El exvicepresidente cuarto de la Diputación de Córdoba, exalcalde de Palma del Río e histórico del PSOE en Córdoba se jubila después de 40 años en política, donde además ha pasado por el Congreso de los Diputados y el Parlamento andaluz. Conoce como nadie los entresijos de la política cordobesa y tuvo un papel determinante en el proceso de fusión y subasta de Cajasur.

-En estos días prepara su jubilación, después de 40 años dedicado a la política, ¿cómo se siente?

-Me siento bastante bien. Creo que ha sido una etapa muy larga, muy intensa en lo político. Yo empecé a trabajar muy joven, desde los once años, comencé a cotizar en el año 72, y ahora ya tenía ganas de dedicarme a mi familia. Mi mujer lo ha pasado bastante mal con mi vida pública y ahora ya está jubilada y quiero dedicarle todo este tiempo a la familia y a los amigos. Tenemos tres hijos y cuatro nietos, que son una preciosidad.

-Con solo 23 años entró de concejal en el Ayuntamiento de Palma del Río, ¿cómo conectó con la política?

-Tuve el honor de ser el concejal del Ayuntamiento más joven, en el 79, en la primera Corporación democrática. El entusiasmo de la ciudadanía era tremendo. Y a los pocos meses hubo una crisis en la gestión municipal y ya la crisis permitió algunas indemnizaciones y se optó por dos tenientes de alcaldes, uno del PCE y yo. Así que empecé a dedicarme a la gestión, con intensidad y plena dedicación hasta hoy.

-Pero, ¿cómo tomó contacto con el PSOE?

-A mí hay quien me ha dicho que nos hicimos socialistas al calor del corte de pelo en una peluquería. El PSOE se fragua en Palma del Río en la Transición, cuando no estaban legalizados los partidos todavía, en la peluquería Palma, lo que es la vida. De allí salió el primer alcalde, Manuel López Maraver. Allí nos hicimos del partido y cuando se legalizó, me pilló a mí en la mili, en el año 77. Ya estaba de alta en el partido y Julián Díaz pagaba mi cuota, que después me la cobró cuando volví de la mili. Como yo era muy amigo de Manuel López, Julián Díaz dijo que podíamos hacer un tándem muy bueno. Y Manolo fue de número 1 y yo de número 2.

-En la gestión municipal, tras años de concejal, llegó a alcalde de su pueblo, que ha dirigido durante 16 años. Siempre ha dicho que esta ha sido su mejor etapa.

-La vida local es apasionante. En el Parlamento se vota pero no se viven las cosas, no las trabajas, no las sufres, no ideas un proyecto… Yo hice un viaje recién licenciado al País Vasco y cuando volví a Córdoba y entré por el Sector Sur, por la carretera de Granada, cogí una depresión, pues vi la gran diferencia tan abismal que había entre el norte y el sur. Mi pueblo era un pueblo agrícola, donde se había mecanizado el algodón y solo quedaba la remolacha. En Palma, en los años 80, fue terrible la crisis económica y social que padecimos, pero como alcalde y equipo de gobierno teníamos que poner nuestro granito de arena en mejorar nuestro pueblo y creo sinceramente que entre todos conseguimos una ciudad espectacular. Palma tiene unos niveles de desarrollo económico y social muy grandes. También en Palma la Guerra Civil fue durísima y había que poner un poco de concordia, y creo que entre todos conseguimos superar muchas cosas y hacer de palma un pueblo donde merece la pena vivir.

-¿Siempre ha vivido en Palma?

-Siempre. Nunca salí de Palma, ni en el 82 cuando fui diputado ni después. Al ser mi mujer profesora de la enseñanza concertada, tenía su plaza allí. Pero es que yo soy muy pueblerino. Yo comentaba en Madrid, aquí el único diputado de pueblo soy yo. Siempre decía que era el diputado de Palma del Río.

-Y el PSOE ha sido como su segunda familia, con sus disputas y divisiones, ¿cómo ha sido su vivencia en el partido?

-Hemos pasado por momentos de intensas dificultades internamente, pero al final en el PSOE hay algo que marca. Yo tengo una magnífica relación con la inmensa mayoría de mis compañeros. Si uno discrepa por estrategia o línea política, ahí no se produce, sinceramente, ese resentimiento ni rencor. Lo malo es cuando hay poca discusión política y se va más al ataque personal y eso sí genera algún resquemor. Nuestra lucha en el partido ha sido de línea política. Yo, en las primarias me he equivocado siempre, nunca ha ganado el que yo he apoyado. En muchos congresos no he estado en la línea mayoritaria sino en la minoritaria. Yo siempre he sido libre y he estado donde he creído oportuno. Te llevas mejor con los que discrepas a veces. Al final, he tenido poca vida orgánica y me ha permitido ver las cosas de forma más distante.

