Entusiasmo, escepticismo y disgusto son las palabras que pueden resumir el sentir de las personas consultadas para conocer su parecer sobre los nuevos planes que hay para el Cordel de Écija, que, de salir adelante, se convertirá en un ecobarrio con supermanzanas peatonales, cerca de 2.000 viviendas, equipamientos y zona comercial y de servicios. El entusiasmo es por lo positivo que aportará a una zona degradada; el escepticismo, por los años que llevan escuchando que va a renacer; y el disgusto por cómo pueden afectar los planes de futuro a toda una vida allí. Naves, huertos urbanos y alguna que otra vivienda forman parte hoy del paisaje del Cordel de Écija.

«Vendría estupendo», opina Antonio Henares, que reside en uno de los bloques que no se verán afectados directamente pero cuyo entorno se transformará si prospera el proyecto. «Dicen que le van a meter mano al Cordel de Écija, pero eso llevan diciendo muchos años», por lo que «cuando vea las máquinas, entonces creeré que es verdad». A otro vecino de los bloques, Francisco Urbano, también le parece bien el cambio, aunque recuerda que «llevan muchos años» planificando una transformación. «Cuando arreglaron el Puente Romano hubo un proyecto expuesto en La Calahorra», del que no se supo más. Aún así piensa que «lo que sea una mejora para el barrio, sería bueno».

A Francisco Palacios, trabajador de Grúas Mata -que ha dejado la nave que tenía allí alquilada para trasladarse a La Torrecilla- le gusta la idea. «Estaría muy bien, como está la zona de Sevilla», pero necesitaría «mantenimiento» para que no ocurra como en la Isla de las Esculturas, «que ya ni se ven», y en el embarcadero. «Todo está muy dejado», insiste, «sobre todo por la noche».

En una vivienda con setenta años de historia reside con su familia Rosario Sillero, que vive con la incertidumbre de desconocer qué le depara el desarrollo urbanístico. «Me casé en el 60 y ya llevaba diez años hecha la casa», relata. «Yo no sé si me tengo que ir, nadie nos ha dicho nada», pero «cada vez que va a haber elecciones se oye esto», asegura sin ocultar su disgusto y desconcierto. Su nuera, María Luisa Montenegro, cuenta que llegó allí hace «25 años y se lleva hablando de esto desde entonces».

Aunque aún queda mucho camino por recorrer, fuentes conocedoras de la iniciativa garantizan que cada situación personal se tratará y se respetarán sus derechos.