Ayer falleció a los 81 años de edad el confitero cordobés Francisco Serrano Raya (Fernán Núñez, 20 de agosto de 1936), uno de los fundadores de Confitería Serrano. Era el mayor de siete hermanos. Estaba casado con Pilar Sánchez Jiménez y era padre de un hijo, Francisco Jesús. Su llegada a Córdoba se produjo por la curiosa circunstancia de una accidente montado a caballo en el que se fracturó un brazo. A raíz de ahí, su padre, Félix Serrano Luque, al trasladarlo, se encontró con otro familiar, y fundaron la primera confitería. Posteriormente se trasladaron el resto de hijos a la capital. Siendo trabajadores del campo, con lucha y ahínco construyeron uno de los mejores obradores de la ciudad, hoy ya extinguido tras la jubilación de los hermanos. Francisco trabajaba de pequeño en el campo y a los 14 años comenzó a trabajar en el negocio familiar. Conoció a Pilar en Córdoba, donde la historia de amor continuó hasta sus últimos días, llegando a estar juntos 56 años. Comentaba ayer su mujer que «se enamoró de mí porque me llamaba como su abuela. Quizás esta fuera una de las causas por las que lo cautivé». Ambos se casaron el 31 de julio de 1964 en el santuario de la Fuensanta. Los que conocían a Francisco lo califican como «un trabajador nato, volcado en todo momento con el negocio familiar, y un gran artesano de la confitería, siendo maestro de maestros». Era un gran amante de su profesión, donde ha basado su línea de trabajo en la constancia y la dedicación, así como en el mantenimiento de las viejas tradiciones pasteleras de Córdoba. Sus ratos libres los dedicaba siempre a la familia, como su mujer relata, «ya que compartíamos cada momento de nuestras vidas, con nuestro hijo siempre al lado». Señala Pilar que «compartíamos muchas aficiones». RAFAEL CASTRO