En Isla Decepción, en la Antártida y a 1.000 kilómetros de distancia de cualquier asentamiento humano, se encuentra la base Gabriel de Castilla del Ejército de Tierra. Se trata de una ínsula volcánica a la que solo se puede acceder en barco, atravesando el temible Mar de Hoces o Paso de Drake, un tramo marítimo de tormentosas aguas y difícil navegación. Este lugar, dedicado a la investigación, abre sus instalaciones durante los meses del verano austral, una época en la que conviven los militares españoles encargados de su mantenimiento con científicos venidos de distintas partes del planeta.

Allí ha estado durante dos campañas consecutivas el subteniente Juan Jiménez Andújar, técnico superior de la especialidad de automoción. Actualmente es responsable de taller de vehículos ligeros y acorazados de la Agrupación de Apoyo Logístico 21, con sede en Sevilla, desde donde se coordinan las acciones de apoyo a todas las misiones y unidades del sur de España.

Nacido en la localidad manchega de Membrilla en 1970, Jiménez Andújar se trasladó a la base de Cerro Muriano con poco más de 20 años, y aquí ha estado más de dos décadas. Vive en Córdoba, aunque su trabajo le lleva permanentemente de un lugar a otro. Su última aventura, su misión en la Antártida, ha terminado esta semana, tras finalizar los últimos trámites, y todavía no sabe el destino que le deparará su futuro profesional.

-No sé si le cojo en buen momento.

-Sí, sí. Después de dos años hoy termino con la campaña de la Antártida. Estamos en Zaragoza para recepcionar todo el material que llegó en barco. Estoy bien, pero siempre despedirse de la gente es complicado. He estado en Afganistán, en Irán, en Kosovo... pero esta misión no tiene nada que ver por las condiciones en las que estamos allí.

-¿Cuántas personas han formado parte de la expedición?

-Somos muy poquita gente, cada uno de una parte de España porque nos elige el jefe para llevarse a cada puesto al que él considera más idóneo. Entre nosotros no nos conocemos hasta la fase de preparación, que dura más o menos desde mayo hasta diciembre. Somos 13 técnicos pero trabajamos con universidades como las de Granada y Cádiz que son las que más tiempo permanecen con nosotros. Los de Granada son los encargados de vigilar el volcán de la isla y dar el visto bueno y los de Cádiz de la deformación del volcán, de controlarlo y de mantenerlo monitorizado. Hasta que unos y otros no damos el visto bueno el resto del personal no se baja. Mientras, los científicos van y vienen. Los proyectos científicos se hacen con universidades españolas y extranjeras, o con quienes solicitan permiso y se lo conceden. Ellos están 15 o 20 días y después se van en buques como el Hespérides, Buque de Investigación Oceanográfica.

-Cuénteme, ¿cómo se trabaja en una misión como ésta?

-Es muy particular y cada uno tiene su puesto. Están el jefe, el médico, el experto en satélite... Hay cocinero, veterinario..., pero todos hacemos de todo. En mi caso me encargo de las embarcaciones, de las máquinas que sirven para llevar el material de un lado a otro, de los grupos electrógenos (que son una parte fundamental para dar el suministro energético a la base) o de los pequeños vehículos todo terreno que tenemos para movernos por allí. Pero echamos una mano para el resto de cosas que hay que hacer en la isla a diario.

-Usted ha estado dos campañas seguidas.

-Sí, cuando te eligen eres el encargado de cerrar la base y al año siguiente de volver a abrirla. Hay que hibernar la base y después volver a ponerla en funcionamiento y hay veces -ha pasado en varias ocasiones- en que hemos tenido que cavar cinco o seis días para quitar la nieve y poder acceder a los módulos de la Gabriel de Castilla.

-Es decir, que cuando llegan no saben lo que se van a encontrar.

-Hay un sistema de satélite que nos manda fotos, pero desconocemos la situación real del material: hay que bajarse a verlo.

-¿Y cómo se preparan para llevar a cabo una misión como la que acaban de finalizar?

-Hay varias fases, dos de ellas comunes, que son las de montaña y la de navegación. La de montaña es un curso para adaptarse a ella y conocer, por ejemplo, movimientos de glaciares. La preparación se hace en la zona de Benasque (Huesca). En la de navegación vemos movimientos internos en la isla, con embarcaciones neumáticas, tipo zodiac, y puesto que somos de Tierra también tenemos preparación para adaptarnos un poco y aprender el manejo de las embarcaciones, las entradas en playa y coger un poco de soltura con ese tipo de material al que no estamos acostumbrados. Además de esto cada uno tiene cursos de su especialidad. Yo, por ejemplo, de máquinas, porque normalmente me encargo del mantenimiento de carros de combate, pero en el curso vemos también vehículos fueraborda, ya que aunque son parecidos tienen sus particularidades.

-Tendrán que tenerlo todo previsto para que no ocurra nada inesperado.

-Es que allí no hay opciones de equivocarse porque lo que te lleves es lo que tienes, no se puede llamar a un proveedor. Un fallo en algo puede dejarte incomunicado o sin luz y eso es un problema grave.

-¿A qué temperaturas viven durante la campaña que realizan en el verano austral?

