El cordobés Luis Miller, científico del CSIC, es autor del estudio Polarización en España: más divididos por ideología e identidad que por políticas públicasPolarización en España: más divididos por ideología e identidad, publicado ayer y que analiza el incremento de la radicalización de los partidos políticos y sus efectos en la sociedad actual.

-¿Cuál ha sido el objeto de este estudio?

-Sabíamos que en los últimos años en España había crecido mucho el conflicto político y que había aumentado la polarización en el tema ideológico, con unos partidos cada vez más separados en cuestiones como el tema territorial. Esta situación ha llevado a cotas de conflicto altas, que estamos viendo también en la pelea por la gestión de la pandemia. He analizado a través de diversas estadísticas si los votantes están muy separados también por otras cuestiones no identitarias como la fiscalidad, la inmigración o la sanidad. Y lo que encuentro es que en estas cosas estamos mucho menos polarizados, que hay menos diferencias en cómo gestionar la sanidad, que en si soy más nacionalistas o menos. La conclusión a la que llego es que hablar más de políticas concretas y menos de identidades limitaría la polarización, algo que hay que hacer de forma relativamente urgente porque desde la llegada de los nuevos partidos, primero Cs y Podemos y ahora más con Vox, esa polarización está llegando incluso a temas como la fiscalidad.

-¿Qué métodos ha empleado en esta investigación?

-Me he basado en las series del CIS y, en concreto para abordar la posición en la pandemia, en el estudio, realizado por el IESA a principios del confinamiento. Ese estudio se preguntaba en marzo sobre medidas concretas y evidenciaba que entonces no había diferencias entre ideologías. Es muy llamativo esa situación viendo ahora la pelea tremenda que hay en Madrid y que nada tiene que ver con lo que quieren los ciudadanos.

-¿Ha sido la crisis del covid un acicate para la polarización?

-En EEUU sí hay diferencias entre republicanos y demócratas respecto a la pandemia, porque los primeros son más negacionistas. Eso no pasa en España, si acaso se puede desmarcar Vox, pero no hay un relato alternativo a que la gestión pudiera hacerse de otro modo.

-¿A qué responde la polarización de los partidos?

- Los partidos están para ganar votos y es mucho más fácil movilizar a la gente apelando a cuestiones identitarias y emocionales, que a cuestiones en las que se tenga que pensar o aprender. Es el principal problema de la democracia actual: que la confrontación política se haya llevado al terreno más emocional, donde es más fácil movilizar sentimientos, rojo-azul, izquierda-derecha, que plantear cuestiones como cuál debería ser el tipo impositivo. Es bueno confrontar ideas, el problema es que se confronten argumentos gruesos, por ejemplo, no se debate si los gobiernos deben permitir abrir bares hasta las 12 de la noche; las críticas son que los políticos son unos incompetentes o que tienen intenciones ocultas. Eso hace que los votantes acaben siguiendo solo las instrucciones de sus partidos. El problema viene de EEUU, pero ha llegado a Europa.

-Afirma en el estudio que España es uno de los países más polarizados del mundo.

-En un estudio internacional con datos de los años 1996 y 2008, ya aparecía como uno de los más polarizados. No es una cuestión nueva, la elección más polarizada fue la de 1996. Se nos olvida que aquella legislatura, la última de González, fue tremendamente polarizada. También el 2004, con el 11-M. Con la llegada de los nuevos partidos se ha visualizado más la diferencia y hay más bloqueo, pero la polarización viene de atrás.

-¿Cuál es el principal peligro de la polarización?

-La polarización conlleva que en todos los temas los votantes siguen lo que dice su partido y eso implica bloqueo. Antes en el PSOE o en el PP teníamos bloques más anchos. El PSOE andaluz era muy distinto al PSC y se podía llegar a acuerdos con el PP, algo que no pasa ahora. No hay espacios de acuerdo y tenemos bloqueo, lo que explica por ejemplo que no tengamos presupuestos.

-¿Cómo se soluciona el bloqueo?

-Con algo ingenuo: intentar que los debates giren en torno a políticas concretas. Una de las cosas que hay que intentar es llegar a acuerdos a puerta cerrada, sin foco público. Nos faltan acuerdos transversales. En un tema tan dramático como el de ETA se lograron pactos muy amplios o en el Pacto de Toledo. Hoy me consta que no hay por la competición partidista, no hay mesas de diálogo que traten de tejer algo antes de llegar a la exposición pública del debate y al enfrentamiento. Necesitamos mesas de diálogos de problemas más concretos, como el de las pensiones. Que los políticos se sienten cotinuamente y se vaya avanzado.

-¿Es un problema más de líderes o de partidos?

-En América, desde que se celebran primarias se ha constatado que hay más polarización. En España, mi intuición, es que las primarias han empeorado el problema. Un líder que se debe solo a su militancia, que no tiene control de las ejecutivas del partido, va hacia un tipo de política más personalista que genera más problemas y donde todo depende del líder. Ese modo de actuar llega a la administración, donde han aumentado los cargos de libre designación.

-Es paradójico que el sistema de elección más ‘democrático’, las primarias, sea el que más haya polarizado la política. ¿No?

-La democracia va mucho de elecciones, pero también de contrapesos. No es gratuito que no se pueden renovar los cargos judiciales con minorías, necesitamos más contrapesos. Creemos que con la democracia directa nos vale, pero depende de tener unos cuadros políticos capaces de llegar a acuerdos con otros y a controlar a quienes detentan el poder. La polarización es el mayor riesgo que tenemos en España. Si no somos capaces de aprobar unos presupuestos, el fracaso colectivo es total.

-¿Qué papel debe desempeñar la ciudadanía en este contexto?

-La tarea es explicar que el foco, hoy, es que no hay en los ciudadanos ese conflicto que se ve en las élites. En EEUU hay gente bebiendo lejía porque lo recomendó Trump. Ese problema no lo tenemos en España, no lo creemos. Si en la ciudadanía no existe ese problema, más allá del 10% que no quiere ponerse la mascarilla, intentemos no crearlo. Tenemos que asumir que hay un problema enorme con la pandemia, pero el conflicto es más una pelea de políticos, porque la ciudadanía no está dividida. Debemos exigir acuerdos porque no hay conflicto detrás, más allá del quítate tú para ponerme yo.