La electricidad le robó un brazo y una pierna, pero nunca tiró la toalla. Juanma sufrió una descarga eléctrica cuando tenía 4 años, lo que le llevó a estar un año entero hospitalizado para recuperarse de las quemaduras. «Me amputaron la pierna izquierda y el brazo derecho, en dos semanas me operaron 8 veces», recuerda.

La quinta planta del hospital Virgen del Rocío se convirtió en su casa. «Me llamaban el niño de los cristales porque me pasaba el día mirando la calle». Hasta los diez años no fue consciente de que era «diferente, porque me faltaban cosas», dice, pero lejos de amilanarse, decidió adaptarse y tirar para adelante, con la ayuda constante de su madre, destaca. Las prótesis de los brazos nunca fueron funcionales y las desechó, pero aprendió a manejarse con la mano izquierda, la boca y una pierna ortopédica.

«Como era pequeño cuando pasó, a medida que crecía el hueso salía y tenía que volver a operarme», relata, «todo aquello me hizo más duro y me enseñó a ver las cosas de otra manera y valorar lo que realmente importa». El accidente llevó a la familia a una batalla judicial contra el dueño de la línea eléctrica, cuya deficiente instalación fue la causa del siniestro y aunque ganaron en el Tribunal Supremo, la otra parte se declaró insolvente, por lo que se tuvo que conformar con que el seguro de compensación le pagara 2 millones de pesetas de entonces, que no pudieron tocar hasta que él cumplió 18 años.

Mientras tanto, cuando acabó la EGB, decidió estudiar electricidad. «Ya ves que le cogí respeto después de aquello, pero no miedo». En aquellos tiempos, la informática aterrizaba en España y él se volcó en ese mundo y desarrolló su actividad laboral en varias empresas. «Cuando me veían dudaban, pero he cerrado muchas bocas con mi trabajo», afirma, «yo soldaba cables con la boca, hacía nudos, empalmes... he hecho de todo apoyándome en mis pilares, paciencia y adaptación, siempre digo que si te adaptas puedes superar cualquier escollo». Lo más difícil para él fueron las relaciones sentimentales aunque estuvo casado diez años y ahora comparte su vida con su actual pareja. Prejubilado tras una operación en la mano izquierda, lleva una vida tranquila mientras prepara su boda. Su consejo a quienes afronten una discapacidad está claro: «Que no se rindan, que luchen».