Hace unos días que se conoció la cifra de crecimiento de la economía española en 2018: un 2,6 por ciento. Prácticamente, lo previsto. Los indicadores adelantados del primer trimestre de este año muestran que la línea que sigue la actividad está siendo muy similar. Incluso los datos de empleo del mes de marzo han sorprendido por la fortaleza de los servicios (sin Semana Santa de por medio), cuando las palabras más repetidas son desaceleración, incertidumbre e inestabilidad.

El lenguaje es muy poderoso, pero la realidad lo es mucho más. Y la realidad, traducida en datos, dice que la demanda interna sigue mostrando vigor, frente a la pérdida de dinamismo de la industria y las exportaciones. Según Eurostat, las familias españolas se gastaron 741.000 millones de euros en inversión en vivienda y en consumo, lo que evidencia que hay confianza en la marcha de la economía, y que se traduce, por otra parte, en la segunda tasa más baja de ahorro de la eurozona, un 4,9 por ciento. Es decir, el ahorro de los españoles vuelve a encontrarse bajo mínimos.

Sin embargo, la situación es distinta a la última vez que se encontraron sin capacidad de maniobra y endeudados, con activos cuyos precios cayeron con posterioridad. En la actualidad la mayoría del gasto se dirige al consumo, frente a la inversión en vivienda: de hecho, está en un 6 por ciento, cuando llegó a superar el 15 en los años anteriores a la crisis.

Los desequilibrios de la economía española, deuda y déficit, y el impulso público del gasto están ahí. Y, de momento, la confianza, también. Eso dice la realidad.

la tendencia2,6 creció el PIB en 2018. La economía española mantuvo el pulso el año pasado, según el INE. Y, a tenor de los datos adelantados, el primer trimestre de 2019 mantendrá la tónica actual: puro aterrizaje suave