Acaba de estrenar la treintena y ya lleva doce años dedicado profesionalmente a la música. Los mejores escenarios del mundo han sido testigos de la voz prodigiosa del tenor cordobés Pablo García López, quien asegura que, si uno confía en su talento personal, puede romper cualquier barrera y cumplir su sueño. Él lo hizo, pese a que en su familia y en su colegio se echaban las manos a la cabeza cuando decía que quería cantar. Hoy admiran una fulgurante carrera internacional que este joven mantiene con paso firme sin olvidar sus orígenes y siempre con el nombre de Córdoba por bandera.

-Ha iniciado una temporada cargada de proyectos que arrancó en el Teatro Campoamor de Oviedo con el estreno de ‘Fuenteovejuna’, ópera dirigida por Miguel del Arco. ¿Cómo afronta todo lo que está por venir?

-Con mucha ilusión. Es una temporada muy distinta, porque por primera vez hago el cincuenta por ciento de ópera y el cincuenta de música sinfónica y de recital. Hice Fuenteovejuna, una de las cosas más importantes de mi carrera hasta la fecha, he vuelto a hacer Turandot de nuevo en Valencia y he hecho sinfónica, porque abrí la temporada de la sinfónica de Navarra. He estado en Berlín y ahora justo empieza la temporada de recitales. Voy a hacer por primera vez La bella molinera, en el Centro Botín de Santander, con un gran pianista inglés como es Simon Lepper, puntero en el mundo. También me dirigirá Plácido Domingo en marzo en Valencia y estaré aquí en Córdoba en el mes de febrero.

-Su agenda de compromisos deja claro que no para de trabajar. ¿Qué queda de aquel joven revelación, como le catalogaron en sus comienzos?

-Queda la ilusión tan grande que tenía al principio. Eso está intacto a pesar de que acabo de cumplir 30 años y llevo doce cantando profesionalmente. No obstante, sí noto que he madurado, que me acerco a la música de otra manera, con otra visión. Cuando empecé era muy virgen en todo, en opiniones, en creencias... y el moverme por el mundo me ha abierto mucho el pensamiento sobre la política, el arte, la música. Además, es algo que no está estático, sino que se mueve y cambia diariamente.

-Habla de sus viajes por el mundo y, efectivamente, su carrera internacional es imparable. ¿Cómo lo ha hecho posible?

-Modestia aparte, creo que en los últimos 20 años soy el músico clásico cordobés que internacionalmente está haciendo más carrera. A quienes me conocen de toda la vida no les ha extrañado mi recorrido, porque yo siempre tuve claro que quería dedicarme a esto, desde que estudiaba en el colegio La Salle. Mi encuentro con Zubin Mehta y el pasar por el centro de perfeccionamiento de Plácido Domingo en Valencia me dieron una gran dimensión, igual que el irme a vivir a Berlín. Además, hago un tipo de música que me gusta, no solo lo típico, y eso ha llamado la atención, igual que una forma especial que tengo de expresarla.

-Es cierto que usted ha mostrado su gusto por las vanguardias musicales, arriesgando, algo que puede salir bien o mal. En su caso, es obvio que le ha beneficiado.

-Así es, pero considero que he sabido colocarme en un sitio donde no había mucha gente. No hay muchos músicos tenores que se dediquen a la música de cámara como yo. Nunca me ha gustado encasillarme. Aunque dicen que soy un tenor mozartiano, no es solo eso lo que hay en mí, ya que he salido de mi zona de confort y he hecho música contemporánea. No es fácil, pero me gusta estar comprometido con los artistas coetáneos. Un artista que solo se encierra en lo antiguo no vive en los problemas que hay hoy en día.

-¿Su desarrollo profesional está, de ese modo, ligado al devenir de los acontecimientos de la vida diaria?

-En cierto modo sí, porque al final creo que el músico lo que quiere es contar algo de este tiempo que vive. Me gusta estar en el día a día, que me cuenten los problemas que hay, por ejemplo, lo que ha pasado políticamente en Andalucía. Todo influye.

-De hecho, en ‘Fuenteovejuna’ hay un fiel reflejo de la realidad. Por ejemplo, su personaje, Mengo, es un firme feminista que se revela cuando las mujeres de la obra sufren acoso. ¿Cómo vive los alarmantes casos de violencia contra las mujeres que se están dando? Los últimos, ya los conoce, el asesinato de Laura Luelmo en El Campillo y Rebeca en Laredo.

-Es todo muy preocupante. Yo soy un firme defensor de la mujer, pero eso lo he aprendido de las mujeres de mi familia y de la zona donde he crecido, en el Valle de los Pedroches, en Villaralto. Allí, la figura femenina tiene una gran fuerza y te enseñan que, cuando no había, hacían que hubiera, sacaban la cara ante cualquier problema... Cuando oigo cosas como que quieren derogar leyes como la de igualdad me llevo las manos a la cabeza. Solo en igualdad se construye una sociedad mejor y se pueden evitar algunas cosas.