-Nos movemos entre los 0 y los 15 grados bajo cero, pero el problema no es el frío sino el viento. Es brutal y lo complica todo mucho. Un día que no haya viento es un triunfo. Además el tiempo es muy cambiante, por eso una de nuestras misiones es acompañar a los científicos, porque ellos son muy buenos en lo suyo pero en movimiento, en ciertos sitios, es más complicado. Siempre vamos con ellos porque no se puede fiar uno del tiempo y hay que decirles que se pertrenchen bien de cosas en la mochila porque el día se puede complicar y puede aparecer niebla o fuerte viento y no saber dónde estás ni cómo volver. Y todo eso en condiciones climáticas duras que pueden hacértelo pasar mal. Por eso tenemos que intentar que todos sigamos unas pautas para que no haya problemas.

-¿Cuál es la situación más peligrosa a la que se han enfrentado en estas dos campañas?

-A ver, un peligro así extremo en el que uno vea que puede pasar algo grave, no. Pero el clima dificulta las cosas y en una de las salidas se nos complicó mucho la vuelta porque había un viento que rondaba los 100 kilómetros por hora, pero conseguí llegar a la base. Es duro, sobre todo porque tienes la responsabilidad de acompañar a los científicos. Mis compañeros y yo sabemos cómo afrontar las cosas, los demás no. Te sientes un poco apurado y te dices “hay que sacarlos de aquí, hay que llevarlos a la base, sea como sea”, y no sabes sus capacidades de resistencia. Pero todo salió bien. Se pasó un poco de apuro y ya está.

-Son unas condiciones complicadas, pero me da la sensación de que lo ha disfrutado.

-Mucho. Es intenso y duro, bastante en algunos momentos, pero las experiencias que se viven allí son muy complicadas de tener en otro sitio. En la campaña se suelen estar unos 100 días. Este año salimos el 5 diciembre y llegamos a la Isla Decepción el 26 de diciembre. Es un periplo largo porque antes de llegar tenemos un periodo de relaciones diplomáticas en Argentina y en Chile. Luego nos recoge el barco en Ushuaia o en Punta Arena para cruzar el Mar de Hoces.

-Un paso nada sencillo.

-Yo soy poco marinero y cruzar ese mar es complicado, ¿sabes? Yo no me suelo marear, pero el año pasado cruzamos el Mar de Hoces con olas de 10 metros y en un barco grande eso es una verbena.

-¿Se pasa miedo, no?

- Bueno, como ves a la tripulación tranquila tú estás tranquilo, pero sí que se pone aquello un poco feo, sí. Si ves tranquilos a los marineros de la Armada te dices, “bueno, pues esto es que es así”, porque si perdieran ellos la calma ya no vamos bien.

-¿Y emocionalmente cómo se vive estar tantos días en esas condiciones y en una isla volcánica tan alejada?

-La verdad es que eso lo llevamos muy bien. Estamos muy acostumbrados porque de los 13 componentes todos llevan varias misiones. Tenga en cuenta que algunos venimos de Afganistán o de Irak y aquí hay mucho menos riesgo que en otros sitios. Pero lo que importa en cualquier misión, aparte de las experiencias profesionales, son las humanas, la relación que haces con tus compañeros y con el resto del personal, como los científicos.

-¿Qué diferencia esta misión de otras en las que ha estado?

-La diferencia de esta misión respecto de otras es que estamos en un sitio muy pequeño conviviendo constantemente, excepto por la mañana, cuando cada uno sale para un sitio. Luego desayunamos, comemos, cenamos todos juntos... Las más de 30 personas que solemos estar allí estamos siempre juntos. Lo singular de esta misión es que las experiencias que compartimos son tremendas porque, evidentemente, estar rodeados de científicos te aporta un montón de conocimientos y de experiencias que no las tienes desde el punto de vista militar. Pero ellos también, cuando nos ven trabajar, nuestra disciplina, nuestra forma de hacer las cosas, sin horario... se sorprenden, porque son personas que normalmente no han tenido contacto con personal militar. Se van muy agradecidos del trabajo. La verdad es que queda ahí una relación muy buena.

-Parece que la misión le ha dejado huella.

-Desde el punto de vista profesional ha sido la más importante porque he hecho cosas imposibles de realizar en cualquier otro sitio. El hecho de estar y moverte por allí y conocer aquella zona ya es un privilegio, como lo es compartir las experiencias con personal militar y científicos. Es la aventura particular que he tenido en las Fuerzas Armadas.

-¿Y qué ha sido lo más duro?

- Estar separado de la familia, aunque mis hijos ya son mayores y lo entienden. Pero separarse seis meses del tirón en otras misiones es más duro. Además ahora tenemos las tecnologías, el hecho de que uno esté en la Antártida, en mitad de un témpano de hielo, y que puedas hacer una videollamada con tu familia no tiene precio. En toda la base tenemos wifi con lo cual podemos estar permanentemente comunicados con la familia.

-No puedo terminar sin preguntarle por el cambio climático. ¿Ha visto sus consecuencias?

-Se realizan estudios enfocados de distinta manera, por ejemplo cómo les afecta a los pingüinos, la cantidad de hielo que hay... La conclusión personal que me llevo después de que los científicos compartan su estudios es que cambio climático hay. Otra cosa es si se puede cuantificar cuánto afecta al hombre y eso es lo que ellos quieren ver. También hay mucho problema de contaminación del mar, que desgraciadamente también está llegando a la Antártida, porque se han detectado microplásticos en algunas zonas. Personalmente creo que hay que tener en cuenta que una cosa es que Estados Unidos y Europa se pongan de acuerdo para no contaminar, por ejemplo, pero es que los mares son de todo el mundo y en África o Asia no hay ningún tipo de regulación, ni de reciclaje y, claro, eso va a parar al mismo sitio, al mismo mar.