Isabel Ambrosio, candidata del PSOE por Córdoba, intervino ayer solo una vez en el comité provincial de su partido para exigir «el mismo trato» y «la misma libertad» que han tenido el resto de alcaldes a la hora de confeccionar su lista para las municipales del 26 de mayo. Lo pidió en un discurso sencillo y breve, que fue aplaudido por sus compañeros y, sobre todo, entendido por aquellos que son alcaldes, además de compañeros. El retraso en la aprobación de la candidatura de la capital refleja el fuerte pulso interno entre la candidata y la dirección, que aspira a imponer su cuota en la plancha. Desde que comenzó a negociarse la candidatura, la batalla entre los dos sectores socialistas en pugna se ha ido haciendo más y más explícita. Las dos sensibilidades han acudido a los resultados de las asambleas para respaldar sus posiciones, haciendo, eso sí, lecturas bien distintas de unos mismos datos.

Isabel Ambrosio tiene claro que 2019 no es 2015, cuando tuvo que concurrir a las urnas con un equipo impuesto al que la victoria pilló desprevenido. Tampoco Ambrosio es ya la misma que perdió el pulso ante la dirección provincial en el comité en el que Antonio Ruiz relevó a Juan Pablo Durán, y que precipitó el cese/renuncia de Rafi Crespín como delegada del Gobierno en noviembre del 2017.

El secretario provincial acudió ayer al manual del buen político para responder, cuando los periodistas le preguntaron, por la falta de consenso. «La lista será la mejor», se limitó a responder, después de asegurar en dos ocasiones que habrá que escuchar a la candidata. Ambrosio, por su parte, evitó hablar con los medios. Los socialistas tienen apenas una semana para ponerse de acuerdo. Si eso no ocurriera, tendrá que desempatar la dirección federal.