Manuel Ríos nació en 1987 y pasó toda su infancia en Aguilar de la Frontera, donde cursó sus primeros estudios. Formó parte de la primera promoción de alumnos de Traducción e Interpretación por la Universidad de Córdoba y en el 2009, tan pronto obtuvo la licenciatura y justo en plena crisis, hizo las maletas y salió de España en busca de oportunidades laborales. Después de recorrer varios países de Europa y América se estableció en París, ciudad en la que lleva ocho años. Tras pasar por diversos trabajos de distinta índole, en mayo del 2015 obtuvo la plaza de traductor en uno de los templos de la cultura occidental, el Museo del Louvre, donde continúa dando a conocer el inmenso patrimonio de esta institución al mundo gracias a su pasión por la palabra y a su conocimiento de distintas lenguas.

-Lleva casi una década en Francia, pero hasta llegar aquí ha recorrido varios continentes. ¿Cómo empezó su periplo por el extranjero?

-Comencé en Londres, con la enseñanza de español como lengua extranjera a alumnos de primaria y secundaria. Estando allí encontré la beca Fullbright para auxiliares de conversación en centros educativos en el extranjero. Dudé bastante al solicitarla, yo estaba en Londres y solo había una beca para toda la Universidad de Córdoba. Hubo un proceso de selección y quedé entre los tres primeros y desde Londres dije «me arriesgo». Así que cogí un vuelo de ida y vuelta en el día. Al llegar a casa tenía un email y me fui casi un año a los Estados Unidos, a Missouri, donde además de auxiliar de conversación era alumno, lo que me permitió conocer el entorno educativo en aquel país, que es muy distinto al europeo.

-¿En qué sentido?

-En Estados Unidos la universidad no solamente forma a los alumnos de manera teórica, también con vistas al mundo práctico y tienen muchas extraescolares que, vamos a decir, se las convalidan por créditos. Tenían, por ejemplo, un servicio de voluntariado, cada uno se buscaba una actividad asociativa, como ir a la iglesia del barrio y ayudar a los inmigrantes mexicanos que llegaban sin papeles, ayudar en un comedor comunitario... cosas así que sumaban en el expediente académico. A mí me parecía bastante interesante.

-De Estados Unidos dio el salto a Latinoamérica. ¿Cómo fue?

-Sí, donde estaba tenían un programa con alumnos y durante un año les iban formando y sensibilizando porque el objetivo era ir a Honduras para mejorar las condiciones sanitarias y de vida de ciertas comunidades perdidas en la jungla. Honduras es uno de los países más pobres del mundo y en ese país hay muchas cosas por hacer y este programa era para intervenir de manera humanitaria. Me interesé por él y, como era Honduras, necesitaban a personas que hablaran español. Me invitaron como traductor e intérprete, pero participando en todas las actividades de los estudiantes. Fue muy enriquecedor desde el punto de vista humano. Fuimos a una comunidad que se llama El Embarcadero, una aldea en mitad de la jungla, cercada para protegerse, que tiene unas treinta casas. Allí hacíamos de todo: enseñábamos inglés a los niños, se analizaba el agua de los pozos para ver su calidad, se construyeron letrinas…… Cada alumno tenía una familia asignada, con la que comía. No había luz y las reuniones en el colegio eran con una linterna.

-Y por fin llegó París.

-Sí, empecé trabajar en el sector turístico por una sencilla razón, porque era mucho más fácil, ya que el francés lo hablaba, pero no lo dominaba como hoy en día y necesitaba un tiempo de adaptación para aprender un poco y sentirme más a gusto para luego atacar el mercado de otra manera. Empecé de botones en un hotel de una cadena española y luego pasé rápido a la recepción porque se dieron cuenta de que era avispado (risas). Me interesé por un máster a distancia de la Universidad de Alicante de traducción institucional y cambié de trabajo para poder hacerlo. Con el máster hice unas prácticas en marketing en una empresa que hace tabletas y teléfonos móviles, pero donde también empecé con traducción, por ejemplo, para la página web, fichas técnicas… Cuando terminé las prácticas encontré trabajo en una empresa de comercio internacional para vender soluciones electrónicas: cables, conectores, armarios electrónicos...

-Cuénteme, después de tantos trabajos, ¿cómo llegó al Louvre?

-Dejé el trabajo de comercial para pensar sobre mi futuro y vi una oferta del Louvre en Internet donde buscaban a un traductor, a alguien cuya lengua materna fuera el español, además de otra serie de competencias y aptitudes. Me presenté pensando que estaba dado, porque era un trabajo de función pública. Yo pasaba de lo privado a la función pública y ahí sufrí un choque importante. El proceso de selección fue difícil. Hice la entrevista, un test de traducción... fue un proceso bastante exigente, pero lo pasé y el 1 de mayo ha hecho cuatro años que llegué.

-¿Y exactamente en qué consiste su labor en el Louvre?

-Soy el coordinador o jefe de proyecto de traducción, por buscar un equivalente. Cuando empecé pensaba que existía un servicio de traducción en el Louvre, pero no lo había. Existía traducción en el museo pero cada departamento que necesitaba traducción lo hacía por su cuenta, contactando a un profesional, no existía un departamento dedicado a la traducción. Primero llegó un compañero y yo lo hice en 2015. Durante mucho tiempo hemos sido dos personas, el pasado año contratamos a otra y ahora va a llegar una cuarta para dedicarse a un proyecto determinado.

-Supongo que harán traducciones de todo tipo.

