Javier Urrios y Celia Jiménez se enteraron ayer de la nota media de Selectividad, un 9,86 y un 9,70, respectivamente. Dos números mágicos que, tras los filtros que rigen ahora la Selectividad, se convierten en un 13,845 y un 12,906, o lo que es lo mismo, una puerta abierta a cualquier grado universitario. A los dos les une su deseo de volar, uno diseñando aviones y otra como piloto.

Javier es el más pequeño de su clase. Alumno con altas capacidades, saltó un curso hace unos años lo que le permitirá llegar a la Universidad con 17 años. «Quiero hacer Ingeniería Aeroespacial en Sevilla», asegura rotundo, «desde pequeño me ha llamado la atención todo lo que tiene que ver con los aviones, jugaba con los Lego creando diseños y me gustaría trabajar en ese mundo». Aunque no le importaría trabajar en la NASA o en alguna empresa europea, le ilusiona poder hacer prácticas con Airbus en Sevilla. Según cuenta, ha sido un curso duro porque, aunque es un alumno aventajado en el ámbito de las matemáticas o la física, le cuesta más todo lo que tiene que ver con las letras, como historia o filosofía. «Eso lo tengo que machacar más y, al final, lo he conseguido», dice modesto. En Historia, por ejemplo, ha sacado un 10 y en Matemáticas, donde «cometió un error tonto», un 9,9. Se enteró de su nota solo en casa. «Estaba delante de la pantalla esperando que diera la hora y cuando la vi no me lo creía, no me esperaba sacar tanto», asegura. Rápidamente avisó a la familia y a los amigos, con quien planea celebrar pronto la buena noticia. «Intentaré descansar en la playa en verano», dice sin muchas alharacas, «para estar en septiembre instalado en el Colegio Mayor». Seguro que le va bien.

A Celia Jiménez le espera un verano muy duro. Tras la tensión de Selectividad, aún tiene más retos que superar. En unos días tendrá que presentarse a las pruebas físicas exigidas para ingresar en la Academia de Oficiales de la Guardia Civil. «De momento, solo tengo la nota, piden un 12,2», señala prudente. Hija de uno de los militares presentes en la Campaña Antártica, se la ve muy dispuesta a darlo todo para convertirse en «policía judicial» o piloto de helicópteros. Ese es su sueño. «Lo que me gusta de este trabajo es que hay distintas ramas y puedes cambiar de departamento». No se plantea límites. «He estado entrenando para las pruebas (circuito de agilidad, flexiones, salto vertical, 50 metros velocidad y prueba del kilómetro y natación) y el miércoles en Madrid veremos si soy apta», explica, «pero ahí no acaba la cosa, después vienen las pruebas psicotécnicas, reconocimiento médico e inglés». Con un C1, no debiera tener mucho problema para aprobar el examen de idioma. Lo mejor de todo es que, en el caso de que apruebe, se constatará que este año, uno de los más duros de su vida, los pasará sin vacaciones, ya que las clases de la academia de guardias civiles arrancarán el 20 de agosto. «Ahora lo importante es sacar las pruebas, ya tendré tiempo de descansar», dice convencida. Su padre, Juan Jiménez, que ayer se encontraba en Zaragoza, la animaba desde la distancia. «Yo sé lo que es eso, mucha presión, intentaremos que esté tranquila y concentrada».