Puede que sea la foto más repetida, la postal más vista del Guadalquivir a su paso por Córdoba. Los Sotos de la Albolafia con el Puente Romano a la derecha y la silueta de la Mezquita, perfectamente definida, al fondo. Sin embargo, no hay más que echar la vista atrás para comprobar que la imagen actual de los Sotos, declarados Monumento Natural en el año 2001 por la Consejería de Medio Ambiente, no tienen nada que ver con la de hace una década. Y es que diez años de crecimiento vegetal incontrolado dan para mucho. Incluso para borrar del mapa monumentos de la talla de la Mezquita--Catedral de Córdoba.

Los Sotos de la Albolafia constituyen una zona protegida que está formada por zonas inundables, islotes y grandes masas de vegetación entre las que aún perviven restos de antiguos molinos. Hasta principios del siglo pasado, la ciudad, que vivía mirándose en el río, hacía un uso intensivo, casi predador, de todos los recursos naturales que éste ofrecía, desde la madera que se empleaba como combustible, a las graveras, de las que se obtenía arena, o los molinos que, movidos con energía eólica, servían para moler la harina. La estampa del río en este tramo, limitado por el Puente Romano y el de San Rafael, se completaba con barcas para el transporte de viajeros, bañistas estivales y pescadores que tenían en las carpas un alimento seguro. El desarrollo industrial motivó el abandono de los usos tradicionales y la ciudad empezó a vivir de espaldas al río, lo que además dio lugar a la formación de islotes, fruto de la acumulación de material derivado de las antiguas graveras y de la propia dinámica fluvial. En los años 80, los Sotos empiezan a colonizarse por vegetación nueva, que a su vez atrae a distintas especies de aves. En 1985, surge una pajarera junto al puente de San Rafael, dormidero de aves, que llega a acoger a más de 5.000 ejemplares de garcilla bollera. Fue en esa época cuando se creó el Grupo Ornitológico de Defensa y Estudio de las Aves Godesa, promotores de numerosas acciones en defensa de la riqueza medioambiental de este espacio y los primeros en proponer la declaración de zona protegida. La declaración de Monumento Natural (2 de octubre del 2001) abre un periodo en el que la Naturaleza, sin apenas intervención humana, se apodera del espacio y da lugar a la formación de un auténtico vergel. De forma espontánea, proliferan las especies autóctonas como tarajes, álamos, olmos, fresnos, así como adelfas o zarzas, que conviven con otras típicamente acuáticas como eneas, juncos y lirios de agua o especies exóticas invasoras tales como el eucalipto, la acacia y el plátano. La biodiversidad también se manifiesta en la fauna, que reúne en tan reducido espacio más de 120 especies distintas, protagonistas según la época del año, de fenómenos migratorios que varían el paisaje ornitológico. A lo largo del año, en este paraje se pueden avistar cormoranes, garzas reales, gaviotas, martinetes, martín pescador, milanos negros, cigüeñas blancas, cernícalos y un largo etcétera.

ECLIPSE MONUMENTAL Para los expertos, los Sotos de la Albolafia constituyen algo así como un Parque Natural de incalculable valor, inmerso además en la estructura urbana, cuyo único inconveniente es que pueda eclipsar las maravillas arquitectónicas entre las que se enmarca. Diez años ha costado a la administración competente decidirse a intervenir para poner orden al libre albedrío de la Naturaleza y restaurar el equilibrio en este paraje. Hace un mes, la Junta de Andalucía inició los trabajos de recuperación de este entorno, que ha arrancado con la eliminación de kilos y kilos de basura estancada entre matorrales, islotes y lodos. La intervención prevista pretende eliminar eucaliptos, acacias y plátanos y recuperar el horizonte monumental, rescatando además edificaciones como la Noria de la Albolafia, que da nombre al entorno, el Molino de En Medio y el de Téllez o Pápalo Tierno, atrapadas actualmente entre una vegetación desbordante.

Pero los Sotos de la Albolafia también son un importante activo turístico, con potencial económico, que ya está dando sus frutos. Una nueva empresa de turismo activo, Cordobaviva, organiza cada fin de semana y a un módico precio visitas guiadas por un ambientalista y un experto en aves. "Más de seiscientas personas, entre adultos y niños, han hecho ya la ruta", explica Andrés Antúnez, gerente de la empresa, que destaca la reacción de sorpresa que despierta entre los que les acompañan. "Paseamos con los prismáticos, de manera que la gente ve muy de cerca toda la fauna que hay, desde las distintas especies de aves a la nutria que ahora también habita en el agua, en los Sotos de la Albolafia se ha creado un microclima que es una maravilla de biodiversidad y que a veces pasa desapercibida, incluso para los propios cordobeses", asegura, "los que más disfrutan son los niños, que después de ver un martín pescador o un cormorán se quedan enganchados y a partir de ese momento, siempre que pasan por el río, quieren saber más, nos lo dicen los propios padres".