«El sábado vine a Flora y no me gustó, pero ahora que sé lo que significa cada obra, todo cobra sentido». Es la reflexión de Conchi, una de las personas que ayer participó en una de las visitas guiadas que ofrece el festival internacional de flores, donde se explica quién es cada artista y qué ha querido contar con su instalación. Y es que, en el arte contemporáneo, los significados no siempre saltan a la vista, máxime en una edición en la que los creadores han apostado por el concepto por encima incluso de las flores. Las visitas guiadas, por las que pasarán más de 2.000 personas a lo largo del festival y que ya están prácticamente llenas hasta el último día (se requiere inscripción en https://festivalflora.com/visitas-guiadas), arrancan de la Diputación y del Museo Arqueológico.

Elena Moreno es una de las guías que dirige a grupos de entre 25 y 30 personas por las instalaciones. Una de las que más cuesta comprender es la de la Diputación, de Thierry Boutemy (Constelación), que se encuentra encerrada en una caja negra. «No quiero entrar ahí, me da miedo», fue la reacción de un niño al asomarse. Inspirada en la infancia del autor, propone un viaje a un pensamiento interno que nace de la oscuridad y que muestra la posición del ser humano, representado en una figura hecha a base de malla de gallinero y liquen, frente a la Naturaleza. Realizada entera con flores secas salvo los bulbos de narciso de otoño que en el festival pasarán de estar cerrados a abrirse y morir, tiene una iluminación obra de un famoso escenógrafo francés y un intenso aroma a lavanda que brota desde el suelo.

Comprender la instalación del Palacio de Viana también ayuda a apreciarla. En este caso, el equipo tailandés de PHKA propone unir el puente entre el espacio y las flores a través de un montaje en torno a una estructura metálica que fue «un quebradero de cabeza para la organización de Flora», compuesto a base de 48 cables de acero y 2.400 metros de cordón. La composición exigió realizar más de 2.000 nudos, de los cuales la mitad se realizaron en ocho horas de trabajo ininterrumpido, según Elena Moreno. La obra muestra el viaje de una flor en un bello degradado de color congelando el tiempo de algún modo en ellas. Es necesario observar las líneas de flores desde los extremos al centro y la posición en la que están, horizontal a los lados y erguidas en el centro, para entender ese paso desde la tierra a la floración expuesta en más de mil flores de muy diversas especies (rosas, iris, boca de dragón, tulipán, francesita, fresia, cardillo, calas...).

Una de las más conceptuales es la de Lisa Waud, del Museo Arqueológico, donde la autora, que ha sido «la alegría del festival», hace una reflexión sobre el riesgo que corre la fiesta de los patios de perder su identidad si se convierte en pieza de museo. Para ello, ha creado un Museo de la Memoria donde invita a viajar al futuro e imaginar cómo verían un patio las generaciones que no conocen su esencia. Las macetas son así pieza de museo y el patio, aséptico, pintado en blanco, con sonido grabado de pájaros y escobas y olor a jazmín artificial, es despojado de la vida que da sentido al título de patrimonio inmaterial de la humanidad. La fuente, tapada por una tela blanca porque no es parte esencial de un patio cordobés, rinde además homenaje al artista Christo, conocido por tapar edificios y hasta islas enteras con telas. Completan la visita, en el acceso, macetas de geranios, esparragueras y otras especies convertidas en pieza de museo que se explican en auriculares con voces grabadas de cuidadores reales de patios. Por la galería, piezas de museo como columnas, capiteles o bustos han sido creados con flores. La instalación de Waud es una llamada de atención digna de tener en cuenta y, aunque de intenso color verde, es la que emplea más flor.

El viaje por los campos de trigo y lavanda de Mary Lennox, una de las 100 mejores floristas del mundo, con un jardín vertical invertido, aromatizado y envuelto en tul, es muy sugerente, si bien el Trepidante remolino de Flor Motion, que arrastra a viajar por tres culturas entre aromas de especies no solo es la obra más agradable a la vista sino la más sostenible y sensible con Córdoba. Eso sí, no esperen un derroche floral porque está hecha con mimbre y flor de algodón. En una sociedad de rapidez en la que se piensa poco, no está de más que el arte obligue a usar el caletre. Para apreciar la belleza, a veces, hay que mirar dos veces.