El profesor e investigador del CSIC en la Estación Biológica de Doñana, en Sevilla, el cordobés Pedro Jordano Barbudo, ha recibido recientemente el Premio Nacional de Investigación Científica en el área de Ciencias y Tecnologías de los Recursos Naturales (Alejandro Malaspina), que concede el Ministerio de Ciencia, Universidades e Innovación. Un reconocimiento que se suma a la larga lista de galardones recibidos en más de 30 años de dedicación intensa a la biología y, más concretamente, a la biodiversidad (premios entre los que destaca el Rey Jaime I de Conservación del Medio Ambiente). El Jaime I reconoció la contribución de Pedro Jordano a la conservación de espacios protegidos como Doñana, las sierras de Cazorla, Seguras y Las Villas, Los Alcornocales o El Teide. Hermano, hijo, sobrino y nieto de profesores e investigadores vinculados a las Universidades de Córdoba y Sevilla, reside en la capital hispalense desde finales de los 80 cuando obtuvo una plaza en el CSIC. Es Profesor Honorario de la Universidad de Sevilla y ha sido elegido entre los 3.000 científicos más influyentes del mundo. Su producción científica incluye más de 190 trabajos y 25 proyectos de investigación. Estudió Biología en la Universidad de Córdoba y obtuvo el Premio Extraordinario de Licenciatura. Después hizo el doctorado en la Universidad de Sevilla (aconsejado por profesores como Carlos Herrera y Miguel Delibes o docentes de la UCO como José Antonio Hernando, Juan Fernández-Haeger o Luis Arias).

-¿Cómo valora haber sido merecedor del Premio Nacional de Investigación Científica?

-No me imaginaba que podrían concederme un premio de este calibre. Fui nominado por científicos extranjeros de gran prestigio, coordinados por dos colegas españolas y, por ello, estoy muy agradecido. Lo que más valoro del premio es que se reconozca el valor de la ciencia, del conocimiento guiado por la razón. Es algo de enorme importancia en estos tiempos en los que estamos desbordados de información, pero huérfanos de conocimiento. Me habría alegrado muchísimo si se lo hubiesen dado a otra persona, porque ya fue una alegría ver que el Ministerio ha restaurado estos premios nacionales tras más de siete años sin convocarse. Este premio es un gran apoyo a la ciencia, dedicado a conservar mejor nuestra naturaleza.

-¿Por qué decidió estudiar Biología? ¿Le atrajo desde niño?

-Nunca pensé hacer otra cosa, ya desde muy pequeño. Me atraían mucho todo tipo de animales, los minerales, las plantas. La atracción se convirtió en interés y luego en dedicación. Y ahí seguimos.

-Su padre fue el catedrático Diego Jordano Barea (impulsor del servicio de informática de la Universidad de Córdoba en 1976).

-Mi padre era una persona extraordinaria. Aprendí de él a ser una persona cabal, honesta, dedicada, íntegra. O, al menos, a intentarlo decididamente. Me transmitió su pasión por conocer el mundo en todas sus facetas. Era un renacentista, una mente privilegiada y muy adelantado a su tiempo. Y mi madre era una mujer generosa que rebosaba cariño y sencillez.

-¿Le ha influido algún profesor en su carrera de forma especial?

-He tenido buenos profesores desde el colegio. En la Universidad de Córdoba tuve de profesores a grandes conocedores de la naturaleza cordobesa como Rafael Cabanás, Juan Fernández-Haeger, Salvador Talavera, Eugenio Domínguez Vilches o José Ignacio Cubero.

-¿Por qué decidió prepararse la oposición para trabajar en el CSIC, en la Estación Doñana?

-Doñana ya era un centro de investigación muy prestigioso, con investigadores de primer nivel en el área que más me interesaba.

-¿Es habitual ser Profesor Honorario de la Universidad de Sevilla? ¿Qué implica?

-Desde que ingresé en el CSIC siempre he estado muy involucrado con la Universidad de Sevilla y, después, con la Universidad Pablo de Olavide. La Universidad de Sevilla me honró con este nombramiento y ahora sigo activo, colaborando con estas dos universidades sevillanas. Aunque siempre que la UCO me ha llamado he venido a participar en cursos de máster, conferencias... ¡La UCO es mi alma mater!

-Está participando en el Plan Nacional de I+D+i sobre biodiversidad, ecología y cambio global. ¿Pero luego se cumplen las medidas de esos planes?

