Viene poco por Córdoba, pero tiene reservado un lugar ancho en el corazón para la ciudad en la que nació y forjó sus primeros sueños, que pasaban por transformar una realidad monótona y reprimida en imágenes de libertad y belleza. En esta ocasión Josefina Molina, mujer incombustible y ajena al desánimo que arrastran la edad y sus laberintos, ha vuelto muy bien acompañada. Se trajo consigo a su amiga Lola Herrera, una inmensa actriz que, pese a estar dotada de amplios registros, pasará a la historia por su descarnada interpretación de Carmen Sotillo, la frustrada y lenguaraz viuda de derechas que sepulta en reproches el cadáver de Mario, su marido, en un velatorio que para ella acaba siendo una catarsis de la que sale nueva. El Teatro Góngora, por decisión de los productores -Jesús Cimarro y José Sámano, este muy unido a la carrera de la realizadora-, ha sido el escenario escogido para lanzar la nueva gira por todo el país de Cinco horas con Mario, la novela de Miguel Delibes, adaptada a la escena y dirigida por Josefina Molina, que fue un clásico ya desde su estreno en 1979. Dese entonces no ha cesado de representarse, con algunas intermitencias, mientras la protagonista del monólogo y quien le dio musculatura teatral han ido adquiriendo una madurez que busca la quintaesencia de la vida.

-¿A qué se debe el rescate de la pieza teatral ahora, casi cuarenta años después de su estreno?

-Ha venido derivado de que en mayo de 2016 se puso en marcha en el Teatro Reina Victoria de Madrid la última versión de Cinco horas con Mario, también con Lola, para conmemorar que se cumplían 50 años de la publicación de la novela, publicada por Destino. La Fundación Miguel Delibes tenía interés en homenajear el medio siglo de una narración que sigue en pie y con el favor del público, lo mismo que la versión teatral, de ahí que los productores se animaran a volver a montarla. Aparte de que Lola Herrera tenía mucho interés en volverla a representar; el monólogo le da mucha práctica, muchos dedos, se siente ejercitada como actriz.

-O sea, que para ella viene a ser una gimnasia enfundarse en el papel de Carmen Sotillo. Por última vez, según anuncia la productora.

-No estoy segura de que sea la última vez. Yo creo que Lola Herrera no se retirará jamás del teatro; el teatro es su vida. Igual le pasa a Concha Velasco [quien pusiera rostro y voz a la Santa Teresa de la recordada serie realizada por Josefina Molina para TVE en los ochenta]. Se ha dicho que se retiraría con la obra El funeral, dirigida por su hijo Manuel, pero enseguida ella lo desmintió. Yo no me lo creí en ningún momento.

-Pero esta Lola Herrera, por ley de vida, no puede ser la misma que en 1979 se metió de nuevas en la piel de la protagonista. ¿Ha evolucionado el personaje al mismo tiempo que el actor?

-Ha evolucionado el personaje y también la actriz. Tanto a ella como a mí, la experiencia nos ha hecho más sabias, y aunque la puesta en escena es la misma de siempre, hemos evitado aludir a la edad del personaje. Lo que se cuenta vale también para un matrimonio mayor. En cualquier caso, Lola está en plena forma, proviene de una familia de longevos. Y yo creo que el público sabe valorar su resistencia física, unida al mérito de su actuación. Todo eso revaloriza la función. A Lola la quiere mucho la gente, haga lo que haga van a verla.

En sus memorias profesionales, que tituló Sentada en un rincón -publicadas en el año 2000 por la Semana Internacional de Cine de Valladolid-, quien fuera la primera mujer titulada por la Escuela Oficial de Cinematografía, que se ha movido con igual soltura en los espacios dramáticos y documentales de televisión, el cine y el teatro, dejó escrita su concepción personal y escénica de Cinco horas con Mario del siguiente modo: «Para mí era fundamentalmente el grito de una mujer a la que nunca se había escuchado, magistralmente recogido por Delibes. Un grito contradictorio pero necesario, similar al que colectivamente se estaba dando desde el feminismo de los años de la Transición». Y añade, refiriéndose a la planificación que diseñó para la pieza teatral, que por eso «teñí el escenario de color violeta y por eso -con ayuda de Rafael Palmero- el decorado era de tela y formas cúbicas, como el de un ataúd por dentro, pues para mí en la obra no había solo un cadáver, el de Mario, sino dos». El otro era el de «una forma de ser mujer que tenía que desaparecer necesariamente».

-¿Ha introducido muchos retoques en el nuevo montaje?

-Dice José Sámano que es la mejor versión que hemos hecho y es porque, cuando las cosas se decantan, cuando se quita lo que no es esencial, ganan mucho. La obra está ahora en un punto en que todo lo que se mueve en el escenario es por alguna razón que tiene que ver con el texto. Y eso, en lugar de simplificar, enriquece.

-Se sabrá el texto de memoria. Si no me equivoco, esta es la tercera vez que dirige usted la obra, reestrenada también en 2002 y siempre con el mismo equipo del comienzo. Aunque hubo una cuarta producción en 2010 en la que Carmen Sotillo fue interpretada por Natalia Millán, ¿no?