-El 70 por ciento de los visitantes que vienen al Louvre son extranjeros y el resto franceses, con lo cual hay mucha necesidad de traducir todo tipo de soportes para comunicar con ellos, para guiarlos durante la visita, para explicarles cualquier cosa que ocurra. Pero también es un museo de carácter internacional que tiene relaciones con muchos países. Nosotros lo que hacemos es gestionar todas las solicitudes de traducción de todos los departamentos del museo, desde conservación (pintura, escultura...) hasta las direcciones operacionales (recepción del público, calidad, relaciones exteriores, asesoramiento, prensa, seguridad). También titulamos vídeos, bien para el museo o para las redes sociales como Youtube, hacemos traducción de artículos científicos que se van a publicar en revistas o catálogos, comunicados de prensa, mensajes destinados a los visitantes para orientarlos en la sala, aplicaciones móviles del museo. Tocamos de todo.

-De todo es un concepto muy amplio. ¿Se prepara lo suficientemente bien en la universidad española para afrontar tanta variedad?

-Hay asignaturas especializadas en subtitulado, pero no existe ninguna asignatura como traducción de historia del arte, por ejemplo, que es un tipo de traducción técnica. Evidentemente, la universidad te da las técnicas, pero en la vida profesional aprendes bastante en el tajo. La universidad te da la estrategia, dónde y cómo buscar, te da cierto código deontológico, la buena práctica y lo que no lo es. Luego, la vida profesional te enseña otro tipo de cosas con las que aprendes un montón, traduciendo cosas que jamás en tu vida habrías hecho si no fueras traductor.

-Eso le da la oportunidad de seguir aprendiendo.

-Sí, traduciendo se aprende mucho porque no solamente es traducir, es investigar. Cuando traduces, investigas y tienes que dudar de todo, y buscas textos sobre el mismo tema en español para ver el vocabulario que utiliza, cómo se diría eso de otra manera, haces búsquedas tanto terminológicas como históricas. Hay que dudar mucho de todo porque los autores se equivocan muchísimo, no es algo puntual, ocurre bastante que la traducción suele mejorar el original, sobre todo, porque corregimos muchas cosas que se escapan. Cuando se traduce se analiza el texto, como en una especie de laboratorio. Y te das cuenta de que esto hace referencia a esto pero está mal dicho e intentas decírselo al autor, con tacto, para que no le caiga mal que critiques su texto, simplemente decirle, «oye, creo que aquí no se entiende, ¿quieres decir esto o esto otro?». Intentamos verlo con ellos para que nos digan cuál es la mejor opción.

-Ha realizado trabajos muy distintos y que, a priori, no tienen nada que ver con su formación académica.

-Mi recorrido es muy atípico, aunque se corresponde con la realidad del mercado en el sentido de que la gente ya no estudia para ser algo o alguien, porque nunca sabes lo que vas a hacer una vez que has terminado tus estudios. Es una generación distinta a la de nuestros padres y hay que probar, yo soy muy de probar. El diploma no tiene nada que ver y es cierto que hoy nos encasillan mucho diciendo «solo puedes hacer esto o esto», pero para mí es mentira, y creo que lo he demostrado.

-Para ello tuvo que dejar España, ¿es usted un ejemplo vivo de la llamada fuga de talento?

-Me da pena porque hemos sido de las primeras generaciones que hemos salido. Acabas con un diploma, con buenas notas, y luego dices, ¿para qué? Es un poco decepcionante, te desmoraliza cuando ves cómo es la práctica laboral… Me hubiese gustado aportar algo a mi país.

-¿Y ahora lo descarta?

-Pensé, en un momento dado, volver a España, pero lo veía difícil, y ahora me siento bastante bien aquí, me siento como en mi casa. Y si dejara París y no me fuera bien volvería a París porque aquí tengo mi vida, mis amigos, mis costumbres. Y eso que París es una ciudad hostil, no es fácil, como todas las grandes ciudades, y tiene sus puntos fuertes y no tan fuertes. Evidentemente, tiene mucho encanto, pero la vida, cuando no eres turista, es muy distinta, más difícil. Hay mucha gente que no aguanta la presión de pasar la vida en el transporte, lo caro que es todo, porque el salario y la vida no son acordes. Yo he tenido suerte porque creo que la vida me ayuda a resistir en esos momentos difíciles. Pero también es una ciudad donde hay muchas oportunidades y te sientes muy valorado en ese sentido porque sabes que, si quieres cambiar de trabajo, lo vas a hacer y mañana vas a encontrar algo. Francia es un país bastante precoz en ese sentido. Todos los ideales de Europa vienen de la Revolución francesa, con lo cual están muy por delante en condiciones laborales. Me siento muy agradecido con este país porque te da muchas oportunidades. España me ha dado la educación y el diploma, por así decirlo, pero aquí me siento realizado. Estoy pensando en comprar casa.

-Hace unos meses dio una charla a alumnos de la UCO de Traducción e Interpretación. ¿Tiene futuro esta profesión?

-Sí, somos necesarios. Es verdad que es un mundo donde hay mucho intrusismo, falta reglamentación y donde todo el mundo se cree que es traductor o puede traducir. Para empezar, los clientes son los que fomentan la mala práctica. A veces la lógica que aplica la gente es ésta: tu padre es español, así que puedes traducir. Y no. Es una profesión, aunque desgraciadamente a veces no está valorada como debería. Hace mucho daño a la profesión la gente que se dedica a las traducciones sin ser traductores.

-¿Y qué consejos le da a quienes estudian traducción?

-Mucha perseverancia. No es fácil. Mi recorrido no ha sido un campo de rosas, no hay que tener miedo a hacer algo distinto de lo que tu diploma te dice. Es importante tener alternativas para que, cuando realmente te sientas preparado, ataques directamente en el mundo de la traducción porque de primeras es difícil ser autónomo.