Tomás Rodas Sánchez, enfermo de diabetes desde hace 12 años, es un profesor jubilado de 61 años acostumbrado a mantener a raya su enfermedad con mucho ejercicio y una dieta equilibrada. «Yo corro, nado y hago espining cada día», explica, pero el confinamiento debido al estado de alarma por la crisis sanitaria del coronavirus, que llegó de un día para otro, «me dejó descolocado». Tras la tres primeras semanas de «ensayo-error», asegura que consiguió por fin «un equilibrio», por lo que envía a los pacientes diabéticos «un mensaje de ánimo» y que «lo fundamental es mantener las rutinas diarias».

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Tomás explica que es diabético tipo 1, que le llegó de adulto, y «finalmente tuve que recurrir a la insulina diaria, que te da mucha estabilidad». La primera semana de confinamiento «fue regular, más bien mal», explica, pues «soy una persona muy metódica, y de pronto ya no podía ir a nadar o a correr y la ingesta de comida la tenía que cambiar». Probó a correr en casa, «pero el movimiento del pie es distinto y después del primer día tenía un dolor de rodillas tremendo». Además, «comes igual y entonces los niveles de glucosa van subiendo, se disparan, porque el ejercicio en casa no es tan intenso». Así que la primera semana fue «de ensayo-error», probando lo que le iba mejor. La segunda semana, explica, fue de «adaptación», analizando «mi nivel de ejercicio y alimentación». Tenía que ver que «a menos ejercicio menos ingesta de hidratos de carbono», pero por las noches tenía «terribles bajadas de los niveles de glucosa». Por fín, a la tercera semana llegó «el equilibrio», donde «las medidas tomadas tuvieron su efecto y no hay tanta montaña rusa».

Desde que comenzó el confinamiento apenas ha salido. Su ejercicio ha sido recorrer andando rápido todas las habitaciones, hasta llegar a los 10.000 pasos. Este sábado podrá al fin salir.