Remedios Gómez, de 87 años de edad, recibió ayer una noticia que llevaba 83 años esperando. Los restos encontrados en una finca ubicada a mitad de camino entre Castro y Nueva Carteya coinciden con su ADN. Son de su padre, asesinado en una fecha incierta del año 36 y desaparecido desde el 20 de julio de aquel año. Juan José Gómez Gálvez fue uno de los once hombres (todos menores de 50 años y algunos sin vinculación política alguna) que aquel año aciago del estallido de la guerra civil se llevaron por la fuerza de Santa Cruz. Ninguno de ellos volvió.

La llamada de la Junta de Andalucía dejó a Remedios ayer en shock, con una mezcla de «alegría y tristeza», sin saber si llorar o reir. Después de llevar toda una vida buscando el paradero de su padre, asesinado con 46 años de edad, y de su hermano mayor, Antonio Gómez Márquez, de 17, al fin podrá dar sepultura a uno de ellos. «La pena que tengo es que no han encontrado a mi hermano», lamentaba ayer Remedios, que dará sepultura a los restos de Juan José junto a la que fue su esposa, la madre de Remedios. Pese a que cuando ocurrió todo solo tenía 4 años, esta mujer no ha podido olvidar la imagen de su madre pelada al cero y barriendo la plaza de Andalucía, de Santa Cruz, donde desde febrero luce una placa con los nombres de aquellos 11 desaparecidos.

La familia Gómez Gálvez no sabe con certeza qué les ocurrió a los hombres cuando la Guardia Civil se los llevó. Se cree que fueron a la Comandancia de Montilla y después, quizá, a Castro del Río. Cuando se llevaron a su padre y hermano un falangista ocupó su casa y les dejó una habitación «por lástima». Dormían en el suelo, sobre paja, y así estuvieron cuatro años los cuatro hermanos que quedaron y su madre, que trabajaba en el campo de sol a sol, recordaba Remedios.

La búsqueda de su padre y hermano se inició «cuando se pudo empezar a hablar de esta historia», contó ayer Remedios, que ha recibido estos años ayuda de historiadores como Francisco Moreno o Arcángel Bedmar, y de asociaciones como Arehemisa. En los 80, el dueño de la finca Santa Rita encontró restos óseos y los llevó a la Guardia Civil, pero entonces no se hizo nada. Ni se abrió expediente. Hace unos años, volvió a buscarse lo que quedaba de aquellos restos en la misma finca, que había cambiado de manos. «El hombre abrió su propiedad a los familiares, no hubo problemas. Lo que se recogió allí podía pertenecer a varias personas, pero ya era restos ínfimos porque se había arado sobre ellos», explica Flori Rodríguez, de la Comisión de la Verdad y nieta de represaliada. Tras tener conocimiento de esa exhumación, Remedios pensó que su padre y su hermano podrían estar allí y se hizo las pruebas de ADN. Hoy por fin, 83 años más tarde, puede cerrar al menos uno de los capítulos que tenía pendientes.