-Ha estado también en el Congreso y en el Parlamento andaluz, ¿cómo recuerda su paso por ambas cámaras?

-Yo fui parlamentario por la gestión de Palma y puesto por las bases. En el Parlamento nacional es irrepetible la experiencia; estamos hablando del primer Gobierno socialista, con Felipe González y 202 diputados, una explosión de júbilo y de ganas de hacer cosas como no he vuelto a ver en la vida política; un primer consejo de ministros espectacular, unos grandes problemas de España que había que meterle el diente. Recuerdo la reconversión industrial, el terrorismo… eran días tremendos. Y después, lo que me dijo un compañero: Al estar aquí, cuando crees que el mundo empieza y acaba en tu pueblo, te permitirá tener una gran visión global de los problemas, no tan partidista ni localista, y eso es cierto que me sirvió muchísimo. Y en el Parlamento andaluz es otra cosa, es más en la gestión diaria, con las transferencias, y fue luchar mucho por los colegios, por las carreteras… fue también una etapa bonita, el primer Gobierno de Chaves en Andalucía, con un buen resultado.

-En cuanto a la Diputación, ha estado en el gobierno y en la oposición, durante 8 años, ¿con qué se queda de esta etapa?

-Yo recuerdo que fui portavoz en la oposición y dije que como siempre había estado gobernando, y nunca había estado en la oposición, quería también probar esta experiencia. Y la verdad es que yo no sirvo para estar en la oposición porque no atacaba al gobierno, nada más que discrepaba cuando creía y entendía que la Diputación era un órgano al servicio de todos los municipios, que es la institución donde el consenso es más básico, más necesario y, además, que yo no me veo diciendo cosas que no me creo y dando titulares. Además, el no tener un cometido me producía un malestar, y lo pasé fatal. Después tuve la suerte, estos últimos cuatro años, de estar en el Gobierno. La verdad es que el presidente delegó en mí muchas cosas: Hacienda, recursos humanos, régimen interior, la empresa de aguas, el instituto de cooperación con las haciendas locales y cuando había algo y él estaba fuera me decía que atendiera yo. La ley de contratos ha sido muy dura y la Diputación es un organismo que te exigen a los ayuntamientos muchísimo... pero he sido más feliz que los cuatro años anteriores. Este trabajo no me ha pesado. Y yo, que tenía una magnífica opinión de la Diputación, porque yo he tenido grandes amigos aquí, fundamentalmente José Miguel Salinas y Julián Díaz, que para mí ha sido con el que empecé en política y con el que me he sentido más a gusto trabajando, he visto que es una institución fundamental. Una de las cosas que he discrepado con Felipe González es cuando ha dicho que las diputaciones no son necesarias. Cuando se vive en las ciudades se desconoce la vida del pueblo, y el 90% de los pueblos de España son menores de 20.000 habitantes y sin las diputaciones serían inviables, habría que cerrar todos esos pueblos. Si no existieran las diputaciones habría que crearlas, siempre que hagan lo que tienen que hacer, asistencia a los municipios, recogida de residuos sólidos y tratamiento, abastecimiento de agua potable, depuración de aguas residuales, gestión de los tributos, la asistencia informática, el asesoramiento jurídico… cosas que por sí solos sería imposible y costosísimo que lo tuvieran que realizar los ayuntamientos.

- Una de las grandes batallas en la Diputación ha sido la de reducir la deuda, ¿han quedado las cuentas saneadas?

-Sí, sí. Estamos obligados por un techo de gasto, por una estabilidad presupuestaria, pero se ha hecho una gestión en la reducción de deuda, que ya se venía haciendo y hoy es nada. Los ayuntamientos y las diputaciones somos los que más hemos colaborado en cumplir los objetivos de déficit. Yo me llevo dos pequeñas satisfacciones: una, haber aprobado los primeros presupuestos por unanimidad, que es la primera vez en la historia que sucedía, prueba del consenso con todos los grupos, en el 2016. Y después, hay que decirlo, porque hemos tenido críticas a veces injustas, y ejecutar un presupuesto cuesta mucho trabajo, tengo la pequeña satisfacción de que en el 2017 ejecutamos el 84%, que es el mayor grado de ejecución desde que hay historia presupuestaria, y todos los años hemos superado el 80%, cuando ha habido años del 72% de ejecución de los que nos han criticado. Los cuatro años hemos aprobado los presupuestos en el año natural, nunca con retraso y el primer año con grado consenso total. Las arcas están plenamente saneadas.

--Uno de los momentos más polémicos de su etapa política fue cuando fue nombrado vicepresidente de Cajasur. Tuvo un papel determinante en las negociaciones sobre la fusión de Cajasur y Unicaja. ¿cómo recuerda esos momentos?