-Estoy coordinando todo el área de Ciencias y Tecnologías del Medioambiente del Plan Nacional de I+D+i, que abarca biodiversidad, ciencias de la tierra, clima y atmósfera, tecnologías medioambientales, ciencias marinas e investigación polar. Es una enorme responsabilidad, ya que es una de las áreas temáticas más grandes de la ciencia española. Es frustrante que aún estemos lejos de los niveles de financiación de países de nuestro entorno y que no estemos aprovechando el enorme potencial de nuestros grupos de investigación, por la fuerte limitación de recursos y por una burocracia y administración kafkianas, que hacen perder mucho esfuerzo y tiempo a los investigadores. Tenemos que cambiar eso y hacerlo rápido, por el medio ambiente y por la ciencia. La ciencia es uno de los pilares básicos de una sociedad democrática avanzada del siglo XXI, fundamental para el bienestar social. Pero esto es algo que los políticos españoles no han acabado de asumir, uno de los lastres históricos de la ciencia en España casi desde la Ilustración. Quizás la sociedad española tampoco lo haya asumido y, por eso, los científicos tenemos la enorme responsabilidad de explicar el valor de la ciencia. El incumplimiento de los acuerdos de las reuniones internacionales sobre cambio climático ilustra también de forma perversa esa desinformación e ignorancia sobre el valor de la ciencia. Es una irresponsabilidad.

-¿Tras más de tres décadas en el CSIC había visto irse tanto talento fuera como durante la crisis?

-No. Los años de crisis han sido devastadores para muchos institutos del CSIC. Ha habido una enorme pérdida de talento y de personal de diferentes estamentos. La ciencia española ha vivido (y aún vive) una situación de tormenta perfecta. Por un lado, se están jubilando excelentes profesores e investigadores que se incorporaron al mundo académico a inicios de los años 70 del pasado siglo y, por otro, la crisis ha bloqueado de facto el acceso a la carrera científica de muchos jóvenes investigadores, especialmente mujeres. La ciencia española está envejecida. Parece que estamos comenzando a corregir esa situación, pero los pasos recientes que se han dado son insuficientes.

-¿Cayó mucho la inversión para investigación que recibían durante la crisis?

-Sí, mucho. Desde 2009 y 2010 en adelante, aproximadamente algo más de un 35%, según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Paradójicamente, otros países como Alemania incrementaron su inversión en ciencia en el período de crisis, más de un 18%.

-¿Qué es para usted Doñana y qué esta dañando su ecosistema?

-Doñana es como el Museo de El Prado de la naturaleza española, solo que mejor. Parece que ahí sigue, aguantándolo todo, imperturbable. Pero los diagnósticos que tenemos son realmente de una situación grave que, de perpetuarse, acabará con toda esta zona. Adena, WWF y diferentes grupos lo venimos denunciando desde hace tiempo. Pedimos que se cumplan los acuerdos y leyes ambientales y los planes de gestión de recursos hídricos. El ecosistema de Doñana ya está alterado y nuestro deber es restaurarlo para asegurar su persistencia para futuras generaciones. El entorno de Doñana es hostil. Me refiero a las actividades humanas múltiples que suponen numerosas y continuas afrentas a su medio ambiente. Sin embargo, la percepción pública de Doñana es muy buena. Es algo paradójico, pero es así. Probablemente en Doñana esta situación es resultado de la confluencia de muchos tipos de intereses, que crean una continua basculación entre conservación y uso, alteración y explotación, aunque por desgracia casi siempre pierde la conservación en este balance.

-¿En qué se centran sus investigaciones principalmente?

-En el estudio de la biodiversidad, la diversidad de la vida en el planeta. Pero me interesa el estudio de las interacciones entre las especies. Esas interacciones llevan consigo servicios ecológicos cruciales para la persistencia de los ecosistemas. Si se pierden estos servicios, los ecosistemas colapsan. Piense en un mundo sin organismos descomponedores, ecosistemas en que falten los polinizadores o los animales que dispersan semillas de árboles y arbustos, sin los que los bosques no crecerían, o parásitos y patógenos cuyas poblaciones no estén adecuadamente reguladas por sus depredadores. Estas interacciones ecológicas conforman sistemas complejos, tupidas redes de interacción de dependencia recíproca entre las especies (quién se come a quién, quién depende de quién). Investigamos cómo estos sistemas coevolucionan, cómo las interacciones dan soporte y motor a la diversidad de la vida sobre la Tierra.

-¿Cómo valora trabajar junto a Miguel Delibes hijo?

-Es un privilegio. Ahora acabamos de terminar precisamente un trabajo en colaboración sobre los palmitos de Doñana. Es un gran maestro. Miguel Delibes (hijo) fue un gran director de la Estación Biológica de Doñana, con una gran visión sobre su conservación que aún hoy mantiene, junto con un enorme prestigio mundial en biología de la conservación. Además, es una gran persona, que ha liderado una gran escuela de zoólogos españoles y a quien debemos, en gran parte por su labor pionera, la conservación del lince ibérico y de otras de nuestras grandes especies de fauna en peligro de extinción.

