En el Jardín de los Justos del Museo del Holocausto de Jerusalén un olivo recuerda a los cordobeses José Ruiz Santaella y Carmen Schrader. Los únicos españoles, con los diplomáticos Angel Sanz Briz y Eduardo Propper, distinguidos con el título de Justos entre las Naciones.

Así recuerda Israel a las personas que ayudaron a los judíos durante la II Guerra Mundial. Gentes anónimas, cuyas historias están más cerca de nosotros de lo que a veces imaginamos.

Ayer, las llamas de tres cirios blancos brillaron en Córdoba en memoria de los ocho millones de judíos exterminados. Organizado por la Fundación Tres Culturas, la Casa de Sefarad acogió la conmemoración del Día de la Memoria del Holocausto. Una jornada que recuerda la liberación de Auschwitz, el más célebre campo de exterminio nazi.

Carmen Schrader acudió acompañada de sus hijas y nietos. Ella es la única española Justa entre las Naciones que aún vive. Y vive aquí, en Córdoba.

A pesar de sus 95 años, Carmen conserva la sonrisa y el encanto que debió enamorar al joven José Ruiz Santaella, el cordobés de Baena con quien se casó y ha compartido toda una vida.

El matrimonio vivió en Berlín entre 1942 y 1944, donde él trabajaba como agregado agrícola de la embajada española. Y fue entonces cuando no dudaron en ayudar a varias mujeres judías, a quienes ocultaron en su casa. Primero fue a Gertrud, la costurera; luego contrataron como niñera a Ruth, y finalmente a la madre de ésta.

Cuando los Santaella se trasladaron a Suiza, perdieron todo contacto con la joven Ruth, con su madre y la señora Neuman. Sin embargo, años después, el testimonio de Ruth sirvió para incluir sus nombres junto al de otros gentiles que ayudaron a judíos durante el Holocausto.

Hoy, Ruth vive en Estados Unidos y aún mantiene contacto con Carmen y una de sus hijas, Margarita Ruiz Schrader, hasta hace poco jefa de protocolo del Ayuntamiento de Córdoba.

Por todo esto, el acto de ayer en la Casa de Sefarad fue también un homenaje a José Ruiz Santaella --presente en el recuerdo-- y a Carmen, en quien se centraron flashes y cámaras. Luego, las llamas de tres cirios recordaron a las víctimas del Holocausto; se rezó el Kadish, una oración fúnebre, y la música sefardí de Axabeba hizo volar la imaginación de los presentes.

"El Talmud enseña que el mundo existe gracias a los justos", recordó el bibliotecario de la Casa de Sefarad, Sebastián de la Obra. Extraordinaria gente corriente que aún vive entre nosotros.