Se levanta la veda para la fiesta. Y, contra las previsiones meteorológicas, que anunciaban lluvia, con calor y sol. Aunque la incógnita sobrevuela sobre los próximos días. La apertura de las 48 cruces --en muchos casos verdaderas esculturas con infinitas variedades de flores-- que salpican algunos de los rincones y plazas más emblemáticas de la ciudad, comenzó a reunir ayer al mediodía a muchos cordobeses, que, deseosos de iniciar el mes más festivalero del año en Córdoba, no estaban dispuestos a perder ni un minuto para olvidarse de la rutina y tener una excusa para reunirse con amigos, tomar unas tapas y echarse un bailecito. «Hay que aprovechar esta alegría, que la vida ya es bastante dura», decían al unísono bajo la carpa de la Cruz que habitualmente instala la hermandad de las Penas junto a la iglesia de San Andrés. Allí, entre rumbas y música latina comenzó a temprana hora la fiesta. «Esperamos que este año sea mejor que el pasado, en el que la lluvia fastidió un poco», señalaba el hermano mayor, Jesús Casero, que, por otra parte, tampoco le teme tanto al agua porque «desde que nos permiten poner carpas la cosa ha cambiado». También hablaron de «buenas expectativas» los responsables de la cruz instalada en la plaza del Alpargate por la hermandad del Cristo de Gracia, que, después de una mañana «movidita», se disponían a preparar la noche, momento en el que la fiesta se desbordó en prácticamente toda la ciudad, uniéndose a la diversión numerosos jóvenes que no están dispuestos a perderse ni una de las tradiciones del mes de mayo. Justo en frente, la hermandad de la Merced, junto la explanada de la Biblioteca Central, lucía su cruz, construida a base de gerberas naranjas en un alarde de innovación, lo que no está reñido con la tradición.

Allí también se vivió la fiesta por la mañana, aunque «lo gordo» llegó por la noche, como en todas partes, incluido el patio de la calle Queso, cuya legión de cocineras pasó la tarde batiendo huevos y friendo patatas para ofrecer cientos de tortillas, además de los clásicos salmorejos y flamenquines, entre otras típicas exquisiteces.

Y esto acaba de empezar. Todo un puente festivo por delante hace pensar que la diversión y la fiesta serán compartidas con numerosos visitantes.