Se queja de que no para de recibir libros y no sabe ya dónde ponerlos, pero seguro que a Pablo García Baena, presidente emérito del Centro Andaluz de las Letras, no se le pasa ni remotamente por la cabeza desprenderse de ninguno. En realidad no se deshace de nada. Lo guarda todo, desde tallas, enseres y recuerdos familiares a fotografías suyas, de amigos y parientes --que sin fotos hubieran permanecido igualmente en el recuerdo de este hombre fiel a los afectos como pocos--. Hasta libritos de sus primeros años de escuela conserva con mimo y con devoción los muestra. Y es que, reservado en público, irónico y festivo en la intimidad, menudo y leve como un pájaro cantor, el poeta es un sentimental apegado a la memoria.