Desde que la recesión económica azotó a todas las provincias españolas, en 2012 hay sectores de la población que se han visto afectados hasta el punto de tener más difícil que otros encontrar un empleo. En el caso de la juventud cabe destacar la sensación extendida entre la sociedad de que la generación actual es la más preparada de toda la historia de nuestro país. En Andalucía, la tasa de paro joven en 2018 fue del 36,48%, según el informe editado por la Consejería de Empleo.

Si se profundiza en esos porcentajes correspondientes a la incidencia del desempleo entre jóvenes con o sin estudios, este mismo documento recoge que el año pasado la tasa de paro oscila entre el 51,49% de los jóvenes sin estudios o estudios primarios y el 24,62% de los jóvenes que han cursado estudios universitarios.

Si seguimos hablando de este informe, por ejemplo, y del número de personas jóvenes paradas registradas en Andalucía, es de 144.594, siendo su peso del 18,33% del paro registrado en la comunidad autónoma. De esa cifra, 13.073 son de la provincia de Córdoba y la mayoría son mujeres.

A estos datos, la Encuesta de Población Activa considera que «el principal motivo de las personas jóvenes para no participar en el mercado de trabajo es la dedicación a los estudios, causa citada por seis de cada diez jóvenes andaluces inactivos».

Todo ello ha permitido que los jóvenes hayan preferido en los últimos años mejorar su formación en lugar de buscar un trabajo mal pagado o, frecuentemente, inexistente.

En ciertos ámbitos hay ofertas de empleo, y entre las ocupaciones con más contratos a jóvenes en Andalucía en 2018 destacan los socorristas, azafatos de tierra, promotores de venta, monitores de actividades recreativas y de entretenimiento, enfermeros no especializados, vendedores en tiendas y almacenes, y camareros asalariados como ocupaciones en las que más de la mitad de los contratos registrados para el desempeño de estas profesiones en nuestra comunidad autónoma han correspondido a jóvenes.

Llama la atención que muchas de estas ocupaciones son las más solicitadas por las personas jóvenes paradas registradas a la hora de inscribir su demanda. Lo cual tiene relación con la realidad contundente sobre la afectación directa de los índices de desempleo sobre jóvenes sin estudios o con estudios primarios.

Lo peor, sin embargo, de estos empleos -independientemente de la precariedad extendida en el mercado laboral- es que el 95,45% de los contratos firmados con jóvenes en centros de trabajo ubicados en Andalucía son temporales. La estacionalidad marcada del ocupación de la población en edad para trabajar provoca que, por ejemplo, la proporción de jóvenes que no estando ocupados y tampoco estudian se ha reducido considerablemente aunque siga siendo significativa. Hoy hay en España 600.000 ninis menos que en los peores momentos de la crisis, en 2012, cuando hubo 1.700.000.

No obstante, y volviendo al territorio andaluz, el informe del mercado de trabajo de los jóvenes andaluces de 2018 indica que dos de cada tres personas jóvenes paradas registradas llevan demandando empleo menos de 6 meses. Y los que llevan solicitando empleo al menos un año equivale al 17,6% del total de jóvenes parados registrados.

Teniendo en cuenta que contamos con unos jóvenes sobradamente preparados y que muchos de ellos emigran buscando este trabajo de calidad que no encuentran en su país, hacen falta empleos de alta cualificación y decentemente remunerados para cuando los jóvenes que actualmente estudian, concluyan su etapa formativa. Parece imposible, a no ser que el mercado dé un vuelco considerable.