Aún se le notaba en la palidez del rostro barbilampiño -contrarrestada con un sedoso atuendo lleno de color- el cansancio por los estragos del jet lang cuando quedamos para la entrevista, en la mañana del pasado miércoles. Y es que Alejandro Gómez Palomo acababa de regresar hacía apenas unas horas a Posadas, su pueblo, desde Nueva York, donde ha dejado con la boca abierta a todos los asistentes a la Semana de la Moda, incluidas firmas y prensa especializada, con su nueva colección pensada y confeccionada para el hombre que se desviva por ataviarse con largos y vaporosos vestidos de volantes, satenes, plumas y pamelas. Diseños atrevidos, atrevidísimos si se piensa en el destinatario («aunque por supuesto también pueden vestirlos señoras», puntualiza él con tanta lógica como vista comercial), y rebosantes de alegría de vivir.

Con estas prendas y una buena dosis de valiente desparpajo, este empresario de 24 años que aparenta menos todavía ha sabido colarse por la puerta principal en algunas de las mejores pasarelas del mundo. Y lo ha logrado a base de ofrecer un glamur escandaloso que divierte a unos y a otros les sirve de terapia para encontrarse a sí mismos, según explica él, que además de diseñador es un psicólogo de la aguja y el dedal.

-¿Cómo ha vivido su experiencia neoyorkina?

-Había ido ya a Nueva York en un par de ocasiones, pero esta ha sido la prueba de fuego para saber si podía jugar en primera liga de la moda. Llegamos a Nueva York desde el pueblo cargados de cajas, quince maletas, mis costureras, mis asistentes, mis padres y mis tíos, que siempre forman parte del equipo, más el grupo de amigos de Madrid que es un poco de la familia Palomo.

-Eso más que un equipo parece un regimiento. ¿Con cuántas personas suele viajar?

-De España hemos ido 20 personas, y ha sido pintoresco mezclar a mi costurera de 65 años con, qué sé yo, un travesti transformista de 25. Una mezcla explosiva y graciosísima.

-Tal como lo cuenta recuerda a una película de Almodóvar.

-Sí, sí, de Almodóvar o de Martínez Soria, era para haberlo grabado -ríe mirando a la colaboradora que lo acompaña, Miriam Peralta, que le lleva todo lo relacionado con internet-. Ha sido una cosa tremenda y loca. Hacer un cásting; montar un show en un piso alquilado en Manhattan; hacer que todo parezca lo más sofisticado del mundo viniendo en maletas que hemos pedido prestadas... ha sido la experiencia más desorbitada de nuestra vida.

-¿No temía asustar con tantos volantes, gasas y pamelas como propone para los hombres?

-Yo estaba seguro de que algún tipo de reacción iba a haber, pero asustar no, porque lo que yo hago no es algo peligroso sino una respuesta a la moda masculina de hoy en día. Algo que cuando se presenta muchos ven que lo necesitan y les va a hacer felices, los excita y los eleva, que es lo que me comentaban cuando terminó el desfile. Era un desfile que en todos iba a dejar un recuerdo, algo que podía recordarte algún sentimiento de la infancia o al chico que llevas dentro y siempre has querido ser.

-¿En qué cliente potencial piensa cuando diseña?

-Primero pienso en el círculo de chicos que me rodea, que es la gente que luego se pone mis diseños; no como clientes, sino que si vamos a algún evento se pasan por mi showroom y se los presto y salimos a la calle fabulosos. Y luego están los chicos que compran en Nueva York, Los Ángeles o Tokio. Y señoras de la alta sociedad de 40 o 60 años que los compran también. Es una fantasía que se presenta en hombre porque es la forma natural que tengo de acercarme a la moda, pero entiendo que sea una ropa deseable tanto por chica como chico, que tiene que ser un tipo mucho más -calla un momento para buscar la palabra exacta-... determinado.

-¿Se la puede definir como moda ‘gay’? ¿Acepta esa etiqueta?

-Sí, no me importa nada. Me siento superorgulloso de que seamos un colectivo fuerte y que hablemos alto. Yo soy gay, mis amigos lo son y muchos de los chicos que desfilan lo son también; otros no. Es importante vestir una ropa que te guste y con la que te sientas estupendo.

-Su nueva colección tiene una fuerte carga erótica ya desde el mismo título, ‘Objeto sexual’. Suena a provocación, ¿es eso lo que busca?

-No, para nada (ríe de nuevo con risa suave). No creo que nadie se sienta provocado. Al contrario, es algo superelegante y sutil. La idea de fondo es cómo el sexo dirige nuestra vida y cómo puede llevarnos a hacer cosas involuntarias; la fuerza animal que nos lleva a buscar en nosotros una parte más desconocida y oscura, aunque mis diseños son coloristas y alegres.

-¿Y cómo casa la excelente respuesta obtenida a una propuesta tan rompedora con la América que ha colocado a Trump en la Casa Blanca?

-Desde luego la gente que nos ha seguido en Nueva York, muchos de ellos personajes públicos, es la que quiere un país libre y alegre, la que sale a manifestarse contra el nuevo presidente de EEUU. Mis amigos y yo lo hicimos al día siguiente del desfile.

-¿Se habla de política en los círculos donde usted se mueve?

-Pues sí, de hecho la gente me dice que además de moda lo que hago es política. Figúrate en Moscú, donde desfilaron 30 chicos llegados de zonas rurales que habían estado toda la vida reprimidos; se sintieron felices y libres de ser quienes quisieran delante de la prensa y el público rusos.

