Hay personas cuya situación social, económica y sanitaria es tan precaria que viven en estado de alarma permanente. La Asociación de Encuentro y Acogida al Toxicómano (Adeat) lo sabe bien y estos días mantiene abiertas sus puertas (de 9.30 a 14.30 horas) para intentar ofrecer dignidad a este colectivo en un momento en el que el confinamiento obligado por el coronaviruspor el coronavirus ha aislado aún más a las personas que viven en la calle (más del 80% de los usuarios).

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Según Isabel Herrera y Ainhoa Basagoiti, trabajadora social y coordinadora de Adeat, «estas personas lo están pasando muy mal porque a los problemas que acarrean se suma el miedo a contraer el virus, la imposibilidad de acceder a cosas básicas como un aseo donde lavarse las manos o ir a hacer sus necesidades, porque los edificios públicos y los bares están cerrados, o informarse sobre lo que está pasando porque muchos no tienen acceso a internet o a la televisión».

Se quejan además de que se les juzga mal si se suben a un autobús «porque no tienen justificante para ir a trabajar» e incluso se les multa por vagabundear por la calle. De hecho, la asociación está emitiendo certificados para justificar su traslado para acudir a sus instalaciones.

En el centro de Adeat, los toxicómanos reciben la dosis de metadona que necesitan, una demanda que ha crecido «porque los terapeutas no los están atendiendo porque no hay consultas presenciales ahora». Se sienten abandonados y aunque el Ayuntamiento está trabajando para alojarlos en el Colegio Mayor Séneca, echan en falta que la sociedad los trate como a personas en este momento de crisis. «Estar en la calle es duro y ahora más porque estamos solos y asustados», recuerdan.