Amaneció ayer un hermoso día con cielo azul y nubes blancas como los colores de la Inmaculada Concepción, la patrona de España, que ayer se recordó en la ciudad con numerosos actos. Y es que Córdoba es inmaculista. No en vano, fue de las primeras ciudades que defendieron el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Un dogma que las cofradías siguen defendiendo a ultranza. Así, ayer, los templos se llenaron de belleza y barroquismo para honrar a la Virgen.

Una de las primeras en desplegar por la ciudad su manto azul de Inmaculada fue la Virgen de la Esperanza, que en rosario recorrió las calles para llegar a la plaza de Capuchinos, donde ante la Virgen de los Dolores se celebró la eucaristía.

Este rosario público fue el anticipo para lo que quedaba de día, un día que se celebró especialmente en San Lorenzo alrededor de la Virgen de la Palma, que lució en besamanos. En el barrio de Santiago, la Virgen de la Concepción estuvo expuesta a la veneración de los fieles en su capilla exornada de barrocos cortinajes e iluminada con los faroles de su palio. Alrededor de la una de la tarde dio comienzo la función principal, donde los hermanos de la cofradía de las Penas renovaron el juramento concepcionista.

Un juramento de amor y devoción a la Inmaculada que supo inculcar fray Ricardo de Córdoba a la cofradía de la Sangre, cuya titular mariana, Nuestra Señora Reina de los Ángeles en sus misterios dolorosos, lució expuesta en besamanos en la iglesia de Capuchinos.

En la céntrica parroquia de San Nicolás, la Virgen de Gracia y Amparo extendió también su mano en este señalado día. Mientras que la hermandad del Resucitado, fiel al dogma concepcionista, mostró asimismo en besamanos a su bella titular, la Virgen de la Alegría.

Por su parte, los barrios también se unieron a esta fiesta de la Inmaculada. Así, la Virgen de la Encarnación mostró su realeza en el barrio del Cerro, la Virgen del Dulce Nombre en el Campo de la Verdad y en el barrio del Naranjo la Virgen de la Salud.

Paralelamente a estos besamanos se sucedían los cultos en los templos como en la parroquia de la Compañía o el Santuario de Linares, donde se celebró la función en honor a la Virgen de Linares, un triduo que este año ha llamado la atención por el elaborado altar de cultos, que denota un importante cambio estético con respecto a años anteriores.

El cielo de la ciudad seguía azul como las casullas de los canónigos y la del obispo, que en la Catedral celebraron la solemnidad de la Inmaculada, una señalada fiesta donde se ordenaron diáconos los seminaristas Mario González y Javier Solaz.

En definitiva, una jornada donde María Inmaculada fue sin duda la protagonista de un intenso día dominado por el blanco y el azul.