Recibir a más turistas no siempre es sinónimo de estar haciendo las cosas bien en el ámbito turístico. A veces, son reflejo de inercias, que tienen más que ver con la accesibilidad o la distancia de un destino, la fama de algún monumento o fiesta local o del poder adquisitivo del sujeto que diseña un viaje. Inercias que, lejos de marcar un camino, son fruto del azar y no deberían dar pie a análisis triunfalistas. Cantidad no suele ser un parámetro equivalente a calidad. Y en el caso de Córdoba, perdida desde hace años en el quiero y no puedo de la planificación turística a largo plazo, la cantidad viene siendo, por encima de todo, reflejo de la inercia. Poco más.