Seguramente conozcan los casos de empresas industriales o de servicios que están destinando sus beneficios a comprar fincas y dejan de invertir en otras actividades que podrían generar más riqueza y más empleo en los pueblos. Parece que regresamos al pasado, cuando los beneficios se dirigían fundamentalmente a la compra de tierra. Al menos, estos inversores de ahora sí tienen capacidad emprendedora y creen en lo que están comprando. No sucede como antes de la crisis, cuando se invertía en la compra de fincas para especular. Ahora hay que dar el paso siguiente. La inversión en tierra debe dar un paso más. Hay que pensar en el agricultor emprendedor que ya no es un productor, sino un agroindustrial.