En tiempos de performances políticas variadas, por más razón que un santo que tenga, que un concejal (Juan Alcántara, de Podemos) saque el pupitre a mitad del pasillo para quejarse del mal estado de su despacho -una situación certificada por Salud Laboral, que aconseja no estar en ese cubículo sin ventilación a más de dos personas-- no nos sorprende y apenas si es noticia. Máxime cuando el enciclopédico Jesús Cabrera, compañero de La voz de Córdoba, nos recuerda que ni siquiera es el primer edil en hacerlo: «Ya lo hizo Blanca Ciudad cuando se salió de IU para irse al grupo mixto, que plantó su mesa a las puertas del salón de plenos». No hay manera de sorprender, Juan.

Dicho esto, y sabiendo sobradamente que el concejal de Presidencia, Miguel Ángel Torrico, no es decorador de interiores, bien podría ordenar el arreglo de la antigua sala de prensa --de la nueva, ya si acaso, hablamos otro día-- para que los grupos municipales se distribuyan en Capitulares sin tener que salir de la primera planta de Alcaldía, su sitio natural, y, mucho menos, sin necesidad de mudarse al Estadio del Arcángel, como se les ha sugerido a los de Podemos, queremos pensar que de cachondeo.

En lo político, esta semana hemos asistido al acuerdo del gobierno local y Vox en torno a las ordenanzas fiscales del 2021, que se va a despachar oficialmente en un pleno extraordinario este jueves. Para seguir la relación amor-odio de los populares y los de Abascal hay, desde luego, que tomar apuntes y no perderse ningún capítulo de este culebrón. Se parece, aunque no lo crean, al idilio tormentoso del gobierno de Ambrosio con Ganemos, aquella china en el zapato que lo mismo votaba con PSOE e IU, que lo mismo botaba a sus concejales y los invitaba a tomar viento fresco. En este mandato, la cosa además tiene mayor interés porque cuando la portavoz de Vox, Paula Badanelli, hace de líder de la oposición --cosa que ocurrió por última vez en el plante que le dio a la propuesta de Bellido para privatizar parte del Festival de la Guitarra-- tiemblan hasta los cimientos del Templo Romano, jaramagos incluidos. De muestra, el botón de los impuestos municipales.

Lleva desde mayo el señor Salvador Fuentes --aprendiz de peón de albañil, en el tajo, dispuesto a remangarse y colocar si hace falta con sus propias manos la cruz derribada de la Cuesta del Bailío, protagonizando así la imagen icónica de la semana, a la altura de la de Isabel Albás usando de echarpe gustosito la bandera de España en el Día del Pilar--, lleva, digo, desde mayo Salvador Fuentes diciendo que no puede bajar impuestos, que se han dejado de recaudar 10 millones de euros por la crisis, que como mucho, como mucho, la cosa se congela, y en una misma mañana, tras escuchar a Badanelli, acepta la bajada del IBI de rústica, la de las plusvalías, la del impuesto de vehículos y, si se lo pide, la bajada del Sella compartiendo piragua y escarpines con la portavoz de Vox. Lo que es el amor, oiga, y la necesidad.

Hace eso el gobierno local, a pesar de que fue la misma Badanelli, la que ha dicho que estas semanas había llegado a pensar que PP y Cs no tenían interés en llegar a un acuerdo para las ordenanzas fiscales con ellos este año, para así mantener las tasas del 2020, recaudar un poco más y encima dejarlos a ellos de bloqueadores de las finanzas municipales. Pura trigonometría política. ¿Ustedes lo entienden? Yo, menos, pero alerto: asistiremos a similar coreografía de apareamiento o danza de divorcio para pactar o rechazar los presupuestos, con la incógnita de saber si tendremos la versión Badanelli líder de la oposición o la versión Badanelli cooperadora necesaria y, en cualquier caso, siempre, siempre Badanelli.

Cambio de tercio. ¿Recuerdan ese plano secuencia que barría de derecha a izquierda un cementerio de la Mancha de cuyo nombre no logro acordarme y en el que aparecían mujeres limpiando lápidas, mientras se escuchaba Las espigadoras --«Ay, ay, ay, ay, qué trabajo nos manda el señor...»-- y se leía: de la productora El deseo, dirigida por Pedro Almodovar, Volver? ¿Recuerda aquella imagen tan netamente española de los Santos retratada en aquella película? Pues también acabará con ella el covid este año. Están en Cecosam con un lío muy gordo, porque en el mes por excelencia de las pompas fúnebres, con una pandemia que ha obligado a espaciar las visitas a los cementerios cordobeses (las espacian, pero cerrarán por las tardes; no entiendo nada) y a concertar cita previa para reponer las flores, la plantilla de esta empresa municipal, desde hace años en situación de mírame y no me toques, ha convocado una huelga para el día 1 de noviembre.

Follón similar al que tienen montado Policía Local y Bomberos, a cuenta de lo que consideran un incumplimiento de un acuerdo del 2018 para el cobro de retribuciones como la nocturnidad o los sábados. Se caldea Capitulares y el alcalde ya ha estrenado una pancarta con su nombre (verdadero acto de investidura de un regidor), que de momento los agentes y bomberos parecen no estar dispuestos a abandonar junto al pacificador, un cacharro de tres bocinas neumáticas alimentadas por una batería de 12 voltios que usan para animar sus concentraciones. CCOO y CSIF se han desmarcado de las protestas y han iniciado una transaccional, que el concejal de Recursos Humanos, Bernardo Jordano, y el de Seguridad, Miguel Ángel Torrico, tendrán que rematar si no quieren tener conflicto --como les ocurrió a David Luque y a Emilio Aumente en el capítulo anterior del serial-- hasta finales del 2023.

Poesía, pero poca

En un ámbito más poético, hemos conocido esta semana el logo del centenario del Festival de los Patios, un certamen que cumple 100 años y que celebraremos en el 2021 si el coronavirus nos deja. El logo ha sido diseñado por la empresa cordobesa María Vinagre (vaya el nombrecito que se han buscado estas mujeres) y homenajea a Ricardo Molina («El patio oye un suspiro de otros días en sus arcos»).

Hubo otro amago de poesía en la semana municipal, que finalmente quedó en simple metáfora: el estanque de tormentas. Con un nombre tan sugerente y evocador, al leer la información publicada en prensa, creí que Emacsa iba a levantar los mismísimos jardines de Babilonia en frente del Eroski (habrá que ir cambiando el nombre por Supeco, aunque tardaremos, ya nos pasó con el Pryca). En realidad lo que van a construir, según informaron los responsables de la empresa de aguas, es un aliviadero para evitar inundaciones en el mirador del río.

Chasco de estanque. Hay poco sitio para la poesía en la casa del pueblo (cuando lo hubo, de Pedro Roso --d.e.p.-- fue todo el mérito). El Ayuntamiento es un auténtico tanque cuando se desata la tormenta. Pongamos velas a Santa Bárbara.