Entre quienes piensan que sí hay que quitar el nombre de algunas calles están, en primer lugar, las familias de las víctimas. Antonio Deza, presidente de la asociación Dejadnos Llorar, escribió en este diario un artículo titulado Una oportunidad para los 4.000 de Córdoba, que invita a la reflexión: «La liquidación de los últimos vestigios del franquismo debería ser motivo de concordia, respeto y reforzamiento de la democracia y de la convivencia en paz. Las nuevas generaciones deberían tener presente que el nazismo y el fascismo fueron y son el enemigo común de la civilización, la libertad, la democracia y los derechos humanos». Cristina Calandre, nieta del doctor Luis Calandre, que fue encarcelado y represaliado tras una delación del Conde de Vallellano, escribió hace unos días a la alcaldesa de Córdoba para agradecerle esta iniciativa. Por otro lado, están quienes sin ser afectados en primera persona consideran que es de «justicia» llevar a cabo los cambios. «Están totalmente fuera de lugar. Comprendo que no debería haber calles con alusiones franquistas», afirma Raúl Vivar, un programador de 39 años.