-Papel determinante no tuve. La Iglesia, que era la que tenía la mayoría, junto con los impositores, era la que negociaba. Nosotros pedimos estar presentes. Yo ayudé todo lo que pude a enderezar aquella situación, pero no fue posible. Aquello se vivía con una pasión desmedida, yo siempre decía que aceptar la realidad cuesta mucho trabajo y Cajasur no terminaba de aceptar la realidad, quiso hacerlo con Caja Murcia, que no estaba tan bien como se decía, mientras que Unicaja sí estaba muy bien, el tiempo lo ha demostrado, es de las pocas que se han salvado y ha hecho después fusiones. Que era complicado, sí, pero se tenía que haber hecho la fusión con Unicaja, por el bien de todos. Yo creo que a la Iglesia alguien le había dicho que había otra salida, la cual nunca ocurrió. No me gustaría decir que fueron engañados pero sí que los indujeron a eso. Y dicho eso, hay que ser justos y decir que fue la única caja que se subastó y la que menos ayudas recibió del Estado, más de 390 millones para préstamos en malas condiciones. Sabemos lo que ha costado la crisis financiera en España, 60.000 millones de euros. Cuando Cajasur se subastó, hubo 7 u 8 entidades que fueron a por ella. Cada una pedía algo y se la dieron a la que mejor oferta hizo, que fue la BBK, y que le daba cierta seguridad de futuro. Es verdad que no fue una integración, sino una compra. Pero hoy tenemos que decir, más allá de los dramas de los despidos, que Cajasur ha sufrido, pero hoy mantiene una plantilla razonable y es fuerte.

-¿Qué ha perdido realmente Córdoba?

-Nosotros hacíamos una apuesta empresarial. Es verdad que luego las leyes europeas te dejan poco margen. La BBK ha mantenido una fundación y mantiene actividad sociocultural en la provincia. Que nosotros queríamos más recursos, pues sí. Objetivamente, el sacrificio lo hicieron esas personas, jubilados, prejubilados… todos los que salieron de la caja, para ellos toda nuestra solidaridad, pero se ha salvado un número importante de trabajadores porque la BBK era muy potente, tenía mucha fuerza… Creo que con Unicaja hubiéramos estado con una caja andaluza y en Córdoba tendríamos más sedes y presencia. Pero hay que reconocer que hoy por suerte la mantenemos.

-¿Cuáles han sido los tres momentos más intensos y difíciles de su etapa política?

-Uno fue cuando perdimos el congreso los que teníamos la mayoría natural de Córdoba, en torno a José Miguel Salinas, Manolo Gracia, Paco García y una serie compañeros, que fue la batalla borbollista-guerrista, y otro, la intervención de la caja. Pero a nivel personal, los momentos más duros que yo he vivido fueron las inundaciones de Palma del año 97, que te ves solo, el río sigue subiendo y el agua entrando en el pueblo y hay un momento en que lo ves todo negro; también un incendio que hubo muy grande en Palma que estuvo a punto de costarnos parte del polígono industrial, y dramático fue el accidente de tráfico con seis chavales muertos, en el término de Palma, de los que dos y dos eran hermanos, aquello fue terrible.

-Y de no haberse dedicado a la política, ¿a qué le hubiera gustado dedicarse?

-Cuando nosotros apostamos por la política no podíamos imaginar que íbamos a estar mucho tiempo, no teníamos sentido de permanencia. Primero acceder a un cargo político, en el año 78-79, no nos lo creíamos. Yo iba en representación de las juventudes socialistas en el puesto 14 o 15 de las primeras elecciones y en dos meses veo que me ponen de número dos. Uno entra en las instituciones con ganas de reformar, de mejorar. Mi vida, hasta entonces, había sido el comercio, yo era dependiente de comercio, donde trabajé diez años. Me gustaba, porque a mí la relación y el contacto con las personas me ha gustado siempre y después me ofrecieron ser director de una entidad financiera antes de ser alcalde. Lo pensé y dije que no porque yo quería ser alcalde de Palma. Y ya empecé en esta vorágine en la que al final no eres dueño ni de tus actos porque hay por medio partido, siglas… Mi partido ha sido muy generoso conmigo, me lo ha dado todo, me ha permitido crecer como persona y estar en sitios en los que he aprendido mucho.

-¿Cómo ve Córdoba en estos momentos?

-En Córdoba, la provincia es una joya, salvo algunas excepciones con problemas, como el Guadiato o Los Pedroches, si no fuera por Covap, pero tenemos una industria agroalimentaria en el Valle del Guadalquivir, con una riqueza de altura. Ahora, en la capital, creo sinceramente que han faltado grandes consensos de verdad de la sociedad civil con sus instituciones, y en algunos pueblos sí hemos sido capaces de encontrarlos. A veces hay que apoyar proyectos que no son tuyos, de otros que han tenido la idea. Son necesarios los equipos que se complementan. Hay que cumplir con hechos, no con palabras.