Paloma Lafuente Hernández, de 36 años, es residente de la Casa de Acogida de Cáritas Córdoba desde hace seis meses, momento en el que fue acogida en este centro tras verse durmiendo en la calle, después de llegar a Córdoba el pasado mes de agosto procedente de Granada y vivir inicialmente en el piso de una amiga, que, tras una fuerte discusión, la expulsó de su casa, según ella misma cuenta.

Natural de Madrid, y con estudios de EGB, a los 18 años se trasladó a Andalucía, donde trabajó en ayuda a domicilio y como interna, hasta que hace tres años le diagnosticaron una fibromialgia que le llevó a una situación «de desempleo y de incomprensión», pues, como explica, muchas personas no entienden lo que significa tener fibromialgia, «ya que, aparentemente, parece que estás bien, y hay muchos prejuicios».

Tras verse en la calle, y sin poder tener derecho a ningún tipo de subsidio o ayuda social, acudió a Cáritas donde, como primera medida, se le ofreció la posibilidad de compartir una habitación en la citada Casa de Acogida, donde afirma que su día a día «es bastante bueno», y donde colabora y participa en las distintas actividades lúdicas, formativas y de acompañamiento y el apoyo que se realiza a otras personas. No en vano, considera que, como en su caso, lo que más necesitan las personas que atraviesan por dificultades es poder contar con el apoyo de otros, «poder ser escuchadas».

A fecha de hoy, su mayor aspiración es poder encontrar «un trabajo estable que pueda desarrollar y me permita disponer de un piso o siquiera una habitación compartida». Algún trabajo que su enfermedad le permita realizar, y entre los que cree que podrían estar tareas de limpieza o de control de acceso, entre otros. En esta línea, Paloma ahora está pendiente de realizar un curso de agente de intervención social, que organizará otra ONG cordobesa, pues, al igual que a ella le han ayudado, «estoy interesada en poder ayudar a otras personas».