--¿Por qué se decidió a escribir el libro El tiempo y la memoria ?

--Cuando dejé la dirección de IU, y después de dos años largos de silencio, decidí aclarar lo que fui. Hubo una aproximación con el libro Corazón rojo , que lo escribí más que nada por la insistencia de médicos, y como hubo cierta aceptación, concebí la idea de una trilogía. El tercer libro tratará la historia política de IU con sus documentos, con la intención, entre otras, de mediar en determinadas campañas, sobre todo en lo que se llamó la pinza .

--Asunto aquél al que dedica varias páginas en este volumen.

--Nunca me ha preocupado que el PSOE y la gente a su servicio nos atacase por la pinza . Sí me ha preocupado la debilidad interna de IU cuando muchos de sus dirigentes aceptaron ese hecho. Eso me hizo intervenir.

--La memoria es selectiva y parece que en las suyas dedica poco espacio a personas con las que ha compartido mucho políticamente y en lo personal. Por ejemplo, a Rosa Aguilar la cita casi de pasada. ¿Por qué?

--A todos los cito de pasada. Yo hablo de procesos, no de personas. Tampoco hablo de mí.

--Por el contrario sí demuestra cierto aprecio, y así lo expresa, por otras personas a las que nombra, sobre todo de su etapa municipal.

--Que nadie busque en el libro segundas intenciones. Lo que ocurre es que he objetivado mucho. ¿Por qué me fijo más en esas personas de la etapa municipal? Porque ha sido la etapa política más interesante de mi vida, en la que se arriesgó mucho, pero tuvimos nuestra recompensa.

--¿Hay amargura en este libro, en esas memorias?

--No, no, no. Hay heridas cicatrizadas.

--Las cicatrices se ven cuando uno se afeita.

--Ayer (por el jueves) estuve de viaje y unos compañeros me reconocieron que mi etapa en IU fue de una amplísima democracia. Todos los documentos, todas mis intervenciones fueron aprobadas por los órganos de dirección. Siempre me he preocupado de eso; soy un obseso de la participación. Siento cierto malestar, no digo rencor, cuando he salido a defender las posiciones que habíamos aprobado y me he ganado las críticas de los medios de comunicación, pero eso va en el sueldo; me he preocupado cuando he visto que algunos cedían ante los golpes de los medios de comunicación.

--En el libro comenta que no le gusta la palabra líder, que prefiere ´dirigente´. Sin embargo, usted, que siempre se basa en las ideas, despierta en los ciudadanos una reacción carismática, próxima al concepto de liderazgo. ¿Eso le incomoda?

--Sí, muchísimo. Me pasó ayer en Murcia: antes de empezar la conferencia me aplaudían. Quiero, como docente y político que cree que hay que socializar el conocimiento, que la gente escuche, reflexione; no quiero ni necesito aplausos. Quiero y necesito de su acercamiento para trabajar, no quiero estar ni en la hornacina ni en la peana; reniego de la adoración que no va acompañada de la participación.

--¿Siempre ha sido así? ¿Incluso cuando era chaval en la calle del Pozo?

--Recuerde que cuando fui alcalde iba a muy pocos sitios. Reconozco que he sido una persona muy gris, pero yo lo he buscado. Nunca me ha gustado destacar.

--¿Y se puede ser líder en Izquierda Unida?

--Yo he tenido más aceptación fuera que dentro de IU, pero he sido un dirigente que ha planteado propuestas, que han sido aprobadas y después contestadas por los mismos que las aprobaron. He sido un dirigente clásico y por ello siempre planteé que las propuestas tenían que ser colectivas.

--Escribe sobre el sentimiento de soledad que vivió desde que se fue a Madrid en 1989, cuando fue elegido secretario general del PCE. ¿A qué se refiere?

--Me presionaron, me bloquearon. Estuve roto psíquicamente durante 48 horas, en una esquizofrenia tremenda porque, por una parte, ya había aceptado ser dirigente del PCE y, por otra, no quería. Fue una pugna brutal. Así desembarqué en Madrid. Tuve que trabajar con el equipo que había dejado Gerardo Iglesias. Me encontré con magníficas personas y con otras, que, formando parte de la dirección del PCE, empezaron a minar el proyecto. Estuve solo desde el 1 de marzo a octubre de 1989. Tuve compañeros que colaboraron conmigo de forma inestimable, como Frutos o Salvador Jové, y otros que no fueron tan leales, con lo cual hubo conflicto en 1991. A eso se llama soledad.

--¿Qué piensa de su trayectoria? ¿Ha merecido la pena?

--Sí, porque he aprendido mucho. Aprendí siendo alcalde no solo las cosas municipales, sino la política de Estado.

--Su indignación ideológica se la despertaron sus vivencias como maestro en Montilla. Me ha impresionado la secuencia de los alumnos vomitando tras comer albóndigas, no por haberlas ingerido, sino porque no habían comido hasta entonces carne de verdad.

--Aquella experiencia fue tremenda. Pero no fue en Montilla donde se despertó mi ideología. Ya estaba tocado antes, pero era un rebelde sin causa. Estando en Montilla vi cómo era el magisterio, vi el desinterés que se tenía por la enseñanza primaria. Además, había personas a mi alrededor que iban despertando mi conciencia y me orientaban. En principio me sentí inclinado hacia la anarquía. Todavía tengo en el cuerpo medio litro de sangre de anarquista. Lo del PCE no fue un amor a primera vista, pero hoy por hoy me encuentro bien en este matrimonio. Me siento confortable en el PCE.

--Las cosas han cambiado y hay cierto bienestar en la sociedad española. Bajo los supuestos actuales, ¿cree que puede durar ese bienestar?

--El de ahora es un bienestar un tanto alineado ¿Qué veo de avance? La sanidad, la educación, la alimentación, que haya más expectativas de vida. Pero hay otras cosas que están constituyendo la muerte de la sociedad: el consumismo feroz, el ataque al medio ambiente, la enajenación por poseer bienes y bienes. El día que la burbuja del la--