Supongamos que vamos a realizar un largo viaje con un coche recién estrenado último modelo. Comenzamos a notar algo extraño en el sonido del motor y la dirección del coche. Nos detenemos y comprobamos que algunas tuercas y tornillos de estos sistemas se han aflojado, caído y perdido. Buscamos un taller para que nos reparen la avería. El mecánico nos comunica que en ese momento no es posible y que tenemos que esperar varios días para conseguir alguna pieza que es necesaria. Decidimos continuar nuestro viaje a pesar de la advertencia del mecánico de que podemos sufrir un accidente grave. El coche sigue perdiendo tuercas y tornillos. Paramos y comprobamos que la situación empeora pero como seguimos acumulando retraso decidimos continuar la marcha e incluso aumentamos la velocidad. ¿Quién de nosotros ante la situación descrita estaría dispuesto a continuar arriesgándose a tener un accidente y perder la vida? Esta metáfora puede, en cierta medida, asemejarse a lo que está ocurriendo en la actualidad en la tierra. Cada una de las especies que componen la biosfera y las interrelaciones que entre ellas se establecen y con el medio que les circunda pueden perfectamente ser cada una de las piezas del coche con los distintos engranajes que las relacionan y hacen posible que el vehículo pueda circular.

La pérdida de biodiversidad que en la actualidad se está produciendo puede decirse que es un indicador del funcionamiento de la biosfera. Nos avisa que, en la dinámica de los procesos ecológicos, algo no funciona bien. Es como el piloto que se enciende cuando algún sistema del motor no funciona bien.

Durante la historia de la tierra han desaparecido un sinfín de especies, pero la magnitud del problema que se desarrolla en la actualidad no se ha conocido a la largo de la historia de la vida en la tierra. Desde que se creó el planeta y la distribución de tierras y mares se ha modificado, así como la atmósfera y el clima. De igual forma se han producido cambios en la flora y fauna, muy apreciables a través del registro fósil. Las extinciones no han tenido un ritmo constante, sino que han existido períodos de evolución continua y momentos a escala geológica en los que en breve espacio de tiempo han desaparecido gran número de especies y géneros. Estas pérdidas han sido seguidas de una explosión de nuevas especies. Estos momentos de extinción han tenido relación con modificaciones del clima, relieve, campo magnético, cambios de insolación e incluso caídas de meteoritos. En total se conocen cinco extinciones masivas, siendo la más conocida popularmente la de los dinosaurios.

Desde que Linneo en 1758 publicó su Sistema naturae que contenía la descripción de 9.000 especies vegetales y animales, mucho se ha avanzado en el conocimiento de la biodiversidad. Según los últimos datos publicados se han descrito cerca de 1,8 millones de especies sobre un cálculo estimado que puede rondar entre 10 y 30 millones. En la última Conferencia Internacional sobre la Biodiversidad celebrada en París, a principios de este año, se ha puesto de manifiesto que un tercio de los anfibios, un 25% de los mamíferos y una de cada ocho aves se encuentran bajo algún grado de amenaza. Son 15.589 especies animales y 60.000 especies vegetales que se encuentran en riesgo de desaparecer. Así mismo se ha perdido el 45% de los bosques y el 10% de los corales.

La presión humana: el gran problema

Edward O. Wilson, una de las máximas autoridades en biodiversidad, calcula que la presión demográfica y la acción humana condena a la extinción a unas 27.000 especies de animales y plantas cada año, lo que representa que cada día desaparecen 74 especies y cada hora tres, la mayoría de ellas sin ser conocida por la ciencia. Es una catástrofe silenciosa que nos lleva hacia la sexta extinción masiva de la historia de la tierra. Pero en esta ocasión no es un asteroide, ni el cambio del eje magnético lo que está provocando este proceso. Es una propia especie del sistema que ha adquirido la capacidad de transformar el medio circundante de una forma no conocida hasta la fecha. Se dice que es inteligente y tiene conciencia de sus actos, es el Homo sapiens . Si tenemos en cuenta el registro fósil, la tasa de aparición de una nueva especie es una cada millón de años. Esto nos indica que muchas especies han necesitado miles o millones de años para evolucionar. La formación de nuevas especies puede ocurrir relativamente rápida, pero la tasa de extinción actual es mil veces superior. Las especies requieren energía, estabilidad y espacio suficiente, aspectos que en la actualidad están disminuyendo y haría prácticamente imposible que pudiera prosperar un proceso de especiación como en el pasado. En el transcurso de una vida humana pueden desaparecer prácticamente la mitad de las especies del mundo. Según el primer Atlas mundial de biodiversidad publicado en el año 2002 por el Programa del Ambiente de las Naciones Unidas, durante los últimos 150 años, los humanos han impactado directamente y alterado casi un 47% del área terrestre global. Se estima que la biodiversidad se verá amenazada en un 72% del área del planeta para el año 2032. El 48% del Sudeste asiático, la cuenca del Congo y partes del Amazonas serán probablemente convertidos a usos agrícolas, plantaciones y áreas urbanas, comparado con el 22% actual, sugiriéndose por tanto alta pérdida en biodiversidad. A los lugares donde se concentra la mayoría de la biodiversidad se les ha denominado hotspots , sitios calientes. Entre ellos cabe citar las áreas silvestres tropicales (Amazonas y Congo), bosques de Hawai y Madagascar, áreas semiáridas del Sudoeste de Australia y el Sur de Africa y las zonas de clima mediterráneo. Las condiciones climáticas mediterráneas se dan cita en poco más del 1% de la superficie emergida, repartida por todos los continentes en 5 áreas disyuntas entre las latitudes 30º y 40º Norte y Sur.

Se encuentran en torno al mar Mediterráneo, California, centro de Chile, provincia del Cabo en Suráfrica y las zonas sureste y sur de Australia. Por tanto, la responsabilidad para la conservación de la biodiversidad de aquellas personas que viven en Andalucía es de gran importancia, dado que pasa por ser la región de mayor riqueza nacional gracias a su posición geográfica y gradientes altitudinales.