-¿Qué proyectos se están llevando a cabo en la Estación Biológica de Doñana?

-En este momento pueden estar desarrollándose en esta estación unos 70 proyectos de investigación activos. En mi caso tenemos en marcha tres proyectos en este momento en Doñana, aunque trabajo también en Brasil y en años recientes en otros parques naturales andaluces y en las Islas Canarias.

-¿Cómo afecta el cambio climático y el daño al medio ambiente a las especies vegetales?

-En el bosque mediterráneo son muy frecuentes las situaciones de sobrepastoreo de la vegetación, por ganado doméstico o por fauna silvestre (por ejemplo, ciervos). Ello perjudica a la regeneración natural del bosque y eleva el efecto negativo de plagas y enfermedades o el debido al fuego. Por supuesto, la contaminación por plásticos y microplásticos es hoy en día universal, en ecosistemas terrestres y en los océanos.

-¿En su trabajo usan técnicas de ‘big data’, al margen de la labor de campo y laboratorio?

-Sí, trabajamos bastante con análisis estadístico de datos y con grandes bases de datos sobre biodiversidad. En los últimos dos años estamos completando una serie de trabajos con datos masivos de biodiversidad de la selva pluvial atlántica, colaborando con grupos de investigación brasileños. Son contenidos que están disponibles en acceso abierto, con registros de decenas de miles de interacciones bióticas entre plantas y animales, registros de distribución de grandes mamíferos, de aves, entre otros, que se van completando con aportaciones de otros grupos de investigación sobre murciélagos, mariposas o árboles. Junto con los experimentos de campo, el trabajo observacional, el uso de técnicas genéticas de última generación o los modelos matemáticos, el big data es otra de nuestras herramientas de trabajo en el grupo de investigación.

-Viaja bastante a Brasil por trabajo. ¿Qué maravillas de la naturaleza existen en este país?

-Desde el año 2000 voy entre una y dos veces por año. Trabajo en el sureste de Brasil, en el bioma (unidad ecológica) de la Mata Atlántica, una de las formaciones de bosque tropical más amenazadas del mundo, uno de los puntos calientes de la biodiversidad del planeta, en el que una proporción muy alta de especies son endémicas. Solo se encuentran allí.

-¿Se debe prohibir la caza?

-Es una mala idea, porque es una idea simplista, simplificadora. Me gustaría que los cazadores entiendan bien, de verdad, qué hacen, cúal es el papel de la caza en la conservación de algunos ecosistemas, en los que suprimirla sería un desastre al suponer una carencia de regulación de ciertas especies. La conservación de la naturaleza necesita no solo actitudes pasivas, contemplativas, sino que requiere de acciones proactivas, debido a los desequilibrios ya existentes en ecosistemas fuertemente alterados. Tenemos muchos ejemplos en biología de la conservación acerca de esto. Ahora bien, la sobrecaza, la caza mal gestionada y regulada, también es una realidad que puede ser muy dañina. Por ejemplo, en nuestros trabajos en Brasil hemos mostrado que la sobrecaza de ciertas especies de grandes animales desequilibra la selva tropical, con efectos devastadores sobre la regeneración forestal.

-¿Para las abejas tendría que haber un plan de protección como el del lince ibérico?

-El caso del lince ibérico fue muy especial, pues la especie se encontraba literalmente al borde de la extinción. Fue una actuación de conservación de UVI móvil la que hubo que plantear, afortunadamente con notable éxito. Bastantes especies de nuestros insectos pueden estar en situaciones similares y no lo sabemos, por falta de información. La fauna española es muy rica en especies de abejas silvestres, de las cuales la abeja de la miel es solo una especie más, pero contamos con centenares de especies que son clave para la polinización de muchísimas plantas silvestres y de cultivos.

-¿Qué paisaje ecológico admira más de Córdoba?

-¡Muchos! Me formé como naturalista en esta preciosa provincia y he recorrido casi todos sus rincones. Mis paisajes favoritos de Córdoba son todo el valle del río Guadiato, el norte de los Pedroches y las Sierras Subbéticas. A mi mente también vienen las lagunas del sur de la provincia, la Campiña o los Sotos de la Albolafia.

-En Sevilla vive en Triana. ¿Un poco trianero se siente?

-Sí. He vivido siempre en Triana. Mi hijo mayor es cordobés y el pequeño trianero, pero trianero de verdad. Mi esposa es directora de un colegio público de Triana desde hace años y, por tanto, mantenemos una integración muy sólida con esta zona. No nos gustaría vivir en otro sitio de Sevilla.