El presidente de la Audiencia provincial de Córdoba, Francisco de Paula Sánchez-Zamorano, reunió ayer a gran parte de los protagonistas de la historia de la judicatura cordobesa para despedirse del edificio que ha acogido desde 1979 al máximo órgano judicial de la provincia.

«Los mejores recuerdos de mi vida resuenan en los ecos de estas paredes ya medio desiertas» confesó Sánchez-Zamorano en la sala de vistas del Tribunal del Jurado, en la sección Segunda, que ayer reunió a magistrados históricos en el adiós a unas instalaciones en las que ya solo quedan las tres secciones de la Audiencia Provincial, las últimas en el traslado a la nueva Ciudad de la Justicia.

El magistrado jubilado Antonio Fernández Carrión recordó junto al secretario judicial de la sección Primera, Juan Carlos Fernández, algunos de los casos enjuiciados. «Nos llegó un caso donde denunciaban a una ganadería porque los novillos que habían comprado no embestían» relatan. «¡Pero si han comprando ustedes a precio de carne, no pueden ser Isaías y Tulio Vázquez», bromeó el juez. Otro protagonista de la historia de la judicatura cordobesa, el juez Antonio Puebla, señaló que «en proceso judicial se ve lo peor, pero también la calidad humana de las personas, cualquiera puede cometer el error de delinquir».

Por su parte, el presidente de la sección Segunda, José María Magaña, valoró la Audiencia de Córdoba por ser «un referente en la unidad de criterios en cualquier materia». Entre otros testimonios, José Carlos Romero Roa, el último de los magistrados en llegar a la Audiencia cordobesa, resaltó que «en penales estás en el pulso de la realidad», pero «en la Audiencia tienes que consensuar, reflexionar sobre todas las posibilidades, todo se acaba aquí salvo lo que vaya al Tribunal Supremo (TS)». Además de estos profesionales, la funcionaria Carmen Castel contó que «para nosotros los casos no son papeles, cuando estamos en sala sufrimos, sobre todo, cuando las víctimas son niños o mujeres».