En un día ideal para coger la escopeta y el perro, y meterse los tres en la cama --día de perros perrísimo, que ha inaugurado el invierno en otoño y hasta ha dejado caer unas gotitas de lluvia--, Córdoba ha salido a votar por tercera vez en 2019 (por cuarta, si contamos las elecciones andaluzas) desafiando la pereza, el cabreo y el hartazgo. Con una abstención algo superior a la del 28 de abril, el 10N ha conseguido movilizar al menos a algunos más de lo que apuntaban los primeros sondeos realizados tras el anuncio de la repetición electoral, donde parecía que no iban a ir a votar ni los candidatos. «Al final, nos convencen. Pero a dios pongo por testigo que no voto más hasta dentro de cuatro años, como mínimo», sentencia Araceli Ruiz, compañera de esta casa y ciudadana responsable, que no tonta, ojo, que avisa como otros muchos de que esto empieza a cansar.

La jornada electoral ha transcurrido en la capital cordobesa sin apenas incidencias, más allá de que una señora que acudió a votar al colegio Obispo Osio, en el barrio de Arroyo del Moro, no pudo hacerlo porque el censo la había dado por muerta. «No ven que no estoy muerta», vendría a decirle a los miembros de la mesa electoral la señora, que no dudó en desplazarse hasta el mismísimo Ayuntamiento de Córdoba para reclamar ayuda y poder votar. Allí, el secretario municipal, Valeriano Lavela, --quien, por cierto, había tenido que solicitar hace unas semanas a la Junta Electoral ser eximido de estar en la mesa que le había tocado como presidente--, acreditó que la señora estaba en efecto viva y tramitó la solicitud para que pudiera finalmente ejercer su derecho al voto. Algo que suponemos terminó haciendo, claro está, después de haberse dado tanta molestia y tamaña caminata. ¿A quién votó? Eso no lo sabemos.

También se ha registrdo un incidente en el colegio electoral ubicado en la Casa Ciudadana (Ronda del Marrubial), donde al parecer a propuesta de una agente del Cuerpo Nacional de Policía, y previa consulta con la Junta Electoral, se procedió a retirar un lazo morado, símbolo desde hace añísimos de la lucha contra la violencia de género en España (cuando nadie la cuestionaba), y de un cartel de Ecologistas en Acción (una asociación ecologista que no concurre a las elecciones).

La medida, completamente surrealista, a mi juicio, pero sustentada al parecer en lo que recoge la ley electoral en su artículo 93 («ni en los locales de las secciones ni en las inmediaciones de los mismos se podrá realizar propaganda electoral de ningún género»), ha ocasiondo malestar entre colectivos de mujeres, que han llamado a concentrarse a las puertas del colegio al final de la jornada electoral en señal de protesta. Al parecer, por esta misma interpretación de la Loreg, los apoderados de Vox de Peñarroya-Pueblonuevo han tenido que suprimir la bandera de España de sus acreditaciones, que, pienso yo, serían igual que las del resto del país, pero en el resto del país no ocasionaron esa interpretación.

Por lo demás, los candidatos que concurren a las elecciones en Córdoba, así como los cargos orgánicos de estas formaciones en la provincia, han votado en idéntica liturgia --foto periodística mediante-- suponemos que a sus propios partidos. Faltaría más.