-También en ‘Fuenteovejuna’ el pueblo se revela cuando no puede más ante la opresión que está viviendo. ¿Le preocupa la crispación que se palpa en la sociedad española ante determinados asuntos, como el catalán?

-Hay muchos frentes abiertos y los políticos tienen que hablar y llegar a consensos. En Alemania surgió un partido de extrema, me da igual de izquierda o de derecha, y viendo lo que ha ocurrido, estas cosas preocupan. La derecha, por lo menos aquí, no ha cuidado tanto la cultura como la izquierda. Aunque todo se verá.

-¿Cómo es el pulso musical en Andalucía?

-Aunque puede que no se piense así, gran parte de la vanguardia musical que vivimos está saliendo de Andalucía, de manera que el talento nace de aquí. Pianistas como Juan Pérez Floristán, de Sevilla, o Juan Perianes, de Huelva, están entre los mejores, aunque luego es verdad que mucha gente sale a formarse fuera. La música no es interpretar, tocar o cantar, sin más; lo importante es entrar en lo que se transmite al público y eso solo se puede hacer si se conecta con lo que pasa en realidad.

-¿Por qué nacen aquí esas vanguardias de las que habla?

-Porque la creatividad aquí nos ha salvado de todo. En la época en la que la gente no tenía de nada, las personas se divertían cantando, tocando la guitarra, contando chistes, y todo eso lo hacían con una gran creatividad, porque no tenían otros medios. Con creatividad cualquier persona hace lo que se proponga. El andaluz tiene ese gran germen y es capaz de renacer siempre, como el ave fénix.

-Su trabajo le lleva de un lado a otro continuamente. ¿Dónde vive ahora?

-Ahora vivo en Madrid, aunque hasta el año pasado estaba en Berlín. Trabajo mucho en el Teatro Real, en el Teatro de la Zarzuela, y me viene bien estar allí. Madrid es una ciudad que acoge a todos y te permite tener a mano muchas cosas, entre otras cosas el AVE para venir a Córdoba. Sea como sea, no descarto vivir fuera de nuevo, ya que el cincuenta por ciento de lo que canto es en otros países.

-¿Es complicado el mundo de la ópera?

-Más que difícil, que lo es en sí mismo, es una vida muy solitaria y sacrificada. Yo siempre digo que vivo como un atleta de alto rendimiento. Hago ejercicios de vocalización y físicos diarios, y practico una técnica parecida al yoga para equilibrar el cuerpo y la voz. Pesa la soledad, porque, aunque estás en el mejor hotel, después de que te aplaudan 2.000 personas, llegas a la habitación y tienes el famoso bajón.

-Le voy a hacer una pregunta que se hace mucha gente. ¿Vive un músico de esto?

-Si te vas a dedicar a esto, tienes que ser el mejor. Esto no es una música de masas y, si tienes la suerte de trabajar en primera división, se vive muy bien. Yo tengo una vida muy buena, pero hasta que se llega a esa situación es complicado y media mucho trabajo.

-Usted se ha subido a escenarios repartidos por todo el mundo. ¿Son diferentes los públicos según los países?

-Sí, son diferentes, sin duda. El público andaluz es muy acogedor. Por ejemplo, hasta ahora nunca había cantado en La Maestranza, en Sevilla, y es un gusto. El público alemán, en cambio, parece más seco, incluso en el aplauso, pero luego te conocen y te siguen. La gente es menos expresiva, pero eso no significa que aprecien menos lo que haces. En Tel Aviv también hay un público entusiasta. Todo eso se percibe desde el mismo momento en que uno se sube al escenario.

-Vuelve a Córdoba siempre que tiene oportunidad, pero, ¿se siente profeta en su tierra?

-Sí. Aunque no tengo una carrera tan vistosa para los medios como la de otros artistas de Córdoba, porque no hago algo flamenco, al final estoy muy comprometido con la música, que es lo que importa. Fuera egos y lo demás. El público aprecia eso. Creo que he ayudado a la vida musical clásica de Córdoba y eso me ha unido con la Orquesta. Necesitábamos a alguien como el nuevo director, Carlos Domínguez-Nieto, con aire fresco y con un rigor muy alemán. Con el Gran Teatro tengo una relación estrechísima. L’elisir D’amore lo montaron para mí y ahora estamos en conversaciones porque quiero volver a hacer ópera y creo que en el año 2020 podremos hacerlo. La Universidad me ha distinguido haciéndome miembro fundador del Foro Único. En definitiva, creo que se me valora y se me quiere, sobre todo el público. Lo demás que tenga que venir, vendrá.

