Su sueño es ser rabino, el primer rabino andaluz en 500 años, de una comunidad que integre la rica diversidad del judaísmo, y para ello se prepara a fondo mientras trabaja por preservar el legado sefardí. Eso obliga a Haim Casas a vivir con la maleta a cuestas entre Londres --donde este joven serio y con cara de escolar empollón cursa los estudios--, Israel, Marruecos y su Córdoba natal, quizá el único sitio en que siguen llamándole Jaime, el nombre que lo acompañaba antes de que el Tribunal Rabínico Europeo le reconociera la identidad judía. Pero, esté donde esté, su corazón "siempre está en Sefarad". Incluso cuando, como ocurrió recientemente, hace un paréntesis y pasa por su tierra, en este caso para pronunciar en el Alcázar una conferencia sobre cómo era y es la vida en las sinagogas, que, contra lo que suele creerse, no están solo dedicadas al culto sino "a la convivencia, incluida la gastronómica".

Aprovechando ese viaje fugaz, nos colamos en la casa de su madre, donde vive Haim cuando está en Córdoba. En el salón, a pesar de ser las diez de la mañana, está ya la mesa preparada como para una fiesta. Y es que es viernes y toca celebrar el sabbat . Pero eso será en la cena. De momento Jaime, o Haim --igual de nervioso y parlanchín en cualquiera de sus dos identidades-- nos recibe con un hospitalario té con pastas en medio de una atmósfera con velas y esencias orientales, teatral e íntima, que más tarde se completará con un paseo por su añorada Judería.

--¿Qué supone para usted el 700 aniversario de la Sinagoga de Córdoba?

--Para los judíos es algo importante el esfuerzo de las instituciones por conservar este legado, es una cuestión de memoria. Aunque es muy pequeñita, la Sinagoga de Córdoba está cargada de simbolismo, porque es la huella tangible de lo que fue la comunidad más importante en todo el mundo judío. Hoy seguimos viviendo de lo que ocurrió en Córdoba. También es fundamental para la ciudad, porque no hay que negar que el turismo religioso es una fuente de ingresos, y la Sinagoga es el segundo monumento más visitado después de la Mezquita.

--¿Existió aquí realmente una convivencia armónica entre cristianos, musulmanes y judíos o es un mito?

--Aquella convivencia fue difícil, pero no se puede negar que marcó momentos únicos de intercambio cultural en la historia. Y eso, unido en el mundo andalusí y sefardí a la sensación de paraíso perdido, genera el mito.

--Aspira a ser el primer rabino andaluz en los últimos 500 años. ¿Qué le supone tal título?

--Más que un título honorífico, que no lo es, es una responsabilidad con las raíces de mi tierra, con las raíces de Andalucía, a la hora de recuperar y poner en valor un legado y una memoria que en gran parte fueron olvidados. Es la oportunidad de tener una formación que me permita por ejemplo organizar programas educativos donde estudiantes españoles y de otros países nos reunamos en torno a los textos que se escribieron en Córdoba, en Lucena o en Granada.

--Deben de ser muy intensos los estudios rabínicos, porque a usted lo tienen viviendo entre cuatro países.

--Es como una carrera universitaria (yo soy licenciado en Derecho). Bastante dura en la parte académica, aunque luego está la parte vocacional. Pero en principio lo más complicado es que te admitan como estudiante. Mi escuela está en Londres, pero un año de los estudios tenemos que hacerlo en Israel. Y además por cuestiones familiares y por colaborar con determinadas instituciones también reparto mi tiempo en Marruecos y España.

--¿El rabino es el equivalente judío al sacerdote católico? --No, el rabino no tiene nada que ver con el sacerdocio. Ser rabino es como licenciarte en cualquier carrera. El rabino es una especie de maestro que sirve a la comunidad como líder espiritual; tiene una función educativa, pero no hace falta tener un rabino en la Sinagoga para oficiar los servicios religiosos, que cualquier judío puede oficiar.

--Imagino que su ilusión será ejercer de rabino en su tierra.

--Desgraciadamente en Córdoba la comunidad es muy pequeña. De hecho, organizada como tal no la hay. En Andalucía la mayor parte de los judíos viven en la Costa del Sol. Es difícil que como rabino vaya a tener un puesto de trabajo aquí. Mi vida probablemente transcurrirá trabajando como rabino en Madrid, París o Londres y volviendo de vez en cuando para realizar proyectos educativos.

Nacido en una familia cordobesa que él define como "compleja, de distintas raíces culturales", Jaime Casas no recibió desde el principio una educación judía sino que estudió en el colegio de las Teresianas, cuya "mentalidad abierta" afirma que "hizo nacer en mí un amor increíble por las distintas culturas". A ello contribuyeron también los paseos que daba los domingos por la Judería con su abuelo, que despertaron en aquel niño inquieto y un poco sabihondo el interés por la cultura sefardí. "Yo tenía pasión por la Judería de Córdoba ---comenta emocionado, mientras se recoloca las gafas de pasta y manotea a los cuatro vientos--. Empiezo a estudiar y descubro el drama de los judeo-conversos, que no todos los judíos se van, que muchos se convierten manteniendo tradiciones, recetas de cocina... Cosas que yo veo en mi propia familia, sobre todo por línea materna".

