Por muchas diferencias sociales que pudieran existir en la cada vez menos oscura Edad Media, había dos situaciones que igualaban a todos los hombres, la muerte y la estética corporal, una meta, esta última, que perseguían tanto los poderosos como el pueblo llano. Y lo hacían ayudados por recetas para conseguir productos cosméticos y obtener un «aspecto estético agradable», como manifestó Javier López, secretario del workshop titulado El cuidado del cuerpo. Cosmética y perfumería en recetarios de la Edad Media, dirigido por el investigador Ricardo Córdoba de la Llave, catedrático del Área de Historia Medieval de la UCO, que se celebró ayer en el Museo Arqueológico y en la Facultad de Filosofía y Letras.

El objetivo del workshop, que ha contado con la colaboración de especialistas de Alemania, Austria, Inglaterra, Italia y España es doble, por un lado, romper el tópico que existe sobre la falta de higiene en el Medievo; y por otro, estudiar los recetarios medievales desde diferentes puntos de vista, en concreto lo relacionado con la cosmética y el cuidado del cuerpo y la perfumería.

Unos recetarios medievales que se remontan algunos a la Antigüedad Clásica, como puso en valor Irene Calà, del IMU de Múnich, remitiéndose a aportaciones de dos de los padres de la Medicina, Hipócrates y Galeno, recetas que llegaron a perdurar siglos después de la finalización de la Edad Media.

Tanto la nobleza y los poderosos como campesinos y clases bajas procuraron en la Edad Media obtener el mayor partido de recetas transmitidas por la tradición para obtener un depilatorio, teñirse el pelo, tratar la alopecia, una quemadura o un dolor.

Recetas que proporcionan numerosa información a los investigadores debido a la abundancia de las fuentes escritas, como recuerda Javier López, que permiten analizar de manera fehaciente los componentes que usaban tanto para conseguir un depilatorio como para tratar la alopecia, idénticas preocupaciones a las que existen en el siglo XXI.

Las recetas se transmitían de manera tradicional, familiar, por el boca a boca y copiándose de unos a otros. Algunas de estas recetas se podían modificar para mejorar el resultado final.

Este interés por la higiene y la belleza también se encontraba en el pueblo llano y era una cuestión diaria, no puntual. La necesidad de vivir con un aspecto agradable era cotidiana y la consecución de los productos que formaban parte de estas recetas para mejorar la imagen o conseguir un tratamiento para el cabello eran a través de recursos naturales, donde podían adquirirlos tantos los nobles como los campesinos, aunque los primeros tenían más facilidades económicas y más personas a su servicio para conseguirlas.

Un ejemplo de estas recetas con elementos naturales fue, como destaca Javier López, un producto para teñir el pelo de negro, a base de agalla, una excrecencia de los robles y otros árboles ocasionada por picaduras de insectos, que mezclada con aceite de oliva teñía el pelo de negro. Un color del cabello que igualaba al señor y al vasallo, obtenido según la misma fórmula con idénticos productos. El poder y la riqueza separaban a unos pocos de una amplia población oprimida y pobre. Solo los igualaba la muerte y la preocupación por la estética y por la higiene de la época. Una visión de la Edad Media obtenida a través de un proyecto que lleva diez años de investigación y que se va a renovar con el objetivo de estudiar más recetarios.