-Dice que no hace una música de masas, y quizás ese sea uno de sus mayores méritos, sus triunfos y su situación privilegiada en un mundo que no alcanza a todos los públicos.

-Pues sí, así es. Si alguien toca en el Festival del Cante de las Minas, que es magnífico, todo el mundo lo conoce antes que si yo digo que canto en Israel, en Berlín, en Ginebra… No muevo a esa masa, pero me entiendo muy bien con autores como por ejemplo Vicente Amigo. Me siento identificado con él y ojalá un día podamos hacer algo juntos. Sería bonito.

-Sería muy bonito. ¿Quién le ha ayudado más desde el principio? ¿Quién creyó en usted, incluso más que usted mismo?

-Un profesor del Conservatorio, que me daba coro, que se llama Manuel Pérez y que se acaba de jubilar, me dijo desde el minuto uno que tenía que dedicarme a esto. Además, el que dio la cara por mí cuando era un estudiante fue Manuel Hernández Silva, director de la Orquesta, que me ayudó ciegamente y luchó con todo el mundo. Yo entonces no sabía a dónde podía llegar y él tenía fe en mí. Fue el empujón que necesitaba. Jerez también fue muy importante para mi carrera, ya que debuté en el Teatro Villamarta antes que aquí en Córdoba. Todo eso son cosas que no se olvidan.

-Con el tiempo, en el camino se ha encontrado con grandes como Teresa Berganza, Plácido Domingo o Zubin Mehta, a quienes ha citado anteriormente.

-He tenido la suerte de que la vida me ha puesto en el camino a gente importante que me ha ayudado mucho. Me encontré con Zubin Mehta y con Plácido Domingo, me becaron y estuve allí un año. Después, un compañero me ayudó en Toulouse y me orientó para estudiar en Berlín con un profesor norteamericano; allí también conocí a Lorenzo Palomo, que es un compositor de Córdoba... En definitiva, la vida te va poniendo en determinadas situaciones. Si trabajas, si vas probando, al final la suerte te la vas a cruzar en algún punto, incluso varias veces. Yo, por ejemplo, tuve la suerte de que Zubin Mehta se sentara a escuchar una audición justo en el momento en que yo la hacía, algo que no era habitual en él, y le gusté. También, cuando hice L’elisir D’amore en Oviedo fue una sustitución de última hora, y resultó un gran éxito.

-¿Ha estudiado con becas?

-Solo he tenido la beca Mozarteum, de Austria, y la de Plácido Domingo, que me dio la Generalitat valenciana. De Andalucía nunca he recibido becas, ni premios. Al empezar me ayudaron mis padres y luego dedicaba la mitad de mi salario para perfeccionarme, algo que hoy sigo haciendo. Por eso tengo en mente hacer unas becas, ayudar..., pero eso tiene que ser en dos direcciones, también por parte de los conservatorios. Hay que acabar con el sentimiento provinciano. Estoy en una época muy bonita, en el momento más dulce, con madurez, y me gustaría tener una buena relación para unir recursos, porque yo llevo el nombre de mi ciudad por el mundo, y de la manera más distinguida.

-¿Cómo es su registro?

-Soy un tenor lírico con voz clara y fresca. La he hecho muy volátil y hago repertorios distintos. Va cambiando con el tiempo y ahora la noto más aterciopelada, más pura, más redonda. Eso es técnica y se va haciendo poco a poco. La voz es como un caballo y a veces se quiere desbocar y hay que cogerla e ir llevándola. Siempre hay que estar trabajando para estar en forma y para servir a la música.

-¿Qué habría sido de no dedicarse a la música?

-Sería periodista o abogado. Hice la preinscripción para Derecho y unos meses estuve en Magisterio, pero yo ya estaba cantando y eso era imposible. En mi familia se llevaron las manos a la cabeza cuando dije que quería ser cantante. No había precedente. Mi madre es enfermera, mi padre, ingeniero agrónomo, como uno de mis hermanos, y el otro es economista. Pero lo hice y aquí estoy, ya con 12 años de trayectoria a mi espalda.

-En febrero vuelve a Córdoba, a reencontrarse con su público.

-Y lo espero con mucha ilusión. En Reflejos, con el Cuartero Clásico de Córdoba, he adaptado el caché y el precio de la entrada será de diez euros, muy asequible. Es música de cámara con cuartero y repertorio italiano. Animo a todo el mundo a que no se lo pierda. Al final de febrero volveré con la Orquesta, y es la primera vez que me dirigirá Carlos Domínguez-Nieto. Voy a hacer El retablo de maese Pedro, de Falla, que ya hice en La Maestranza y en Granada. Estaré con Francisco Ariaza, con Auxi Toledano... Tengo muchísima ilusión y espero que los cordobeses lo disfruten.