Comienza a viajar y a conocer a sefardíes. Y se lleva la sorpresa de que con algunos de ellos comparte apellido. "Uno de los choques fue en el Memorial del Holocausto en París, donde estuve como voluntario catalogando la biblioteca y parte del archivo --recuerda--. Allí descubro la documentación de Ibraim Casas, que por ser judío fue mandado con su familia a Auschwitz. Aquello me impactó y me acercó intelectualmente al judaísmo".

--Pero una cosa es el acercamiento cultural y otra las cuestiones de fe. ¿Qué le hizo convertirse a la religión hebrea?

--El estudio de los textos. Vi en ellos una riqueza espiritual que quise llevar a mi vida. El judaísmo es continua discusión, diálogo de voces disonantes a veces.

--El Estado español intenta enmendar los errores pasados concediendo a los descendientes de aquellos judíos expulsados la nacionalidad española. ¿Qué repercusión ha tenido este anuncio entre los sefardíes?

--Entre los sefardíes ha producido emoción y tranquilidad. Hay una cuestión práctica y es que el tener la nacionalidad española te abre las puertas a Europa. Quedan muy poquitos judíos en países de mayoría musulmana y los que quedan tienen un sentimiento de inestabilidad. Si las cosas se ponen feas ese pasaporte les permitirá la huida como hace 500 años, así de triste.

--Aparte del nombre, ¿le cambió mucho la vida hacerse judío?

--Mi nombre civil sigue siendo Jaime, así me siguen llamando mis amigos y mi familia. Para el mundo judío soy Haim, que significa "las dos vidas, la material y la espiritual". Mi vida no ha cambiado, es una continua evolución, yo soy el mismo de siempre, pero más maduro. La cuestión del rabinato supone mucha responsabilidad.

--¿Y su familia que opina de esa evolución?

--Como ha sido una evolución muy lenta, muy natural, no ha sido una sorpresa. Mi familia me apoya en este y todos los aspectos de mi vida.

Como parte de esa evolución, antes de emprender su etapa de estudios en el extranjero, Jaime/Haim fue durante siete años el responsable de la programación cultural de la Casa de Sefarad de Córdoba, donde su cordialidad y entrega dejaron un buen recuerdo entre todos los que le trataron. "Yo le debo mucho a la Casa de Sefarad --enfatiza--. Para mí supuso encontrarme con el mundo sefardí vivo, el que no está en los libros".

--Se define como "judío progresista". ¿En qué se traduce eso?

--Hay un dicho: "Donde hay dos judíos hay tres opiniones". Hay casi tantos judaísmos como judíos. Para sobrevivir, el judaísmo siempre se ha adaptado a las circunstancias históricas del momento. Para mí ser judío progresista es mantener unas raíces de 3.000 años, pero estar abierto a los cambios y protagonizarlos.

--¿Qué opina del conflicto judeo-palestino?

--Lo vivo con dolor. Hay un tratado de la Mishná, un compendio de legislación judía, que dice: "Quien salva una vida ha salvado al mundo. Y quien destruye una vida ha destruido al mundo". El valor de la vida en el judaísmo es sublime. Ante la destrucción y la guerra todos somos víctimas. Pero en Occidente hemos tomado una postura cómoda y es criminalizar a Israel. Yo sufro por Israel y sufro por los palestinos, porque aunque no lo parezca están muy solos. Cuando entre facciones palestinas se han matado entre ellos a nadie le ha importado sus muertos, y nadie se manifiesta contra los abusos de Hamás.

--¿Ve salida al conflicto?

--Yo pienso que el conflicto es insostenible, y de un modo u otro va a tener fin. Es tal el dolor en los dos lados, causa tanto estrés entre la población... Mi esperanza es que acabe con dos estados que firmen un reconocimiento mutuo, porque en Oriente Medio hay espacio para todos.

Antes de iniciar su etapa viajera de formación Haim Casas fundó en Córdoba la primera comunidad judía progresista de Andalucía, Beit Rambam, actualmente en Sevilla. Además participó en la creación de la Casa Mazal, un restaurante de la Judería especializado en comida mediterránea, como una forma más de revitalizar la cultura sefardí, en este caso a través del paladar.

--Es usted muy emprendedor.

--Pues sí, he hecho casi de todo.

--¿Se aprecia lo suficiente el legado judío en Córdoba?

--El problema todavía es la ignorancia. Solo se aprecia lo que se conoce, y el legado judío aún no se conoce lo suficiente.