-Con esa versión no tuve nada que ver. Sámano y yo hicimos la adaptación de la novela, y esa primera versión es la que hemos cuidado de adaptar a los tiempos, sin tocar nada el texto. Es que la obra de Miguel Delibes es como un manantial del que se pueden extraer todo tipo de cosas; es como si tiras una piedra a un estanque y se empiezan a hacer círculos concéntricos. En ellos aparecen la familia, los amigos, los personajes de la ciudad de provincias, el tendero de la esquina, las autoridades... Delibes tiene un talento especialísimo para dotar a sus personajes de muchas vertientes y de trascender la realidad sin dejar de lado el humor.

-La novela se publicó en 1966, una época que poco tiene que ver con esta. ¿Dónde está el secreto de su pervivencia?

-Es que toca temas universales, como el sentimiento de culpa, la soledad, la incomunicación... asuntos que trascienden la anécdota. Son reflexiones en forma de monólogo que pueden servir a muchos matrimonios y a distintas generaciones. Delibes supo, como un notario, levantar acta de la dictadura. Y de la forma de educar a la mujer en aquella época, y esos tipos de mujer existen aún. No está tan lejana esa ideología.

-¿Le gustó al escritor su adaptación teatral?

-Sí, sí le gustó. Nosotros no teníamos interés en modificar nada, hemos sido muy fieles al texto, lo que pasa es que hemos entresacado de él los aspectos más teatrales. Creo que le hicimos cambiar un poco la visión de su propia obra, porque Delibes criticaba al personaje de Carmen Sotillo, tan chapado a la antigua, frente a Mario, el marido muerto; y terminó culpándolo de que ella fuera así por no haber intentado rescatarla de una educación falsa.

-Como a Lola Herrera, también a usted la lleva persiguiendo cuatro décadas la sombra de Carmen Sotillo. ¿Está dispuesta a seguir dándole cobijo?

-Mientras Sámano y Lola quieran seguir mi puesta en escena tal como yo la planifiqué tendré que estar atenta a ver que se respeta mi trabajo. Y yo muy agradecida, como es natural. Otra cosa es que el productor o la actriz quieran hacer una versión distinta a la mía.

-¿Qué le supone que se haya escogido Córdoba para arrancar la nueva gira por toda España por ser esta su ciudad natal?

-Me ha encantado. Pero todo eso está relacionado con aspectos de producción, y sobre la planificación de una gira yo no tengo conocimientos.

Josefina Molina, o lo que queda de aquella joven que se fue a Madrid con el pretexto de cursar Ciencias Políticas para no disgustar a la familia, pero pensando en dar el salto a los estudios cinematográficos en cuanto pudiera, es una persona tímida y poco derrochadora de palabras, pero muy fiel a sus querencias. Lo es a Córdoba, aunque no vaya haciendo bandera de ello, como lo ha sido a Carmen Sotillo/Lola Herrera y también a Santa Teresa de Jesús, sobre la que, tras dirigir la serie de televisión, escribió una novela reeditada en 2015 por Almuzara, En el umbral de la hoguera.

-¿Por qué esa lealtad suya a los personajes?

-Por agradecimiento. Yo antes de hacer la serie de Santa Teresa sabía cuatro cosas, la estampa de una mujer vestida de monja que miraba al cielo, la estatua de Bernini, unos dichos populares que conoce todo el mundo... Tenía una visión muy superficial de Santa Teresa, desconocía su importancia literaria, solo había leído el libro de Las fundaciones. Pero al profundizar en el personaje me encontré con una mujer excepcional para su época. Profundizando en ese personaje yo he aprendido mucho, y eso es lo que más me gusta de mi profesión, que al mismo tiempo me hace aprender siempre.

-Y ganar premios. Porque lleva muchos años cosechando distinciones de todo tipo.

-En Andalucía se han portado conmigo con gran generosidad, me han valorado y me han hecho sentir muy querida. Me nombraron Hija Predilecta de Andalucía y tengo dos medallas de la comunidad, la de plata y la de oro; es algo que no podré pagar en la vida y que llevo en el corazón.

-También este periódico la nombró Cordobesa del Año 2006 y tiene, a nivel nacional, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Además de contar con el reconocimiento de sus compañeros de profesión, que supongo que será el que más hondo le llegue.

-Sí, por ejemplo el Goya me gustó mucho recibirlo. Nunca había tenido un Goya, y el que me dieron en 2012 lo teníamos muy pocas mujeres. Luego ha habido más, se lo dieron a Concha, fíjate qué curioso que me lo dieran a mí antes que a ella. Tener un Goya para la gente del cine es algo muy entrañable.

-¿Considera estos reconocimientos la guinda de la retirada o sigue anotando proyectos en su agenda? Se lo pregunto porque sé que siempre que puede se entrega a la literatura.

-Sí, he escrito también las novelas Cuestión de Azar, publicada por Planeta en 1997, y Los papeles de Bécquer tres años después. Y sigo intentando escribir otro libro. Es una novela sobre tres mujeres de la República que tuvieron que exiliarse después de la Gerra Civil, Clara Campoamor, Victoria Kent y María Lejárraga. Aparte de escribir, eso sí, con tranquilidad, procuro estar al día. Sigo viendo mucho cine, sigo leyendo mucho... Son etapas de la vida, cada una tiene su sentido.