31 años después de que Mecano lanzara aquel single que venía a describir la realidad de la homosexualidad femenina y a reivindicar el fin de los tabúes («y lo que opinen los demás está de más»...), el armario de las lesbianas sigue medio abierto, al menos en Córdoba. Encontrar a mujeres de mediana edad que estén dispuestas a exponer su historia sin tapujos y a cara descubierta sigue siendo complicado, por más que las nuevas generaciones vengan pisando muy fuerte y rechazando los patrones impuestos por el machismo. En la búsqueda de testimonios para este reportaje, al menos cinco mujeres rehusaron contar su historia por cuestiones como el daño que publicar su lesbianismo podría causar a la familia, los prejuicios vinculados al lugar de trabajo o la imposibilidad de más de una para asumir públicamente su condición de lesbiana, por más que convivan con su pareja desde hace años haciéndola pasar por una «mejor amiga».

Entre las que dijeron que sí, se encuentra Ana, militar de 32 años que asegura que nunca tuvo problema porque siempre trató el tema «con naturalidad». Tuvo novio hasta los 18 años, pero cuando entró en el Ejército conoció a una chica que le hizo tilín. «Cuando vi que la cosa iba en serio, se lo conté a mi familia y la verdad es que se lo tomaron muy bien, nunca tuve miedo de decirlo aunque pensaba que mi padre se lo tomaría peor». Ahora está casada con otra joven también militar y juntas tienen un hijo de 2 años. «A quien no le guste verme con mi mujer, que mire hacia otro lado».

Verónica nació en Hinojosa, tiene 38 años y es poeta. «Nací en un pueblo muy religioso y muy cerrado», explica, «en mi época no había internet, así que pasé mi adolescencia e infancia sintiendo cosas a las que no ponía nombre hasta que a los 18 años me vine a estudiar a Córdoba y empecé a plantearme qué era eso que no encajaba». Para ella, en su pueblo, el lesbianismo era algo que simplemente «no existía» o, en todo caso, era invisible para ella. Con 20 años inició una relación a distancia con una joven de Barcelona y descubrió lo que quería. Su salida del armario fue bastante brusca. «Alguien de mi pueblo intervino para que mi familia se enterara en un momento en el que ni ellos ni yo estábamos preparados», recuerda, «para mis padres la homosexualidad era sinónimo de perdición y drogas y eso les provocó un sufrimiento muy grande». Según su relato, anunciarles un embarazo no deseado habría sido menos doloroso que decirles que era lesbiana. Salió bruscamente, pero salió y hoy se alegra de estar fuera. «Mi familia ahora está contenta porque sabe que yo soy feliz».

Gema, de 37 años, se dio cuenta siendo una niña de lo que sentía. Se crió rodeada de mujeres, lo que, en su opinión, le puso las cosas más fáciles que a otras mujeres. «Lo conté con 12 años y lo aceptaron desde el principio, tengo la suerte de que mi familia es muy abierta». Cuando lo comunicó a su grupo de amigos, la respuesta fue similar. «A esa edad lo cuentas como un secreto gordo, pero siempre me he rodeado de gente tolerante». Según su experiencia, si hubo intentos de despreciarla o discriminarla no le hicieron mella. No ofende quien quiere sino quien puede. «Yo estaba fuerte y tenía respaldo familiar, así que me daba igual lo que pensaran». Con 19 años tuvo su primera pareja; luego, otra relación de 10 años y ahora lleva tres con una chica.

Talía tiene 37 años y es técnico audiovisual. Tuvo novios hasta que con 25 años conoció a una amiga que también venía de una relación hetero y surgió la chispa. «Al principio, pensé que yo era bisexual, pero luego me di cuenta de que siempre había sido lesbiana, de que incluso de adolescente lo que me hacía sentir era el contacto con otras chicas», recuerda. En su opinión, las convenciones sociales la llevaron a tener relaciones con hombres porque la opción de la homosexualidad ni siquiera se planteaba. Lo más difícil para ella, que salió del armario a los siete meses de iniciar aquella primera relación, ha sido la dificultad de sus parejas para vivir sus historias sin tapujos. «De siete parejas, solo una se comportaba con naturalidad, el resto lo llevaba oculto o semioculto», relata. También lamenta los estereotipos que rodean a las mujeres lesbianas, que la han llevado a escuchar muchas veces eso de «no se te nota nada o a ti lo que te pasa es que no te han dado un buen...», indica cansada de prejuicios machistas.

Marta, de 20 años, pone el contrapunto. Se dio cuenta de que le gustaban las chicas con 15 años, cuando vivía en Londres con su madre, y enseguida lo contó. «Con mi familia, bien», cuenta sincera, «lo dije y todos estaban esperando a que lo contara yo». Según su experiencia, «en la generación nacida después del 2000, por lo que yo veo, lo raro es encontrar heteros, la mayoría es homosexual, trans, bisexual o intersexual, hay de todo, y aunque a algunos les cueste dar el paso y decirlo, ya nadie se asusta». Ojalá sea cierto. Para las que aún siguen en el armario, hoy toca marchar a favor de la diversidad. No falten.