Francisco José Alarcos, profesor de Etica, Moral Fundamental y Bioética y director de la Cátedra Andaluza de Bioética, pronunció ayer la conferencia inaugural del congreso. Alarcos es uno de los padres de la Ley de Muerte Digna de Andalucía .

--En su ponencia se pregunta usted si mueren dignamente los pacientes en las Urgencias.

--Todas las muertes que se producen en Urgencias son fruto de un estado crítico. La cuestión es si ese estado es resultado de un proceso terminal debido a una larga enfermedad o fruto de un traumatismo u otro problema que acuse riesgo vital. Los primeros, aunque sean atendidos en urgencias como cualquier situación crítica, nunca deberían morir en ellas. Las Urgencias no puede ser el lugar para morir tras largos procesos terminales en los que se puede prever el final. El final de una larga enfermedad no puede terminar en un pasillo, en una camilla, rodeado de desconocidos, expuesto. Eso solo podría admitirse en situaciones de catástrofes impredecibles. Sobre la calidad humana y profesional en las Urgencias, mi impresión es que hay magníficos profesionales, pero sometidos a gran estrés y a la masificación de los servicios, al ser usadas las Urgencias como vía para acceder al sistema sanitario aunque no sean casos urgentes. La masificación lleva siempre impregnada un alto nivel de despersonalización. Un enfermo no puede estar en Urgencias agonizando junto a otro que tiene un hueso roto.

--¿Es muy común que las personas hagan testamento vital?

--No es muy frecuente, pero la población empieza a ser consciente de que tiene derecho a poder dejar plasmada su voluntad de manera anticipada ante su final, en el caso de que no pudiesen decidir, para no transferir a hijos o familiares la responsabilidad de tomar esa determinación. El testamento vital ayuda a tomar decisiones a los profesionales, respeta la voluntad de cada ser humano para vivir y morir, de acuerdo a sus convicciones y creencias.

--¿Qué le parece que haya personas que reclamen el derecho a la eutanasia?

--Estoy en contra de la despenalización de la eutanasia. Morir dignamente pasaría por morir con el mínimo sufrimiento físico, psíquico o espiritual. Acompañado de los seres queridos en la intimidad personal y familiar. Bien informado y pudiendo rechazar los tratamientos que no se quieren. Morir pudiendo haber preparado, mediante un testamento vital, por ejemplo, aquello que quiero evitar en el final. Morir en casa si se puede, reconciliado con uno mismo, con los demás y con Dios, los que sean creyentes, a través de la asistencia religiosa. Morir dormido si uno lo solicita; bien cuidado, a tiempo y en paz. Sobre la eutanasia, las culturas más evolucionadas nunca han permitido que la disponibilidad de la vida personal pudiese hacerse o trasvasarse entre los individuos. Cada vez que una sociedad ha permitido que entre los individuos particulares se diese esta disponibilidad se han dado grandes injusticias. Si uno puede disponer de su vida, y tiene derecho a ello, eso no puede ni debe generar el derecho a que otro, un tercero, pueda disponer también de ella. Y ello por dos razones: la primera, porque ya no estaríamos solo en el marco de los derechos sino en la generación de un deber en un profesional que no es exigible ni ética ni jurídicamente, y la segunda, la vida personal, además de ser un bien individual, es un valor social. Por eso la sociedad ha de proteger la vida, cuidarla.