Hace apenas un año que despegó su proyección nacional e internacional, el mismo tiempo que lleva funcionando su empresa, Palomo Spain. Pero todo ha venido rápido para este joven listo y muy serio para lo suyo -contenido de gestos y expresión, casi tímido, ante la grabadora-, a pesar de que parezca desmentirlo el bolsito de su madre que lleva en la mano, cargada de anillos, las enormes gafas Gucci enmarcadas en cristales de Swarovski y su vestimenta estrafalaria.

En Madrid epató con su primera colección, Orlando, la misma que luego llevó a Moscú, para volver luego a la capital de España con Boy walks in an exotic forest, la segunda entrega (lástima que no haya espacio para sus descripciones, que traducen en telas y modelos fantásticas ficciones merecedoras de ser publicadas en libros de cuentos). Y entonces la multimarca Opening Ceremony, con tiendas abiertas en lo más cool de ciudades como Tokio o Los Ángeles, quiso adquirir sus modelos. Estaba preparando el viaje a Nueva York para llevarlos cuando la revista Vogue lo invitó a mostrárselos en sus oficinas del nuevo Word Trade Center de la Gran Manzana. «Y allí me planté con mis amigos también a lo Martínez Soria, con bolsas y plumas por todos lados -recuerda divertido-. Fue toda una experiencia ver que era realidad lo que habías visto en El diablo viste de Prada». Fue un episodio de película que se tradujo en frases como «La cosa más sorprendente, bella, decadente y diabólica», titular del Vogue que todavía le hace levitar al mencionarlo.

-Siendo tan joven, y con una experiencia profesional corta, debe de sentirse un poco descolocado en la cresta de la ola, pero lejos de casa, ¿no?

-No, porque allá adonde he ido me ha acompañado mi familia protegiéndome en lo posible, como siempre ha hecho. Es vertiginoso pero procuro estar preparado para esto y mucho más. Porque esto es solo el principio, yo quiero seguir y seguir.

-El ser hijo único ayudaría a que le apoyaran sus padres cuando decidió convertir lo que siempre había sido afición en profesión.

-Supongo que sí. Mi padre tiene una empresa de ingeniería eléctrica y es muy emprendedor. Siempre me respaldaron no solo dejándome estudiar en Londres sino permitiendo que fuera quien quería ser, disfrazarme de chica o jugar con mi colección de barbies. Ya no las tengo, porque dejé que mi madre regalara las muñecas en un momento adolescente de afirmación viril. Error.

«Al acabar el Bachillerato mis padres me dieron dinero para buscarme la vida durante un mes en Londres -continúa-. A los pocos días estaba sirviendo cervezas en un bar pijo y al mismo tiempo me matriculé en el London College of Fashion. Allí me di cuenta de que para mí es mucho más natural diseñar para hombre que para mujer, a la que me siento menos cercano. Mientras, pasé a trabajar en una tienda de alta costura vintage, de segunda mano, frente a los almacenes Harrods, donde los empleados podíamos hacernos con piezas únicas a menor coste. Y eso es lo que yo busco, el acto de comprar ropa como coleccionismo».

-Como sabe, los jóvenes hoy no lo tienen nada fácil en este país. ¿Le costó trabajo poner en marcha Palomo Spain?

-Me costó trabajo y me cuesta, porque cada vez son mayores las inversiones y más grande lo que tenemos entre manos. Montamos la empresa sin ninguna ayuda oficial; se ha publicado que llegaban no sé cuántos miles de euros para empresarios de Posadas pero a mí no me han dado ni uno, a pesar de que se puso mi foto ilustrando la noticia.

-Aparte de deslumbrar, ¿ve recorrido comercial a su firma?

-Me he traído encargos de Nueva York. Es ropa hecha de modo artesanal, con telas maravillosas y un acabado impecable, muy lujoso y que te hace ir diferente a los demás. Hay mucha gente en el mundo que consume este tipo de moda, aunque obviamente no espero tener una clientela fiel en Córdoba, porque ni estamos acostumbrados a vestir de esa manera ni tenemos el concepto de invertir en ropa de calidad. Preferimos gastarnos 200 euros en camisetas a adquirir una buena prenda que te va a durar muchos años.

Mucho cambio de mentalidad tendría que producirse para que en Córdoba y Posadas a la firma Palomo Spain le quiten de las manos los hombres sus diseños de volantes y sus plumas, pero de momento en su pueblo es una celebridad. «Siempre he ido a contracorriente, vistiendo como me ha dado la gana, y aunque haya sido chocante y hubiera gente que pensara ‘cuántas moscas tiene este’, siempre me he sentido bien tratado en Posadas». Aquí tiene su taller, en una casona pegada al pueblo, amplia y luminosa, donde el diseñador se inspira y vive cuando no está en casa de sus padres, y aquí ha creado puestos de trabajo, puesto que ha fichado a tres modistas y un modisto malenos. «Los coordina María Luisa, que es una genia y mis manos -dice con cariño-, una modista que había cosido para las señoritas del pueblo y que entiende bien el concepto de alta costura. Y tengo a Mari Luz, Elena y Carlos. Todos opinamos y somos parte del proceso creativo».

-¿Usted cose también, o solo dibuja?

-Yo sé coser, pero no tengo tiempo de hacerlo. Tengo que estar pendiente de la producción y de la parte empresarial. De los viajes, las ventas on line y de mi equipo de relaciones públicas.

-¿Es muy cara su ropa?

-Depende de la pieza. Algunas llevan 20 metros de organza de seda natural y se tarda una semana en hacerlas, y otras son un pantalón de punto.

-Y, dígame, ¿se atrevería a ponerse en Córdoba sus propios modelos y complementos?

-(Ríe) Me visto con lo que me sienta bien, y lo mismo voy con un traje de lentejuelas plateadas hasta los pies o batas bordadas que con una camisa de seda salvaje, pantalón de chándal y abrigo de astracán.