiéndole colaboración para montar una corrida extraordinaria que pudiera servir para allegar fondos que permitieran costear el monumento.

José Luís de Córdoba escribió al torero mexicano una carta publicada en el diario CÓRDOBA del día 28 de agosto de 1951, y también en el semanario taurino El Ruedo.

El diestro azteca pronto se hizo eco de ella y contestó el día 2 de septiembre de 1951 con un telegrama que decía: «José Luís de Córdoba. Periodista. Córdoba de San Sebastián. Recojo su brindis con cariño y oportunamente nos veremos. Saludos. Carlos Arruza».

A partir de entonces, Arruza y su apoderado, don Andrés Gago, entraron en contacto con el periodista y después de algunas reuniones se ultimó la organización de la corrida extraordinaria en pro del monumento a Manolete, que se celebró en Córdoba, en el coso de Los Tejares, el 21 de octubre de 1951, contando con la actuación desinteresada de un puñado de artistas del toreo españoles y mexicanos, y para la que se anunciaron en principio diez toros donados por diferentes ganaderos a los que posteriormente hubo que agregarle uno más, porque Gitanillo de Triana, en vísperas del festejo, mostró a los organizadores su enfado y amenazó con lanzarse al ruedo como espontáneo si no se le incluía en el cartel.

Así, pues, se lidiaron definitivamente once toros, uno de ellos por el caballero rejoneador Duque de Pinohermoso; y los diez restantes por los matadores de toros españoles Rafael Vega Gitanillo de Triana, Agustín Parra Parrita, José María Martorell, Manuel Calero Calerito, Julio Aparicio y Rafaelito Lagartijo;y los mejicanos Carlos Arruza, Manuel Capetillo, Jorge Medina y Anselmo Liceaga.

Ni que decir tiene que la corrida constituyó un acontecimiento a escala nacional y el coso de los Tejares registró un lleno total para presenciarla. Carlos Arruza quiso que los precios fueran populares -cien pesetas sombra y cincuenta sol- y al éxito económico le acompañó el artístico, porque el festejo tuvo pasajes de enorme brillantez y triunfo de muchos de los lidiadores que actuaron.

El beneficio líquido de la corrida, una charla pronunciada por Federico García Sanchiz y otra actuación del Duque de Pinohermoso, fue de 799.436 pesetas. También el Conservatorio de Música ofreció una representación teatral de Don Juan Tenorio, que supuso otro ingreso de 1.766 pesetas. Todo este dinero, más el existente de anteriores suscripciones y donativos, con la aportación municipal de 25.000 pesetas, sumaron una cantidad que permitió afrontar el proyecto de realización de un monumento digno.

Se convocó, entonces, un concurso para elegirlo, contándose ya con terreno cedido por el excelentísimo Ayuntamiento, que había remozado el pavimento y realizado limpieza y acondicionamiento del espacio necesario en la plaza del Conde de Priego. Seguía actuando la Comisión nombrada con anterioridad, presidida por don Alfonso Cruz Conde, que continuó en vigor pese a que en la Alcaldía había tomado posesión su hermano don Antonio.

El jurado lo integraron el Alcalde, los académicos don José Francés, don Secundino Suazo, don Jacinto Higueras y don Enrique Lafuente; don José Luís Sánchez Garrido y don Miguel Zamora Herrador. Se convocaron dos concursos que fueron declarados desiertos y, posteriormente, se recomendó y analizó el proyecto presentado por el escultor don Manuel Alvarez Laviada y el escultor don Luís Moya, que, con algunas modificaciones, resultó elegido y es el que se llevó a ejecución.

Importó la realización del monumento un millón de pesetas que, según un contrato suscrito con los autores, percibieron en tres partes: la primera cuando se efectuó el encargo, la segunda a la mediación del trabajo y, por ultimo, la tercera a su terminación.

Inauguración del monumento

El monumento quedó inaugurado el martes 8 de mayo de 1956. A las siete y media de la tarde, gran cantidad de público se aglomeraba cerca de donde se había ubicado y en la explanada de Santa Marina. Se instalaron dos tribunas y muchos asientos para situar a las numerosas autoridades -civiles y militares-, académicos, familiares y amigos de Manolete, toreros, empresarios, muchos personajes del mundillo taurino y aficionados y público en general, que en masa acudieron a presidir o ser testigos de este histórico acontecimiento.

En primer lugar hizo uso de la palabra el ilustre académico don José Francés, que se extendió en elogios hacia el torero desaparecido y para el Ayuntamiento que se había prestado a conmemorar de manera especial, personificado en una figura, lo que es Córdoba en esencia.

A continuación el alcalde de la ciudad, don Antonio Cruz Conde, pronunció un discurso en el que ofreció el monumento a un lidiador cuyo nombre tuvo resonancias universales. Y dijo que el acto que se celebraba era el homenaje a Manuel Rodríguez Sánchez y a un símbolo, a una forma de ser que hizo realidad la frase del filósofo : «No importa la vida, sino la gloria».

El conocido monumento a Manolete con la iglesia de Santa Marina al fondo.

Por último, teniendo como fondo el pasodoble Manolete interpretado por la banda municipal de música, el Alcalde descubrió el monumento, entre una cerrada ovación de todos los asistentes.

Fiesta literaria

Terminado este acto, las autoridades e invitados se trasladaron al Círculo de la Amistad, donde, en el salón Liceo, había previsto un acto literario para completar esta señalada fecha. Allí, ante un nutrido público que llenaba el majestuoso salón, intervinieron el secretario de la Federación de Asociaciones de Prensa de España, don Francisco Casares; los poetas Juan Morales y Adriano del Valle, que dieron lectura a romances y composiciones suyas dedicadas a Manolete; y por último, hubo un discurso del académico de la Española don José María de Cossío, que disertó sobre El toreo cordobés, en el que se refirió a Manolete y al monumento que se acababa de inaugurar, que significaba «el homenaje popular al héroe del pueblo de Córdoba».

Esta es la historia -a grandes rasgos- de un monumento que nuestra ciudad dedicó a un personaje único en la historia del toreo que en un periodo de tiempo, y en innumerables ocasiones, puso a su tierra en primer plano de la actualidad.

Nunca se nos debe olvidar. Manolete es una figura inmortal. Natural de Córdoba. Dentro de una historia cargada de nombres ilustres. Nosotros, los mayores y los más jóvenes, debemos tener su memoria siempre presente.

Y no está de más el saber algunos detalles de la construcción de este monumento, para transmitírselos a otras generaciones. Y recordar, cuando pasemos a su vera por la transitada plaza del Conde de Priego, que se trata de una exaltación de una figura excepcional, como torero y como persona. Que hubo quienes -con el Ayuntamiento a la cabeza- trabajaron intensamente por hacerlo realidad. Y que significa un tributo a la inmortalidad de Manolete. Bien merecido, por cierto.

Uno de los lances míticos del torero.